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Carlos Costa, extenista profesional y actual mánager de Rafa Nadal, ha destacado en alguna ocasión los distintos factores para desarrollar el talento deportivo de los jóvenes tenistas: desde el entorno familiar a la buena selección de profesionales, pasando por la salud mental. Viene a decir que lo que tiene que conseguir un buen representante es que el ámbito deportivo y el personal estén equilibrados. Estas tres premisas, si es que están incluidas en el manual del buen representante del tenista, Albert Molina hace tiempo que también las aplica, y con un resultado excelente.
El representante de Carlos Alcaraz, flamante campeón de Wimbledon y número uno del mundo, gracias a una enorme experiencia que le hace tener todo bajo control, está aportando al jugador con mayor proyección del tenis mundial esos tres factores a los que se refiere el cofundador de la Academia Rafa Nadal. Pero con eso no basta para entender el enorme estirón que está dando el tenista de El Palmar, cuyas consecuencias harían perder la cabeza a más de uno. Pero no a Carlitos, «un chico muy fácil de representar a pesar de su juventud. Muestra una madurez increíble, se puede hablar con él de cualquier asunto y lo entiende todo muy fácilmente porque es inteligente y aprende de forma rápida. Es un lujo trabajar con él desde el plano personal», ha dicho Molina más de una vez de su trabajo al lado del joven tenista murciano de solo 20 años y ya en la cumbre del tenis mundial.
Molina tiene muy claro que es lo que tiene que hacer con Carlos, no improvisa. Hay carreras que se van manejando sobre la marcha, en función de los triunfos y de los patrocinios que van llegando, pero Albert tiene muy clara la estrategia de patrocinios para saber cuáles convienen o no. Ahora mismo la velocidad de Alcaraz es de crucero. Los triunfos, que están siendo grandes triunfos, están llegando con una celeridad inesperada. El éxito deportivo acarrea una catarata de intereses y hay que estar muy atento para no equivocarse, para saber qué es lo que merece la pena y qué es lo que hay que dejar pasar de largo. Este es el momento en el que las grandes firmas dan el paso y se ponen en primera línea.
Para triunfar y atraer a esas grandes marcas es clave que el deportista de turno tenga talento, pero Molina sabe que sin trabajo, esa capacidad no lleva a ningún sitio. Con Carlos Alcaraz no lo tiene demasiado difícil. Como a todos los jugadores a los que ha llevado, este ejecutivo catalán le pide trabajo diario, también que sea profesional durante las 24 horas del día. «Carlos en eso es un diez y también le ayuda mucho el entorno familiar y lo mismo digo de los entrenadores que han trabajado con él y que lo han sabido llevar hasta que llegó Juan Carlos Ferrero», ha dicho en más de una ocasión Molina, quien también ha añadido que «el equipo, en ese sentido, es clave pues los éxitos no los logra solo una persona».
En el equipo es básico el entrenador. Albert, representante de Carlos Alcaraz desde que el tenista murciano tenía 13 años, lo tuvo claro y llamó a la puerta de la academia de Juan Carlos Ferrero, quien vio el filón a la primera. Pronto, cuando el tenista apenas tenía 15 años, comenzaron a viajar juntos por todo el mundo. Había que empezar a darse a conocer en los torneos pequeños, con dedicación y paciencia. La materia prima era excelente, pero había trabajo por hacer, ordenar el talento, atemperar la cabeza y construir un físico apropiado para incorporar a Alcaraz a los retos mayores.
El tenista de El Palmar daba golpes en la pista, Ferrero impartía sus lecciones para perfeccionar el juego del joven y Molina, siempre concentrado y dándole vueltas a lo que es mejor para Carlitos, hacía sus números. Su enorme experiencia le hace tener todo bajo control. El peso que lleva encima le hace parecer distante desde que se levanta hasta que se acuesta, menos cuando Carlos Alcaraz gana Wimbledon, como se pudo comprobar el pasado domingo, cuando se vio a Molina disfrutar a lo grande junto a la familia y al resto del equipo que acompaña al número uno del mundo, pero sus más cercanos hablan de él como de una persona amistosa, cercana y, eso sí, responsable al máximo.
En la parte comercial, la que domina este mánager catalán, Carlos Alcaraz empezó solo con el patrocinio de Babolat, su marca de raquetas, y en 2019 sumaron a Nike. Ya en 2022, con la magnificación de logros deportivos, aceptaron acuerdos con ISDN, Rolex, BMW y Calvin Klein, además de volverse embajador de la fundación El Pozo Alimentación y del departamento de Turismo de Murcia, su región. Carlitos augura un futuro mucho más brillante para su palmarés; es decir, que lo mejor puede estar aún por llegar, y Albert Molina lo sabe.
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