El hijo menor de Eduardo Chillida (1924-2002) y Pilar Belzunce fue santo de la devoción de su madre y de su padre por sus dotes naturales para la pintura y para la escultura. El célebre escultor donostiarra [Chillida Leku, en las inmediaciones de Hernani, ... provincia de Guipúzcoa, es uno de los museos más hermosos de la península] se quedó bastante desconcertado cuando el pequeño Edu [Eduardo Chillida Belzunce], con apenas cuatro años y medio, le pidió un día un poco de barro. «Una mañana, a las nueve, estaba yo en casa y vi a mi padre que salía para el estudio –contó ayer a LA VERDAD en el hotel Rincón de Pepe de Murcia–, y yo en el jardín le empecé a tirar piedritas a la ventana. Salió, y me preguntó qué pasa: 'Aita, barro', le dije yo. Entró y me sacó un pedacito de barro, y al poco le pedí un poco más. Hice una escultura de mi madre que alucinó al verla, y mi padre acabó quedándosela». El caso es que esa pieza estuvo en la chimenea del estudio de Chillida padre, y la tuvo en el mismo sitio hasta que su hijo pequeño se casó, y decidió devolvérsela. «Estando en el estudio, fue Miró a visitarle, y le preguntó por esta preciosidad de escultura. Y mi padre le contó a Miró, muy orgulloso, que era obra de su hijo, que no había cumplido ni los cinco».
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Aquel niño hoy tiene 61 años. Eduardo Chillida Belzunce (San Sebastián, 1964) visitó esta semana el Museo Cristóbal Gabarrón-Fundación Casa Pintada de Mula, en compañía de su mujer, la periodista Susana Álvarez, para conocer el espacio donde está previsto que tenga lugar su primera exposición en la Región de Murcia. El director de la Fundación Gabarrón, Cris Gabarrón, confirmó ayer a LA VERDAD que esa primera terracota se podrá ver en Mula entre noviembre de 2025 y enero de 2026, junto a otras piezas correspondientes a distintas etapas de su trayectoria. «Aquella obra –explica Susana– nos muestra a una mujer sentada en una silla con los brazos posados detrás de su cabeza y las piernas cruzadas. Más que la habilidad en el hacer, lo que llama la atención en la escultura es la visión plástica del cuerpo femenino que ya Eduardo tenía desde bien pequeño. Le gustaba mucho a su padre, y a mí también».
De pequeño ya tenía clara su vocación: artista. «En varios dibujos de Chillida hechos a su hijo cuando era un niño, Edu aparece siempre pintando, ya sea sentado, o tumbado, pero con un lápiz y un papel entre sus manos», anota Susana. «¡Es que es lo único que sé hacer!», remarca Eduardo Chillida Belzunce. «Bueno», replica Susana: «Sabes hacer más cosas, pero eso es lo que mejor haces. Lo haces muy bien».
Pasó por la Escuela de Artes de Deba y el Círculo de Bellas Artes de Madrid [recibió clases del pintor Antonio López] y también por la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Entre los 17 y los 20 ya esculpía en piedra, alabastro, y trabajaba también con terracota y bronce. De ese periodo también vendrán a Mula una selección de obras. Su vida iba a quedar marcada por un terrible accidente en moto, en 1985, cuando contaba con 21 años. Permaneció en coma mes y medio. Pese a todo, recuperó el habla, y pudo volver a andar, e ir incorporándose a la vida cotidiana. La parálisis de medio lado que sufrió tras el accidente le obligó a volverse zurdo para continuar con la pintura. «Fue su renacer, pues cambió de la mano derecha a la mano izquierda».
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Juan García Sandoval [director del Museo de Bellas Artes de Murcia] será el comisario de la exposición, y no se descarta, al menos esa es la voluntad, que se sumen otros espacios públicos de Cartagena y Murcia para exhibir las obras de Chillida Belzunce. Entre la selección de obras que vendrán a la Región para esta exposición se incluye, por ejemplo, el primer cuadro que hizo en blanco y negro de lugares imaginarios, así como otras piezas de cuando empezó a tratar la cerámica en el taller de Hans Spinner –ceramista alemán muy respetado por Chillida– en Grasse, en el sur de Francia. En 2010 retomó la escultura con una mano, y en 2015 realiza las grandes esculturas en bronce que han estado en la plaza del Louvre en París y en los jardines de Lower Grosvenor, detrás de Buckingham Palace en Londres, y en el atrio de la iglesia de San Vicente, la más antigua de San Sebastián.
Chillida padre, un genio que no regalaba halagos, admiraba la pintura de su hijo. «Sigue trabajando y nunca te lo creas, me decía siempre», recuerda Eduardo Chillida Belzunce. Hans Spinner, que cocía los murales de Matisse, Tàpies, Braque, Miró..., también era un admirador de Chillida hijo.
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El exfutbolista David Silva, que fue centrocampista de equipos como la Real Sociedad y el Manchester, ahora inversor hotelero y vitivinícola, es uno de los compradores de piezas del artista, pues anunció en redes la compra de tres cuadros grandes, uno de ellos de metacrilato con luz, para decorar su nueva casa. Laura Chillida, uno de los cuatro hijos de la pareja, realizó como trabajo de fin de carrera en Diseño Gráfico en la Universidad de las Artes de Londres (UAL) una película documental, 'Hacia la luz' (2024), que puede verse en la web del artista: 'eduardochillidabelzunce.com'.
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