La actriz Juliette Binoche, en un fotograma de 'Azul'. LV

Los colores que revivieron el cine

Se reestrena la trilogía de Kieslowski conformada por las películas 'Azul', 'Blanco' y 'Rojo'

Lunes, 8 de julio 2024, 00:01

Neocine se ha liado la manta a la cabeza y ha decidido recuperar para la pantalla grande tres pequeños clásicos del director Krzysztof Kieslowski –un nombre que es la pesadilla de mi dislexia mal curada–. Hablamos de su trilogía 'Azul' (1993), 'Blanco' y 'Rojo' (1994), ... que podremos ver los lunes 8 –hoy mismo–, 15 y 22 de este tórrido julio.

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Mi amigo Pedro y yo las descubrimos cuando éramos unos universitarios novatos y hacíamos oposiciones a intelectuales gafapasta de cineclub –todos tenemos un pasado–. Habíamos padecido conocer al sobrevalorado Godard o al disruptor Pasolinni, y de pronto llegó Kieslowski y supimos que aún había innovadores en el cine, que todo no eran éxitos de Hollywood o clásicos a recuperar. Él abrió la puerta a otros como Egoyan, Kaurismaki o Téchiné.

Este polaco afincado en Francia presentó en el breve lapso de dos años tres clásicos instantáneos, que de forma inmediata se convirtieron en cita cinéfila obligada y en oscuro objeto de deseo de los festivales.

Su referencia a los colores de la bandera francesa –muy oportuno en estos días– le sirve de excusa al autor para hacer tres largometrajes que, a pesar de su colectividad, tienen una individualidad que va más allá del 'leitmotiv' de cada una: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Su secreto es impregnar de un género fácilmente identificativo cada una de ellas, otorgándole su propio DNI.

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La psicológica 'Azul' es un leve drama romántico. La algo insustancial 'Blanco', la más flojita para mi gusto, es una comedia que a veces llega a ser pícara. 'Rojo', la consensuada como la mejor y la más premiada, es un drama con notas de misterio que supuso la última de su director, fallecido poco después.

Juliette Binoche

Todas están fotografiadas con excelencia, con una Juliette Binoche que confirmó su estrellato con su participación en ellas. Unas películas visualmente al servicio de una idea y que desde sus buscadas diferencias consiguen crear un corpus único, con su compartido distanciamiento propiciado por una ironía que hace el efecto de media de seda sobre la lente de la cámara. Pocas veces se ha producido una mejor traslación del concepto de un autor con el resultado final de su obra.

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Iré a verlas –a ser posible con mi amigo Pedro– aunque sólo sea por hacerlo en los cines Centrofama de Murcia, en aquella sala donde las vi por primera vez gracias a la mítica asociación Mestizo y sus proyecciones en versión original. Lo haré con más kilos, menos pelo, pero seguro que me volveré a sorprender con una de las trilogías más originales de la historia del cine europeo.

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