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Desde esta terraza, pienso a menudo en Puccini. A tan sólo tres meses del centenario de su fallecimiento a consecuencia de un tumor laríngeo, me sobrecogen sus dudas y temores ante el reto de superar la enfermedad y la confianza que le ha transmitido su ... médico cuando ha afirmado públicamente: «Puccini en sortirà».
El doctor Ledoux, uno de los mejores radioterapeutas del momento, consideró que el tratamiento con agujas radioactivas insertadas en la laringe era la mejor opción en un paciente diabético de las características del compositor italiano. Tal es la intención curativa de la radioterapia que tanto Puccini como el doctor Ledoux, están plenamente convencidos del éxito del procedimiento.
Desde mi posición en la terraza exterior del castillo, tengo unas excelentes vista de la Roma surcada por el río Tíber y del Vaticano. La noche es agradable con un cielo estrellado amenazado por la luz incipiente del alba. Una pequeña escalera desciende desde la terraza hacia una bóveda de artillería construida a modo de refugio. En ella hay un banco, una silla y una mesa con una lámpara, un libro de registro de grandes dimensiones y útiles de escritura. En la pared hay colgado un crucifijo que ilumina la luz de una lámpara de pared situada justo enfrente.
Se oye el canto de un pastor acompañado de las campanillas de su rebaño. Las campañas de las iglesias responden sin alterar el descanso de los vecinos. Un carcelero llega a la casamata, enciende la lámpara de mesa y se queda un tanto adormilado en la silla. En el patio, un destacamento de soldados trae a un condenado. Se cruzan con el centinela de guardia, con el que conversan brevemente y luego sube por la escalera hacia mi posición. El sargento entrega el preso al carcelero, que se levanta con dificultad antes de saludarlo. Le recoge un papel y vuelve a sentarse para escribir en el libro de registro conforme interroga al condenado. Ahora puedo verlo mejor. ¡Es Mario Cavadarossi!
El aspecto del pintor es horrible. Su vestimenta está muy estropeada, sucia y contiene restos de sangre. Se deja caer sobre el banco con una expresión de lamento. Avergonzado se tapa la cara aunque no puede disimular el llanto. Una linterna encendida se aproxima con un movimiento de vaivén. La lleva el sargento del destacamento acompañado del policía Spoletta y de Floria Tosca. Ella reconoce a su amado y rápidamente se arrodilla ante él levantándole la cabeza con sus manos. Mario se emociona porque no esperaba verla más. Su semblante refleja ahora la alegría del reencuentro. Tosca le muestra un papel que lee con avidez. ¡Eres libre!, grita Tosca. Se abrazan y ella le susurra palabras de esperanza que no logro entender.
El oficial interrumpe el abrazo y trae a Cavadarossi a la terraza. Le sitúan muy cerca de mí. Spoletta da unas instrucciones al militar y se forma el pelotón de fusilamiento. El pintor rechaza que le tapen los ojos. Mira a Tosca con la confianza de un enamorado. Ella le sonríe y le hace gestos de complicidad. La situación es un tanto extraña por lo inminente de la ejecución, por lo que intuyo que será interrumpida a última hora. El oficial eleva el sable y lo baja. Tosca se tapa los oídos. Se oyen los disparos y Cavadarossi cae al suelo. Ella sonríe y trata de no perder detalle manteniéndose de puntillas. ¡Qué bello es mi Mario! ¡Así se muere! ¡He ahí un artista!
Spoletta se acerca e impide que el oficial le dispare a Cavadarossi el tiro de gracia. Tosca sube por las escaleras hasta la terraza. ¡Oh Mario, no te muevas! ¡Se marchan…. Calla! Espera unos segundos hasta que se han marchado todos. ¡Rápido! ¡levántate! ¡Mario!, ¡Mario! ¡Levántate rápido, vayámonos! ¡Levántate...! ¡Mario! ¡Mario!
La escena en la terraza del Castel Sant' Angelo es demoledora. Tosca intenta mover a Mario y grita con las manos ensangrentadas. Scarpia la había engañado asegurándole que la munición para la ejecución sería de fogueo. Mario, como le ha ocurrido al propio Puccini, muere convencido de que su destino todavía no ha llegado.
La noticia de la muerte del malvado Scarpia llega a la fortificación y los soldados tratan de acorralar a Tosca que desesperada se lanza por la muralla. El doctor Ledoux muy consternado por la muerte de Puccini se dirige a casa desde el hospital en su coche y atropella mortalmente a un peatón.
La vida, como ocurre en la ópera, es tragedia.
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