Brinden por mí
MESA PARA CINCO ·
He decidido dejar de beber. Pese al miedo a no saber disfrutar de un concierto, a aburrirme en una larga prueba de sonido o a no ser gracioso cuando quede a cenarMESA PARA CINCO ·
He decidido dejar de beber. Pese al miedo a no saber disfrutar de un concierto, a aburrirme en una larga prueba de sonido o a no ser gracioso cuando quede a cenarCuando dejé de fumar hachís tuve que hacer frente a un miedo que en mi cabeza estaba vestido de certeza: no iba a saber escribir canciones nunca más. Asociaba de una manera intrínseca llevar dos canutos en el cuerpo a esa sensación epifánica de la ... creación, de la búsqueda y pesca deportiva de las musas. Pensaba, simplemente, que no sería aquel adolescente genial y creativo destinado a las más altas cotas de atención pública. Tenía poco más de veinte años y no había hecho ni una sola canción que le importara a nadie. Después de aquello he hecho cientos de canciones, he tenido miles de grupos, algún éxito, y vivo exclusivamente de la música desde hace más de diez años. Aparten de mí estas flores que me acabo de echar, pero la verdad es que todo eso lo he conseguido sin dar ni una calada desde hace (casi) otros veinte años.
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El caso es que he decidido dejar de beber. Y aunque parezca que la película es otra, sobre todo en el aspecto legal, en estas semanas abstemias he empezado a vislumbrar que en verdad la dependencia es la misma. Antes de nada, no vengo a decirle a nadie que deje de beber, no he convertido mi vida en un ejemplo nunca, que cada perrico...
Los motivos para dejarlo son varios e indiscutibles para mí. A saber, nunca me ha sentado especialmente bien, mi estómago y mis órganos no son dignos de un zapoi ruso, tampoco puedo decir que disfrutara especialmente del sabor de nada, y cuando tengo sed no me la quita ni la Coca-Cola, me la quita el agua.
Pero eso son excusas de las excusas, la realidad es que mis resacas duraban tres días de inhabilitación pública y privada, que me hacía un ovillo y no quería ver ni a mi gata, que el alcohol me empujaba a otros consumos, y que me ponía bastante gilipollas, llevando ya una inclinación obvia de serie.
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Sin embargo, no es eso de lo que quiero hablar, de los motivos, sino de los miedos, de los constantes avisos programados en mi cabeza para decir «no lo hagas», «no lo dejes», «por qué nos abandonas».
No voy a entrar en el complejo entramado social que nos muestra que si no bebemos somos raros, haría falta un libro largo (guiño guiño editores) para hablar de eso bien, lo que quiero contar es cómo mi cabeza sigue anclada a los mismos miedos que cuando dejé de fumar con veintialgo.
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El miedo es no saber disfrutar de un concierto. El miedo es aburrirme en una larga prueba de sonido. El miedo es no ser gracioso cuando quede a cenar con una chica. El miedo es no querer seguir de fiesta cuando todos continúen. El miedo es no pertenecer. El miedo es dejar de ser parte de algo. El miedo es una mierda, y el miedo es mentira.
Cuando este artículo vea la luz llevaré más de tres semanas sin probar una gota de alcohol, he estado otras veces más tiempo sin beber, nunca he sido un bebedor al que le supondríais un problema (he tenido también mis épocas más oscuras), pero esa tampoco es la cuestión.
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Lo central sigue siendo cómo en mi trabajo, en la música, en la creación, hemos impuesto un modelo de tormento creativo impulsado por el alcohol y las drogas, un mito literario del escritor solitario en la barra del bar, de la estrella del rock vomitando en un hotel, o follando en un jacuzzi con botellas de champán y bandejas de cocaína.
No voy a entrar en lo divertido o no que pueda llegar a ser pasar por esas etapas, no estoy para tirar yo la primera piedra de nada, la verdad, pero el caso es que esos miedos a 'no ser', a no formar parte de la intelectualidad, de la cultura, del arte, son los que siguen apareciendo periódicamente en mi cabeza.
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No tengo ninguna dependencia física del alcohol, pero las 'red flags' del mundo de la cultura, el amor, los amigos o la creación que me he ido creando desde niño son los que apuntalan esa idea de que si no bebes no participas.
Necesitaría cientos de hojas (guiño guiño editores volumen dos) para desarrollar todo el mito del alcohol en el arte, y desmontarlo con suerte. Sigo haciendo canciones que me gustan. Sigo bailando (más que nunca) en mis conciertos. Y sigo pareciéndole divertido a algunas chicas cuando quedamos a cenar. A mí me funciona. Brinden por mí.
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