Bosquejo de una teoría del deseo

No es casual que en el contexto de estrés e incertidumbre de la pandemia, parte del mundo haya perdido su libido

Domingo, 23 de mayo 2021, 01:49

Vaticina Nicholas Christakis, catedrático de Sociología y de Medicina en la Universidad de Yale, que tras la pandemia por la Covid-19 llegarán los locos años 20. El derroche económico y el desenfreno sexual se presentan como posibles secuelas sociales, pero también como los pilares ... de un mundo nuevamente accesible, cotidiano, sicalíptico... La vida no vuelve a la normalidad, pero lo intenta. Y, para que todo resulte más cínico y grimoso, afrontamos los avatares de esta nueva circunstancia con un ambiente festivo, con un titular picantón.

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El fenómeno resulta inteligible. El genio justifica su respuesta y echa la vista atrás para situar ciertas coordenadas sociológicas: las plagas son periódicas, poseen elementos comunes a lo largo de la historia y no pueden aislarse de los cambios sociales. Lidiamos con ello desde hace miles de años y parece que nuestro comportamiento social es, en cierto sentido, predecible. Christakis se atreve incluso a poner fecha: 2024 será (presuntamente) el año en el que vaciemos la cartera y nos entreguemos a las pasiones de la carne. Para entonces puede que haya subido la inflación (y no nos hayamos dado cuenta) y sigamos estancados en un error recurrente: creer que el deseo erótico no se aprende.

La pandemia ha sacudido nuestro estilo de vida y con ello, también nuestra vivencia de la sexualidad. Habrá quien defienda (y con razones) que el encierro supuso un plus para su vida íntima. Las estrictas restricciones fueron una excusa excelente para probar cosas nuevas: aumentó la curiosidad por la pornografía, las descargas de las aplicaciones de citas, las prácticas de sexting y las ventas de juguetes eróticos. Sin embargo, es probable que la vida erótica de las personas haya cambiado en direcciones bien distintas.

No es casual que en el contexto de estrés e incertidumbre de la pandemia, parte del mundo haya perdido su libido. Es una situación que han experimentado tanto las parejas como las personas solteras. Según un estudio realizado por el Instituto Kinsey en la Universidad de Indiana, en el año 2020, casi la mitad de las personas encuestadas manifestaron una disminución de su comportamiento sexual, incluida la masturbación.

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El deseo erótico es significativo y a menudo viene acompañado de experiencias que definen nuestra biografía. Es indisociable de nuestra condición sexuada y constituye una forma singular de vivirse, expresarse y relacionarse. Entiéndase que no se trata solo de 'ponerse como una moto'. De hecho, sostener esta creencia evidencia que se conoce muy poco de él. En referencia al deseo, también resulta desacertado defender que éste responde a cuestiones exclusivamente biológicas, fisiológicas y neuroquímicas.

Sí, nos beneficiamos de sistemas neurales que nos ayudan a discriminar determinados estímulos, los cuales predicen una hipotética ventaja en la supervivencia y la expectativa reproductiva. Sabemos también que las emociones tienen una explicación evolutiva y fáctica, implicando al cerebro de manera compleja. Se entiende además que, independientemente de la codificación cultural, sentimos y conceptualizamos el placer y el dolor. Pero, ¿bajo qué criterios, más o menos compartidos, valoramos que algo o alguien 'nos pone'? ¿Por qué algunos rasgos despiertan nuestro deseo y en cambio no aseguran que éste se ponga luego en marcha? ¿A qué se debe que determinadas situaciones o dinámicas contribuyan a que el deseo se manifieste de forma creciente?

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Por ejemplo, una persona puede sentir que su deseo erótico se enciende cuando observa a alguien con unos labios gruesos y, en una situación consentida y deseada, experimentar cómo su deseo, lejos de encender la moto, parece haberse dado a la fuga. ¿Qué ocurre aquí? La aparición del estímulo no es suficiente. El significado o significación que otorgamos individualmente a determinados estímulos es básico para la licitación de una emoción, esto es, del deseo erótico.

Es por ello que puede ser engañoso y ciertamente reduccionista creer que el deseo pasa por el consumo de reclamos eróticos (amantes, juguetes, citas o encuentros sexuales frecuentes). El capitalismo funciona como un parche para nuestra libido, pero no sortea la frustración, la culpa y la insatisfacción cuando fracasa el encuentro con el otro.

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En cualquier caso, el deseo necesita ser provocado desde la biografía individual. Erotizamos los estímulos dependiendo de nuestras particularidades, pero también atendiendo a los cambios relacionales y convivenciales que se dan en las parejas. ¿Qué perturba tu apetito? ¿Las prisas? ¿La fatiga pandémica? ¿La familiaridad constante y continua que acompaña a la pareja? ¿La desaparición del cortejo? ¿Los abusos de poder que marcan vuestra forma de vinculación? ¿No te sientes objeto de deseo? ¿Te gusta el jugador, pero te aburre el juego?

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