Los pesados de los cinéfilos vemos semanalmente un programa. Uno en que su cultivado equipo y sus brillantes colaboradores nos dan reportajes de cine clásico, ... hablan de los últimos 'blockbuster', hacen un obituario de algún guionista (casi siempre desconocido), o nos descubren el cine más rabiosamente independiente. Ese programa se ha llevado el premio a la Difusión Cinematográfica del Festival Internacional de Cine de Cartagena, que acaba de empezar, y se llama 'Días de cine'. Yo creo que el FICC se lo ha dado porque hace exactamente lo mismo: acercarnos toda la variedad que nos regala el cine.
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El año sin conversaciones incómodas en el ascensor (gracias a Dios), el año en que vimos los bares cerrados (el infierno según Sabina), el año de las misas con mascarilla, es casi un milagro que hayan logrado realizar esta 49 edición, y encima con una programación tan variada y de tanta calidad como es habitual en la casa, aunque sea 'online'.
Prescindir de la esclavitud de los pases, de las incómodas butacas, del ruido de las palomitas, de la tos del de atrás e incluso de los ronquidos de alguno, podría ser una bendición, y sin embargo, se echa de menos. Ya sé que puedo ponerme los contenidos a la carta, pero cuando lo hago es como besar a través de un cristal.
Pero mi vocación de mártir me hará cumplir con mi deber y contarles cada día algo de este veterano y querido festival. Les pasearé por sus excelentes secciones de cortos y documentales, por su cine para jóvenes, y revisitaré largometrajes con 'Rewind', donde podremos volver a ver once de los mejores trabajos de estos años, mientras esperamos el gran estreno de la semana, 'El año del descubrimiento'.
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Por cierto, 'Rewind' lo empecé con tres filmes que me dejaron un sabor raro en el momento de su estreno. El primero fue 'Magical Girl', una durísima película española con Sacristán ejerciendo de hacendoso asesino, y que nos descubrió a la excelente Bárbara Lennie. Una fotografía cortante como un estilete y una historia desasosegante como una residencia de ancianos post Covid.
Luego le di otra oportunidad a 'Border' (y me equivoqué). Seguí sin conectar con la historia de esta mujer mitad animal y mitad humana, sin empatizar con ella y, lo que es peor, sin entender lo que el director quiere contar ni por qué el productor la financió.
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Para acabar me reconcilié con el cine a través de 'Loreak', una estupenda película española (no la recordaba tan bonita). Drama bien construido, con actrices de rasgos cincelados por un escultor de moais, donde unas flores (cual ramito de violetas) descubren el dolor y el amor que puede esconderse tras unos pétalos.
Empieza el cine.
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