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'Cinco euros' (Ediciones Libro Azul, 2024), la séptima novela del escritor murciano Paco Rabadán Aroca (1972), se mete en el terrorífico jardín de las adicciones y, en particular, de la adicción patológica a los juegos de azar y las apuestas. El protagonista es Pancracio, tiene una obsesión descorazonadora por obtener dinero a través de las máquinas tragaperras. El lector tiene que ubicarse a finales de los años 90.
El joven (30 años, mecánico de coches de un barrio obrero, sin compromisos emocionales) acude al psicólogo sabiendo que lleva una existencia «miserable» por culpa del juego, y a instancias de su madre, que hace lo posible para que su hijo ponga fin a sesos deseos incontrolables. Y, como un ejercicio terapéutico, el chico abordará en un diario todos y cada uno de sus vicios con los que ha flirteado a lo largo de su vida. En algún momento resonarán como verdaderas las palabras de Borges: «Habría que inventar un juego en el que nadie ganase».
«Con esta novela yo solo quiero hacer pensar a los lectores», proclama Rabadán Aroca. «Pensar en el juego. En que tú eres cocainómano y lo máximo que te puedes meter al día sin reventar son 2 o 3 gramos. Eso son unos 200 euros. Pero 200 euros en una máquina tragaperras te pueden durar 10 minutos. De modo que el sueldo de un mes te lo puedes gastar en unas pocas horas. Por alguna razón jugar es normal. Cuando llegue Navidad llevaremos a nuestros niños a la calle con papeletas para pagarse el viaje de estudios...». En el juego, como adicción psicológica, dice el escritor que no hay límite de gasto; en todo caso, el límite está en lo que cada enfermo sea capaz de recaudar para saciar ese impulso.
Paco Rabadán Aroca
Escritor
«Muchos jugadores compulsivos me han dicho que no sabían por qué se ponen delante de una máquina y se dejan el sueldo, o la comunión del crío. Murcia es la única comunidad autónoma donde se han eliminado las máquinas de los bares. Sin embargo, han proliferado los salones de juego», anota Rabadán. En efecto, los juegos permitidos están restringidos exclusivamente a locales que se encuentren debidamente autorizados (casinos de juego, salas de bingo, salones de juegos y salones recreativos), según la ley 2/1995, de 15 de marzo, reguladora del Juego y Apuestas de la Región de Murcia.
En el caso de Pancracio, «un currante», en un momento dado «se le cruza el cable rojo con el verde. Ni más ni menos, es una historia de barrio, con personajes de un barrio obrero murciano». Para armar la trama, el autor reconstruye este mundo psicológico de la adicción al juego a través de los testimonios recabados por adictos confesos.
¿Con qué vidas se ha encontrado? «Sobre todo, con vidas rotas. Cuesta mucho recuperarse de la adicción al juego, es infinitamente más difícil que en otras adicciones. La tasa de recuperación es bajísima, porque es muy asequible. Porque te puedes dejar las máquinas tragaperras, pero te puede dar por jugar a la lotería, y ahí hay gente que se gasta mucho también. La novela acaba en el momento en que empiezan a aparecer los salones de juego y ya se empieza a mover todo el negocio 'online'».
A uno de los personajes de la historia, anota el escritor, «la industria del juego le regala un Mercedes solo por montar un bar con máquina tragaperras cuando no había tantas limitaciones. El trato es: yo te monto el bar, lo que saques de la barra es para ti, de las máquinas no te doy ningún porcentaje, pero tienes que atender las máquinas facilitando el cambio». Pancracio incluso llegará a robar a su jefe para pagarse el vicio; en la novela hay mucho trapicheo, pero no grandes robos.
En todos los personajes secundarios se produce esa misma fascinación que a Pancracio le lleva a jugar y a dejar que sus dedos actúen como si tuvieran vida propia en ese intento perverso de «alinear los limones, las campanas, los sietes, las sandías o cualquier otro dibujo que al diseñador de la máquina se le haya ocurrido insertar en los rodillos». En ese instante, reconoce Pancracio, «mi cerebro vuelve a ponerse alerta y se llena de esperanza a cambio de unas monedas».
«Estadísticamente es más fácil que te caiga un meteorito a que te toque la primitiva. Eso son matemáticas, ciencia absoluta», sentencia Rabadán, que antes de 'Cinco euros' publicó seis novelas: 'El héroe que murió dos veces', 'Pensión completa', 'Corazones enterrados', 'Los caprichos de Dios', 'Símbolos del pasado' y 'Tierra y agua', y acumula experiencia como tallerista y formador de nuevas narraciones. «Me gano la vida con todo lo que orbita alrededor de los libros», concluye.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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