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Redacción de la revista 'España'. Sentados, Ortega y Gasset, Azorín, Pío Baroja y P. de Ayala. MARTÍNEZ BUESO

Azorín, cronista de la España invisible

Una exposición en el Arqueológico descubre el inagotable universo literario y periodístico del escritor y su especial vínculo con la Región

Sábado, 20 de octubre 2018, 17:41

Una pequeñísima parte de la casa-museo de Azorín en Monóvar (Alicante) puede verse estos días, hasta finales de noviembre, en la sala de exposiciones temporales de la primera planta del Museo Arqueológico de Murcia. La muestra 'Azorín, la fama póstuma' es una ocasión ineludible para volver a una voz inagotable de la literatura española. Como escritor y como periodista. Cartas manuscritas, libros dedicados por amigos como Machado y Juan Ramón Jiménez, su máquina de escribir Underwood, el escritorio y una de las librerías de su despacho... Todo para explicar «de forma muy sintetizada» diferentes rasgos de la figura de José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967), sus raíces, su iconografía, sus coetáneos. «Todo para provocar en el lector mayor interés por leer a uno de los intelectuales más importantes en España en la primera mitad del siglo XX. Tanto que sus obras están siendo traducidas a idiomas impensables hace años, como el serbio, el chino mandarín y el noruego», destaca el comisario y director de la casa museo de Monóvar, José Payá.

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Azorín visto por Vázquez Díaz, por Zuloaga, por Gaya, por Manuel Avellaneda, por Adelardo Parrilla. Con su pelo hacia atrás y su bigote rubio. Está el 'mecanuscrito' de 1943 de sus memorias. Originales escritos a máquina se conservan éste y el de 'Judit', una obra de teatro que iba a estrenar Margarita Xirgu y que permaneció inédita hasta 1993 en que fue publicada por la Fundación CAM con una edición de Mariano de Paco y Antonio Díez Mediavilla, y 'El cine y el momento' (1953). Azorín estuvo planteándose en 1904 qué iba a ser de él en 1960, si alguien se acordaría o qué pensarían de él. «En su libro 'Agenda', en 1959, ya cuenta que él pensaba que la fama con voz pregonera no le iba a cantar en Monóvar, y que se tenía que ver obligado a salir, y es cuando va a Valencia a la redacción de 'Pueblo' de Vicente Blasco Ibáñez, a los diarios 'El País' y 'El Motín' de Madrid, a 'Blanco y Negro' y 'Nuevo Mundo', al 'Progreso'... Hace todo un periplo hasta que consigue un sueldo que considera suficiente para vivir, que es en el diario 'España' de Manuel Troyano, que es el primero que apuesta por él, donde empieza las crónicas parlamentarias, que sigue en 'ABC', donde lo ficha Torcuato Luca de Tena».

Ortega Munilla, padre de Ortega y Gasset, lo ficha para hacer 'La ruta de Don Quijote'. Según recuerda Payá, Azorín preguntó: «Pero, ¿cómo me ficha usted a mí si yo soy un republicano? Ortega Munilla le dice que él no le había fichado por su adscripción política sino porque pensaba que era un buen periodista y un buen escritor». 'La ruta de Don Quijote' es el libro más traducido de Azorín, está prácticamente en todos los idiomas: primero en francés, luego en inglés y así el resto. Según Mario Vargas Llosa, solo con que hubiera escrito ese libro Azorín merecería estar en el canon de la literatura universal, así lo destaca en su discurso de ingreso (1996) en la Real Academia Española de la Lengua. Fue un espaldarazo para su figura.

Al menos en 50 títulos del alicantino se hacen referencias a episodios históricos y lugares de la Región de Murcia

El 98 es el grupo que pone el paisaje dentro de la literatura, el que más se preocupa de valorar el paisaje y de sentirlo. El paisaje sentimental es el que vive Azorín, que hace descripciones de todos sus cuadros (los de Benjamín Palencia y Sorolla pueden verse en la muestra) y de todos y cada uno de los muebles. Juan Ramón Jiménez y Azorín, junto con Blasco Ibáñez, es de los escritores que más hacen para poner en valor la obra de Sorolla, a diferencia de Unamuno y Pío Baroja, a los que no les llamaba la atención porque pensaban que su obra era como una fotografía. Sorolla pintó retratos a Azorín y Juan Ramón, que están en la Hispanic Society de Nueva York.

Una parte de la casa-museo de Monóvar se puede ver hasta finales de noviembre en 'Azorín, la fama póstuma'

Hay descripciones de Azorín sobre la montaña, sobre Calixto y Melibea, personajes que resucita en su libro 'Castilla' (1912), fragmentos de 'La España invisible', que publica en el diario 'La Prensa' de Buenos Aires. «Y para mí -subraya Payá- el paisaje más emocionante es el sentimental». Azorín cuenta cómo es Monóvar, Yecla y Petrer, los lugares de su infancia; Valencia, Madrid, París (donde vive el exilio)... En 1917 ya le dedica a Murcia un capítulo en su libro 'El paisaje de España visto por los españoles'. «Aunque, en realidad, contando todo lo que conlleva Murcia, desde La Fuensanta a todo lo que quieras, hay 50 libros donde se alude a Murcia».

