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Este febrero sin 'bonus day' se acaba, y lo hace con los Oscar llamando a la puerta y uno de los grandes estrenos de este ... año aterrizando en las pantallas con más campanillas que una quita de deuda.
Un muchacho de Minnesota llega a Nueva York a comienzos de la década de los sesenta del pasado siglo buscando un hueco en la música folk del momento. Este 'A complete unknown' se abrirá paso con su talento y composiciones en un mundo complicado donde reinan los cantautores. Nadie daba un dólar en esas fechas porque este hombre, un tal Bob Dylan, llegara a ganar el Premio Nobel de Literatura, que menospreció hasta que descubrió que por recibirlo le daban un millón de euros (somos taciturnos y torturados, la versión musical de J. D. Salinger, pero no tontos).
Un personaje tan interesante debía ser interpretado por un gran actor, y así lo hace por el más dotado de su generación (hablo de interpretación), Timothée Chalamet, que hace simbiosis con aquel músico joven hambriento de éxito. Se navega por un guion cuidado que mantiene un difícil equilibrio entre la apología y la crítica, entre lo real y lo imaginado, entre la leyenda y la verdad. El director James Mangold consigue llevar a buen puerto una nave que va más allá de agradar a los lectores de la revista 'Rolling Stone' y hasta los ocho Oscar para las que está nominada. Aunque no soy un rendido admirador de este bardo de pelo enmarañado, con un ego más elevado que el precio de un café en un aeropuerto suizo, reconozco que la calidad de la cinta es alta, pero no llega más lejos porque cae en el bucle melancólico de todos estos biopic musicales.
Mel Gibson tuvo sus momentos como director. Para las notas a pie de página de la historia del séptimo arte quedarán la sobrevalorada 'Braveheart' (1995), y la rompedora 'La Pasión de Cristo' (2004). Pero sus múltiples líos personales y profesionales le han reciclado en realizador de serie B con presupuestos (y arte) justitos. Por eso hace de su realización de 'Amenaza en el aire' puro cine de barrio (cuando aún existían cines de barrio), digno de las sesiones dobles de mis años infantiles (cuando aún pensaba que lo peor que me podía pasar era morirme). Acción palomitera en la que el traslado de un testigo protegido en una avioneta en Alaska se convierte en una aventura en la que el suspense se revela rápido (con tanta anticipación como que lo hace en el tráiler).
¡Cuánto daño han hecho las telenovelas turcas! Que se lo digan a la autora de la novela que se adapta en la melosa 'El secreto del orfebre', una historia no apta para diabéticos, pero en la que tenemos algunas seguridades: que Mario Casas saldrá sin camisa, que la fotografía será en colores pastel y que habrá que usar kleenex en algún momento. Lo mejor es la presencia de Michelle Jenner en este viaje en el tiempo de un hombre una pizca misántropo, que vuelve a su pueblo tras veinte años para reencontrarse con un amor de verano. Lo malo es que, como en la canción del que no es el Dylan español, al verano siguiente en el bar había una sucursal del Baco Hispanoamericano. Para estos menesteres mejor rescatar la maravillosa 'Una cuestión de tiempo' (2013).
***
Nadie es perfecto, pero los Oscar lo parecen. Son el mayor espectáculo del mundo (aparte de las genuflexiones de Trump ante Putin) y vuelven a convertir a Hollywood en la ciudad de los sueños (como decían en la coda final de 'Pretty woman'). En la gala de la madrugada del domingo al lunes lo de menos es si gana una película u otra, los aciertos de mi quiniela, o si 'Emilia Perez' recibe castigo o no. Lo importante será la anécdota, la alfombra roja, las coreografías brillantes, la canción que sobrará, a quién aplaudirán más en el 'in memoriam', o si el presentador estará brillante. Es la noche de la purpurina, los peluquines, los postizos, las joyas prestadas y los vestidos imposibles. Es la noche del CINE.
Que tengáis una semana, y unos Oscar, de cine.
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