El martes tuvimos a dos realizadores debutantes. Por un lado a Halfdan Ullmann, nieto de Ingmar Bergman (es decir, nieto del Júpiter del cine), certificando lo locos que nos hemos vuelto con los niños. Por otro, el relato autobiográfico de Tracie Laymon en su búsqueda ... de un (el artículo indeterminado es correcto, luego os lo explico) padre. El sueco se llevó la Cámara de Oro a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes con 'La tutoría', más que nada por el efecto magdalena de Proust que el apellido Bergman produce en los cinéfilos. Pues la película, que hemos podido disfrutar en la tercera jornada del FICC53, no está mal pero no es redonda, quizás por culpa del postizo de la parte onírica, casi felliniana, del final.

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Un niño de seis años hace algo a otro superando ciertos límites, y los padres de ambos son convocados por una profesora, a la que le falta un hervor, para tratar de aclarar las cosas. Es una mezcla de la premiada 'Sala de profesores' (2023) y la cínica 'A un dios salvaje' (2011), tanto por la temática como por la manera de mostrar los comportamientos de niño de los adultos y el espacio reducido en que se desarrolla. El tema de la sexualidad en la infancia es tan peligroso como un nombramiento del gabinete de Trump, pero aquí lo tratan sin importar hacer estallar alguna mina.

Formalmente es correcta, sabiendo manejar las pausas dramáticas y dilatando la acción para que vaya desarrollando todo su potencial. Si eres un 'boomer 'o, como yo, casi lo eres, te costará entender cómo han cambiado las cosas (en las fiestas de mi colegio se soltaban vaquillas y ahora no puedes ni llevar un bizcocho hecho en casa), y nos hará pensar que la auténtica generación de cristal es la de los progenitores asustadizos y los educadores acobardados.

Las constantes conversaciones, los diálogos cruzados, las miradas reveladoras, todo ello está retratado con primeros planos que acentúan la sensación de encierro mientras el motivo de la reunión se acaba convirtiendo en un 'macguffin'.

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'Bob Trevino Likes It' es un fallo en Matrix. ¿En un sesudo festival de cine una comedia en la que sales de verla con más positividad que la Navidad en el cielo? Pues sí, aunque no lo creáis este elefante que vuela existe.

Supuestamente es una historia que le pasó a la directora y guionista cuando se peleó con su padre y encontró a otro que hacía las funciones, un pariente tan postizo como los de 'Familia' (1996). El padre real hace del chantaje sentimental una de las bellas artes (la recorta del álbum de fotos familiar), así que el espectador apoya ciegamente la apuesta loca de buscar un progenitor decente. La suerte que tiene es que da con otro ser humano virtuoso y tierno. Dos seres de luz, especialmente ella, interpretada por la luminosa Barbi Ferreira, con la complicidad de John Leguizamo como ese hombre sin ilusión al que la chica se la devuelve, en el que probablemente sea su mejor papel hasta la fecha.

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Esta bigamia paternal nos hará reír y emocionarnos hasta casi llorar (a punto estuvo de lograrlo conmigo). En una película sensible, llena de bondad inteligente, de gente buena a la que le pasan, por fin, cosas buenas. Volviendo a Bergman (nos pone mucho a los cinéfagos), él revela en sus memorias que descubrió el cine manejando una linterna que hacía magia. El hechizo de esa linterna sigue funcionando, y por eso pudimos gozar de una de las relaciones humanas más hermosas que he visto en el cine.

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