'Chosen Memories'. Quitarse las gafas coloniales (y las de la historia)
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Regina José Galindo contrató a un dentista en Guatemala que le hizo agujeros en las muelas que posteriormente fueron rellenados con oroMesa para cinco ·
Regina José Galindo contrató a un dentista en Guatemala que le hizo agujeros en las muelas que posteriormente fueron rellenados con oroDurante el tiempo que viví en Nueva York, visitar el MoMa era gratis los viernes por la tarde y yo, que en mi casa soy ... conocida como la reina de los cupones porque no me pierdo una oferta, no fallé ninguna semana. En aquellas colas que daban la vuelta a la manzana recuerdo haber leído 'De cómo Nueva York robó la idea de Arte Moderno', de Serge Gilbaut, donde se explican las causas por las que París dejó de ser el centro de la innovación artística después de las vanguardias.
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Hoy me encantaría dejarme ver en la inauguración de la exposición 'Chosen Memories', una muestra de arte contemporáneo latinoamericano de la colección Patricia Phelps. Según la propia web del museo, la exposición surge de las nuevas formas de narrar la historia, que es «un organismo vivo, en permanente interpretación y reevaluación». Pues bien, entre los artistas se encuentra una a la que admiro particularmente y que tiene una pieza preciosa que, ay, considero falaz. Se trata de Regina José Galindo y 'El saqueo', una obra para la que contrató a un dentista en Guatemala que le hizo agujeros en las muelas que posteriormente fueron rellenados con oro. Más tarde, en Europa, le extrajeron esos empastes, de manera que la obra final es un conjunto de ocho piececitas de oro. La artista afirma lo que podemos intuir: «Hago una metáfora de mi boca con mi tierra. Mi boca representaba mi tierra, llena de recursos, virgen, perfecta. El taladro representaba la industria extractiva, agujereando sin ningún tipo de ética, robando el oro sin ningún tipo de moral». Esto es, una reiteración de las ideas del joven y poco preparado Galeano en 'Las venas abiertas de América Latina'.
Dice mi hermana –entre Lisa Simpson y Mafalda– que si fuera su alumna le habría puesto un cero, pero que si hubiera dejado el oro en Canadá tendría piedad. Actualmente, las principales extractoras de oro en Guatemala son subsidiarias de empresas canadienses y la verdadera sangría, si atendemos a las toneladas de metales exportados, no tuvo lugar en los siglos XVI y XVII, sino con las independencias, a partir del siglo XIX. De hecho, en los últimos años se ha extraído más oro en Hispanoamérica del que se obtuvo en los tres siglos de Imperio español. Es más, los romanos sacaron más oro de España que los españoles de América –que vayan dando explicaciones mis amigos italianos–. Pero la fiebre 'decolonial' manda: es el extraño comportamiento del arte contemporáneo, haciendo seguidismo del discurso anglosajón hegemónico. Mi padre insistiría en la lectura de Guadalupe J. Codinach para recordar que no hubo tales colonias y que la etiqueta 'Latinoamérica' es una sumisión a los franceses.
Lo explicaré de forma muy resumida: el único oro que llegaba a la península era el de los impuestos, el denominado 'quinto real', o sea, que el 20% de toda actividad desarrollada en España, la americana incluida, iba para la Corona, lo que significa que el 80% del oro (y otras materias primas) se quedaba allí, en los virreinatos –que hoy llamaríamos comunidades autónomas– en forma de infraestructuras (puentes, sistemas de regadío, universidades, hospitales). Además, a cambio de esos bienes, les llegaban productos manufacturados, sobre todo de China –¿les suena?– como el mantón de Manila o, curiosamente, una fascinante imaginería religiosa. Los derechos y obligaciones eran los mismos para los súbditos de uno y otro lado del Atlántico. Es cierto que la capital administrativa estaba en Madrid pero, en el virreinato de Nueva España –lo que hoy es medio Estados Unidos, México, parte de América Central y Filipinas–, la capital económica era Ciudad de México, nada menos que el lugar más rico del planeta en ese momento.
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Esta semana, en el seminario 'Ética y estética: el compromiso moral, social y político del artista y su obra. Censura y cancelación en el arte', celebrado en el Cendeac, además de ver a mi querida Rebeca Argudo enjardinada defendiendo la amoralidad del artista, escuchamos a Félix Ovejero afirmando que dentro de doscientos años ninguno de nosotros resistiría los juicios morales del momento, del mismo modo que –añado yo– ahora nos pueden parecer abusivos muchos comportamientos que se dieron en aquel periodo que, sin embargo, ofrecía unas garantías sociales y políticas excepcionales para la época.
Lo que hacen algunas obras de 'Chosen Memories' (Recuerdos elegidos) es directamente eso, falsificar la historia, porque, parafraseando a Marcelo Gullo, la izquierda latinoamericana se ha convertido en la mano de obra más barata del 'imperialismo yanqui' al que supuestamente pretendían combatir. Así que el libro que está por escribir no es 'De cómo España se robó nuestro oro', sino 'De cómo el imperialismo yanqui instauró el arte contemporáneo negrolegendario'.
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