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Su legado, objeto de congresos y tesis, sigue ofreciendo novedades

Donde más aparece, seguramente, es en 'Misión de España', en 'España' y en 'La voluntad', cuya trama transcurre en Yecla: «El cielo se extiende en tersa bóveda de joyante seda azul. Radiante, limpio, preciso aparece el pueblo en la falda del monte. Aquí y allá, en el mar gris de los tejados uniformes, emergen las notas rojas, amarillas, azules, verdes, de pintorescas fachadas...». Pío Baroja vino invitado por Azorín a Monóvar, durante una semana. Hizo un recorrido por la finca familiar en Salinas, y posteriormente se desplazan a Yecla, que era la tierra natal de su padre. Gracias a ese viaje, en 1901 Azorín escribe 'La Voluntad', que aparece en 1902, y Baroja escribe 'Camino de perfección', cuya acción transcurre en Yécora, que es Yecla. «Si no se hubiera producido ese viaje, esas dos obras no hubieran existido en las condiciones en las que las conocemos». Desconoce si Azorín publicó en 'La Verdad'. «Ten en cuenta que publicó 6.000 artículos», se asombra Payá, quien fue corresponsal en Monóvar de 'La Verdad' de Alicante.

Exilio 'cartujo' en París

En 1936 Azorín se exilia a París, como Pío Baroja, Menéndez Pidal y Pérez de Ayala y otros 300 intelectuales, aprovechando que era el presidente del PEN Club (Poetas, Ensayistas y Novelistas) en España. De Madrid a Valencia, y de ahí a Portbou. «En París es un cartujo. Intenta promover una asamblea entre los que han perdido, los que han ganado y los que se han exiliado voluntariamente. Pero Franco no contesta». En la exposición está el salvoconducto con el que pasa la frontera, su propio pasaporte, el nombramiento de la Real Academia de la Lengua, donde tuvo la silla P, que luego tuvo Díaz-Plaja, firmado por Antonio Maura, que era el presidente. Y el certificado de nacionalidad que le ayuda a conseguir Gregorio Marañón a su mujer, su sobrino y su cuñada. También está su propio sombrero. La descripción de su abuelo, que era un pequeño filósofo, y una muestra de su biblioteca -en la casa-museo hay 17.000 libros, la mayor parte del propio Azorín- en una librería con los cristales originales, de esos que tienen reflejos de agua. «Después de una Guerra Civil, de un bando haber asaltado la casa, de haber diezmado gran parte de los volúmenes que había de temas religiosos, después de que el otro bando se cargase todo el papel para reconvertirlo en papel de envolver, pues es casi un milagro que se haya salvado», subraya Payá. El verdadero Azorín es un profesional que trabaja denodadamente, que publica 148 libros y más de 1.000 cartas localizadas. En la muestra está el escritorio del literato, «pero lo que más utilizaba era la mesa de camilla». En un panel aparecen términos en desuso que se han plasmado a modo de juego para que los alumnos que participan en los talleres y visitas guiadas descubran que hay otro lenguaje. Todas están sacadas de textos, como chicarrero, alfolijado, merchaniego, bernegal, alojería... «Azorín hubiera sido el rey del tuit», destaca Payá. «Era punto y coma, punto y coma y punto. Pero es el Azorín del final, porque fue cambiando sus estilos y mejorando».

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Vuelve a España tras la guerra. En 1943, en 'Gaceta de la Prensa Española', dice: «He escrito en la mesa común de la Redacción; en ocasiones, en la misma imprenta, a última hora, ya pintando el alba. Me he ejercitado en todos los géneros periodísticos: en la noticia, arte más arduo de lo que se cree, en la ampliación de telegramas, en el artículo de fondo, en la crítica teatral, en la crónica del suceso de actualidad, en la crítica literaria y en los esbozos de costumbres. He conocido a los más notorios periodistas en los últimos decenios del siglo pasado y primeras décadas del XX...». Azorín no escribe porque sí. Por eso la mayor parte de sus artículos siguen vigentes, como sus referencias a Cataluña. Más de 200 artículos aparecen en 'La Vanguardia' de 1910 a 1918; en 'ABC' desde 1905 a 1930 y de 1941 hasta su muerte en 1967. Y colaboraba con periódicos argentinos y franceses.

Sigue siendo objeto de investigación. Más de 20 congresos se han celebrado en España sobre su obra, tan ingente y tan vigente que sigue sorprendiendo. A la vista queda en la exposición una semblanza de Gary Cooper. Sentía fascinación por Carmen Sevilla y Greta Garbo. Escribió teatro -con Muñoz Seca, por ejemplo- y Paco Rabal interpretó 'La guerrilla' en 1973 con motivo del primer centenario de Azorín. Fue un hombre generoso con los jóvenes escritores -con Alberti, Guillén, Salinas, Dámaso Alonso, Ridruejo, Cela y Laforet, entre tantos-; sufrió la censura, como todos los retornados, y reparó en esa España invisible de «pueblecitos sencillos, pobres, que poseen un ámbito profundo, especial». Queda mucho por descubrir de Azorín, sin duda, pero esta muestra nos asoma a su mundo y a su especial vínculo con la Región de Murcia.

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