Desde 1982, cada 21 de junio se celebra el Día Europeo de la Música. Aunque coincide con la festividad de San Luis (Ludwig, en alemán), no se concretó esta fecha porque Beethoven se llamase así y eso que este compositor refleja perfectamente el espíritu humanista ... y europeísta de la conmemoración.
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La razón de haber elegido el comienzo del verano como jornada tan señalada se debe a que en 1976, el músico americano Joel Cohen propuso que se tocara música en los dos solsticios del año (21 de junio y 21 de septiembre) y desde entonces, la cuidad francesa de Toulouse así lo hace.
Pero no fue hasta principios de los ochenta cuando un grupo de músicos se lanzó a la calle para compartir todo tipo de música con el fin de promocionarla como lenguaje diverso y universal para la humanidad.
Otro momento importante fue el Año Europeo de la Música (1985) porque se estableció la melodía de la «Oda a la Alegría» de Beethoven como himno oficial de la Unión Europea.
Europa ha sido históricamente importante. Además de ser cuna del Renacimiento y testigo de la Revolución Industrial, el sentimiento de pertenencia europeísta traduce valores e ideales que se han ido modelando desde la Antigua Grecia.
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Precisamente fue Beethoven un compositor con especial predilección por el mundo clásico, lo que tuvo claro reflejo en sus partituras. El músico alemán revoluciona la música en cada una de sus obras que no hay dos semejantes desde el punto de vista formal.
Uno de los motivos que hace singular a cada composición del genio de Bonn es su manera de tratar los temas musicales, ya que estos evolucionan en la obra como si fuesen los personajes de una novela. Cada tema permuta y se contrapone a otros, de manera que sufre modificaciones fruto de esa interacción.
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La originalidad de cada una de las obras de Beethoven hace que no podamos clasificarlas cronológicamente desde el punto de vista puramente musical. Las nueve sinfonías tienen una numeración establecida, pero podían haber sido escritas en un orden totalmente distinto.
El día de la onomástica de Beethoven es una excelente oportunidad de redescubrir su maestría como compositor. Cada obra de este compositor sorprende cada vez que se escucha, como si no fuese posible retener en la memoria tanto nivel creativo y artístico. Quizás sólo por ello deben ser consideradas obras de arte.
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A modo de conclusión, es pertinente recordar las palabras que dijo Richard Wagner tras escuchar la Sinfonía Pastoral de Beethoven: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
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