![No hay buen gobierno sin ética](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202201/23/media/cortadas/llll-kCiG--1248x770@La%20Verdad.jpg)
No hay buen gobierno sin ética
MESA PARA CINCO ·
Secciones
Servicios
Destacamos
MESA PARA CINCO ·
Vivimos tiempos duros en cuanto a la calidad del discurso público. En los últimos años, los países occidentales han sido testigos del auge del populismo y con ello, de esta moda de hacer oposición cuando se está en el poder y de actuar como la ... resistencia cuando se ocupa la oposición. Aunque el tono aburre, consigue ser tremendamente eficaz: crispa a la ciudadanía y potencia la desconfianza en las instituciones. El creciente descrédito de los jueces y de los científicos es un ejemplo de tal desconfianza. Si bien, en muchos de estos casos, el recelo está más que justificado, pues el interés político de influir en ellos se ha convertido en una tarea impúdica.
Basta con ojear la prensa y activar nuestra sospecha: parece que cada vez son más los políticos interesados en causas nimias, deseosos de inflar cualquier polémica para evitar que se hable de su gestión o de sus actuaciones como oposición. En este contexto, hay quien cree que las convicciones políticas y el interés por el bien común han pasado a mejor vida. Lo que ahora interesa es el espectáculo, la dialéctica barriobajera en el Congreso de los Diputados y la reacción sin tiempo de reflexión. Esta es, posiblemente, la nueva normalidad de nuestra clase política.
Ética y política son la cara y la cruz de una misma moneda. Pensadores como Plutarco y Cicerón ya advertían de que la ética era una garantía en el ejercicio honesto y justo del poder. Sin embargo, no es necesario remontarnos a la cultura clásica romana para encontrar grandes lecciones al respecto. La obra de Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política, es una propuesta actual sobre cómo la ética articula la vida social. Ella retoma la ética en su sentido más originario, es decir, como una dimensión del ser humano, fundamentada en su dignidad y en el reconocimiento recíproco de los otros; y no tanto como un catálogo de principios que rigen el comportamiento social.
Cada vez se hace más patente la necesidad de un rearme moral. No solo la corrupción merma la confianza de la ciudadanía en los representantes públicos. La deshonestidad y la irracionalidad de los políticos socava el progreso democrático. No hay buen gobierno sin ética y tampoco, buenos políticos. Personajes como Maduro o Boris Johnson, por no nombrar a una ristra de políticos de nuestro país, neutralizan el valor de la ética y con ello, depuran de responsabilidad sus acciones políticas.
Semana a semana comprobamos como falsos ídolos aprovechan esta situación para presentarse, según les conviene, como mártires o como rebeldes. Las redes sociales permiten simplificar esta doble condición. Mientras que el victimismo se convierte en un escudo perfecto para llamar la atención y reclamar cuestiones meramente identitarias, lo políticamente correcto funciona ahora como un reclamo narcisista, carente de espíritu crítico y cargado de susceptibilidad.
No es de extrañar que los motivos de indignación hayan aumentado y sean, en muchas ocasiones, meramente polémicos y triviales. Esta actitud es especialmente notoria en la ultraderecha, la izquierda woke y los independentistas. ¿Quién mejor que ellos para fraccionar, desde el privilegio, nuestras vidas y debates? Sirviéndose de la retórica, construyen un enemigo y luego se sienten perseguidos por sus ideas. Es evidente que, estos falsos ídolos, tampoco expresan mucha vocación de servicio. Parecen más interesados en seguir haciendo de la política un gallinero que en recuperar la relación entre ética y política.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.