Secciones
Servicios
Destacamos
El matemático y filósofo británico Bertrand Russell dijo en una ocasión, refiriéndose a Baruch Spinoza, que quizá no fuera el más riguroso de los pensadores en la historia de la filosofía, pero sí 'The most lovely' (el más querido). Y es más importante ser querido ... que admirado, en palabras de Jorge Luis Borges, al que le debemos la cita de Russell. La vida y obra de Spinoza es una constante que aparece con relativa frecuencia en las lecturas de los apasionados de la ciencia y su divulgación, como es mi caso. La conexión más conocida entre el mundo de la ciencia y Bento —que era como su familia y amigos llamaban a Spinoza— está relacionada con el físico Albert Einstein. Cuando le preguntaban a este último por sus creencias religiosas, solía afirmar lo siguiente: «Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la ordenada armonía de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos».
Baruch Spinoza nació en Ámsterdam, Países Bajos, en 1632. Su familia era originaria de la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros. Los 'Espinosa', que era el apellido original, se fueron desde España hasta Portugal, y más tarde hacia los Países Bajos, huyendo de la persecución por su condición de judíos sefardíes. Spinoza, marginado y aislado por pensar libremente, no tuvo la oportunidad de vivir de su pensamiento y se ganaba la vida como pulidor de lentes. Era muy bueno en su trabajo. Tanto, que la calidad de sus productos fue elogiada por el famoso astrónomo Christiaan Huygens, que además formaba parte de su círculo de amigos más cercano de la ciudad de La Haya, el lugar donde Bento acabó sus días. Las condiciones de trabajo del taller donde pulía con esmero las lentes no eran las más saludables. Se supone que no había una buena ventilación debido al frío y no disponía de medio alguno de protección respiratoria personal. Era el siglo XVII y las preocupaciones diarias no contemplaban la seguridad y salud en el trabajo.
Algunos autores, como el conocido neurólogo portugués António Damásio, afirman que la enfermedad que mató a Bento Spinoza fue la silicosis. Otros apuntan a que la causa de la muerte pudo ser una tuberculosis complicada por el consumo de tabaco, ya que Bento fumaba bastante en pipa, una costumbre frecuente en su época. No lo sabemos con certeza, pero la hipótesis de la muerte debida a la silicosis es coherente con la actividad del pulido de lentes y el final de 'The most lovely'. El polvo que se desprendió durante las operaciones de pulido y que respiró durante años Spinoza contenía un agente químico muy peligroso, la sílice cristalina respirable.
La silicosis es una de las enfermedades más antiguas de las que se tiene noticia y la primera que se asoció directamente con una actividad laboral. Fue descrita por primera vez en 1556, en una obra póstuma del médico alemán Georgius Agricola, aunque los efectos nocivos para la salud del polvo mineral desprendido en las actividades de extracción minera se conocían ya por los antiguos griegos y romanos. La sílice cristalina fue incluida en 1997 en el Grupo 1 (carcinógenos en humanos) por la IARC (Internacional Agency for Research of Cancer). La silicosis tiene una evolución lenta. La relación entre exposición y efecto tóxico depende de tres factores: la concentración de polvo en aire, la dosis de exposición acumulada y la cantidad de tiempo que ha permanecido el polvo de sílice en los pulmones.
Spinoza firmaba su correspondencia con la palabra 'caute', que en latín significa 'con precaución o cautela', impresa en un sello con la imagen de una rosa con espinas y sus iniciales. Toda una declaración de intenciones para los receptores de sus epístolas. Bento murió prematuramente en su casa de La Haya, a la edad de 44 años, la tarde del domingo 21 de febrero de 1677. Y esa es precisamente la palabra que aparece en su tumba, ubicada en la Iglesia Nueva de La Haya. Aunque en realidad los restos de Spinoza no están en ese lugar ya que su cuerpo fue robado, nadie sabe por quién, poco después de su entierro, cuando el cadáver yacía dentro de la iglesia.
'Caute'. Apliquemos el lema de Spinoza, ya sea con la sílice o con otros peligros que nos rodean a diario. O en su versión algo más moderna, pero sin dejar de ser clásica, recuerden al sargento Esterhaus de 'Canción triste de Hill Street' y tengan cuidado ahí fuera.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.