Adultos y relaciones tóxicas
Mesa para cinco ·
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Al margen de la familia de origen, las relaciones románticas constituyen una de las formas de vinculación más intensas para el ser humano. Queremos que nos elijan. Deseamos descubrir el amor porque, en cierto sentido, eso nos hace sentir vivos. Gran parte de las relaciones ... de pareja, se inician tras ese maremágnum que es el enamoramiento. Los circuitos cerebrales que se activan en esta fase dificultan que podamos ser racionales y equilibrados. Por suerte, es solo un periodo transitorio...
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Muchas de nuestras expectativas sobre la relación, el futuro, la expresión del afecto o los planes compartidos aparecen durante el enamoramiento. Anhelamos la pasión, la seguridad, el apoyo incondicional. Cuando nos enamoramos queremos que nos comprendan, que nos reconozcan. Abrimos nuestra intimidad y buscamos, no solo ser correspondidos, también colmar de felicidad y satisfacción al otro. Así son los enamorados: libres, entusiastas e insensatos.
A medida que se cumplen años, se espera que amemos mejor. Sin embargo, muchos de nuestros dramas sentimentales aparecen y se desarrollan durante la etapa adulta. A ciertas edades, no es fácil encajar una ruptura, pero tampoco lo es menos reconocer que uno se encuentra atrapado en una relación tóxica. Esto es, en una relación donde el sufrimiento o el desgaste emocional marcan la dinámica de la pareja.
Cuando admitimos esta circunstancia, a menudo conectamos con sentimientos ciertamente incómodos como la vergüenza, la indefensión y el fracaso. El sistema de protección de la pareja no funcionó y acumulamos ausencias, desprecios y abandonos. ¿En qué momento olvidamos que éramos seres válidos, dignos de afecto y respeto? ¿Acepté ser menos para que el otro fuera más? ¿Fue solo la concesión excesiva ante los deseos de la otra persona lo que condujo a esta peligrosa dinámica? ¿Por qué no puedo romper con esta persona si no me hace feliz?
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El autoengaño suele preceder a estos interrogantes. Muchas personas se intentan convencer de que 'su amor es diferente', de que la situación 'ya cambiará' o de que 'a pesar de todo, hay cosas buenas...'.La repetición de estas ideas conduce inevitablemente a la normalización o, dicho de otro modo, acabamos por disfrazar nuestras inseguridades y miedos de argumentos aparentemente racionales.
Hay quien excusa comportamientos inadecuados o transmite que está bien lo que no está por miedo al rechazo. Negamos el daño porque tememos el dolor de la pérdida, de la ruptura. Si bien, el hecho de no afrontar con honestidad lo que está pasando, nos lleva a que estemos continuamente a su merced. Evitar la posibilidad del dolor es, asimismo, negarnos la posibilidad de la liberación, del placer.
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En el fondo, estas justificaciones están estrechamente vinculadas con la baja autoestima, la falta de experiencia, la dependencia emocional, la ausencia de referentes sobre relaciones sanas y las expectativas erróneas o poco objetivas sobre el amor. Estos esquemas cognitivos y creencias acaban por marcar nuestra perspectiva sobre los afectos e influyen en nuestra toma de decisiones. No obstante, el elemento que provoca que las relaciones tóxicas sean tan adictivas y se prolonguen en el tiempo es que funcionan con un refuerzo intermitente. Sí, como si fuera una máquina tragaperras. Ahí estás tú, dejándote la ilusión, el tiempo, las ganas... Asumes una espera pasiva y anhelas poder ser amado y respetado, quizás, en algún momento... ¿En un golpe de suerte?
La calidad de nuestras relaciones interpersonales influye en nuestro bienestar psicológico. Por ello, considero que es importante educar en el amor saludable y en la práctica de las relaciones positivas a lo largo del ciclo vital. No olvidemos que, además de la necesidad de afecto, los seres humanos necesitan tomar decisiones para ser felices y estas, son mucho más urgentes cuando habitamos relaciones que están en ruinas.
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