![Andrés García Lara, guardián de la cohesión y la sostenibilidad rural](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/02/10/188207915-kRYG--1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Resistente a la aridez, como el pino carrasco, impetuoso en sus proyectos y con una ilusión tan enraizada como contagiosa, Andrés García Lara escapa a cualquier tópico y se implica una y otra vez en sus sueños, por abruptos que puedan parecer, como un alpinista incansable. Gerente del recién creado Grupo de Acción Local (GAL) del Territorio Sierra Espuña, ha hecho de la sostenibilidad medioambiental, social y económica una santísima trinidad en la que cree y por la que lucha junto a colectivos y asociaciones desde su experiencia como empresario turístico, desde su alma de montañero, desde su sentir como agricultor, desde su identidad rural. Su primer recuerdo de niñez le lleva al cauce del río Espuña, caminando junto a su padre, trabajador entonces de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. Criado en El Berro, una pedanía alhameña en la que apenas viven 80 personas durante todo el año, siempre soñó con volver a ese núcleo rural en el que descubrió la felicidad absoluta, aunque sus padres se habían trasladado a Alhama de Murcia buscando, precisamente, un mejor futuro para él y sus seis hermanos mayores. Impulsor del Camping Sierra Espuña en 1994, del que su mujer Rosa y él mismo siguen siendo socios, vinculó su proyecto de familia a la Hospedería Bajo el Cejo, una premiada aventura hotelera iniciada en 2007, cuya gestión dejó orgulloso, hace más de un año y medio, en manos de su hijo. Algo perezoso para dejarse caer por la ciudad en sus ratos de ocio, no duda en «echar los viajes que hagan falta» para visitar a su hija en Barcelona, donde realiza la residencia en la especialidad de Psiquiatría. Optimista defensor de la participación ciudadana en las decisiones que afectan a los territorios, buscador inquebrantable del equilibrio entre la protección de la biodiversidad, la rentabilidad económica y el relevo generacional en los entornos en vías de despoblación, sueña con ver en las portadas de los periódicos que la gestión del Parque de Sierra Espuña recupera su brío y vuelve a estar alineada con la Carta Europea de Turismo Sostenible, implantada en 2012 en el espacio protegido.
8.00 horas. Tenemos que revitalizar las zonas rurales. No se pueden convertir lugares como El Berro en sitios de visita de fin de semana, muy 'bonicos', como espacios decorados, pero sin nada dentro de sus viviendas. Uno de los mayores fracasos en la pedanía es que se ha cerrado el colegio. Hicimos un proyecto desde la asociación Agroeconatura para reconvertirlo en dos aulas de formación y en un obrador. El cierre de los colegios es el principio del fin de estos pueblos. No solo va envejeciendo la población, sino que estamos coartando el relevo generacional a la gente que quiere quedarse. Se necesita implicación política y recursos. Te encuentras con zonas en las que se están vendiendo los derechos del agua para llevarla a otros lugares. Has perdido el colegio, el agua... ya solo te queda que cierren el bar. La población está bajando a un ritmo imparable, a menos que hagamos algo para revertir la situación. Gebas [pedanía alhameña] ya está perdida, por desgracia.
7.30 horas. Sigo la actualidad, sobre todo en la radio, en el coche, en esa media hora que tengo para ir y volver desde el trabajo. Está todo muy polarizado, está presente ese instinto del ser humano que utiliza cualquier argumento para posicionarse en ventaja con respecto al otro y conseguir el poder. Si realmente trabajáramos todos en beneficio de todos, esto estaría resuelto. Somos una comunidad agraria y ganadera, que vive básicamente del sector primario. Siempre tenemos la tentación de explotarlo todo al cien por cien, porque nuestro único interés pasa por el máximo rendimiento económico, pero llega un momento en que es tan a corto plazo que solo se benefician algunas empresas, que no sé por qué razón da la casualidad de que son multinacionales. Aprovechan al máximo las posibilidades de la tierra y se van cuando ya las han explotado, dejándonos con toda la mierda que han generado.
18.00 horas. Ahora mismo lo que más me siento es agricultor, y es a lo que me dedico cada tarde. Hemos recuperado una zona para hortalizas y frutales y tenemos un viñedo. Se me saltan las lágrimas de pensarlo, porque era la ilusión de mi padre, que ya no lo puede ver porque no está. Poner en marcha el GAL es una transición, y me he empeñado en ayudar en todo lo que pueda, pero mi futuro está en demostrar que la agricultura de montaña también es rentable. Gracias a la puesta en valor de la marca Territorio Sierra Espuña, a esa cohesión territorial que se ha conseguido gracias al trabajo de mucha gente, ahora podemos demostrar que somos capaces de suministrar a los restaurantes de la zona todas las hortalizas que se producen aquí, con un agua que está fluyendo, sin pesticidas, una serie de frutas, nuestro propio aceite... Hemos hecho la prueba en nuestro establecimiento; lo que consumimos en el restaurante de Bajo el Cejo son productos de proximidad. El paso que tenemos que dar no es solo producirlo nosotros como empresarios turísticos, sino adquirirlo a los paisanos de la zona. No conseguimos que los productores vean esa rentabilidad, siguen produciendo para consumo propio, porque lo han hecho toda la vida, pero no se plantean venderlo aunque les sobre. Ese trabajo está por hacer.
17.00 horas. Creía que conocía todos los rincones de Sierra Espuña cuando tenía treinta años, y ahora, cada vez que salgo a andar, me encuentro un rincón nuevo, sigo descubriendo parajes, una biodiversidad en flora y fauna que hace especialmente atractiva la zona. Nuestros clientes encuentran algo más que una cama o un sitio donde poner su caravana: encuentran un modo de vida reconocible.
20.00 horas. Hace ya más de quince años quitamos la televisión del hotel, y, para ser consecuentes, también la quitamos en casa. El ordenador sí lo uso, de vez en cuando, para ver alguna peli, aunque prefiero leer. Ahora mismo estoy con 'La montañas de la mente', y me ha enganchado, porque trata de un irlandés que se aficiona al alpinismo y es algo en lo que me siento reflejado. Hay libros importantes en mi vida a los que de vez en cuando les doy un repaso, como 'Decidme cómo es un árbol', de Marcos Ana. Me recuerda a mi padre, que también estuvo en la cárcel por temas políticos durante la Guerra Civil.
15.30 horas. Salgo muy rápido de trabajar para hacer la comida, aunque hago solo cuatro guisos tradicionales que voy aprendiendo. Lo que mejor me sale es el marmitako, que me enseñó a cocinar mi amiga Sonsoles, del hotel Al Sur, en Calabardina. Mi mujer cocina los fines de semana, sobre todo arroces, y algunos días 'nos invitamos' en casa de mi suegra.
11.00 horas. Tengo muchos amigos y gente que conecta conmigo más casi por el corazón que por la coincidencia de proyectos, personas de las que aprendo mucho y que tienen los pies muy en el suelo. Entre ellos mi mujer. Es la que ha ido poniendo en el camino la sensatez que yo no tengo.
19.30 horas. Tengo cierta pereza para ir de conciertos, menos mal que mi mujer me obliga. El domingo pasado vi a Rodrigo Cuevas en el Folk Fest. Me parece un referente como artista y como persona, por cómo reivindica la vuelta a las tradiciones y su sexualidad. Vi un vínculo entre toda la gente que estaba en el Auditorio como quizá no había sentido antes.
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