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El progreso no siempre es nítido y aceptado por la Sociedad, incluso, a veces, no es tal progreso. El lenguaje nos suele traicionar y violenta los significados con harta frecuencia. El término innovación es uno de esos que, en base al mal uso, llega a ... perder significado. El 99% de las cosas que rotulamos como innovadoras no pasan de ser ocurrencias y como mucho novedades.
A la tecnología le ocurre algo parecido. Ni toda la tecnología contribuye al progreso, ni hay por qué aceptarla sin más. En gran cantidad de casos no pasa de ser una simple y llana ocurrencia de algo de no mucho valor. Pero el hecho de ver el mercado, tampoco garantiza la innovación. Tan solo después de que la Sociedad lo ha asimilado y, en caso de aportación significativa a la mejora de alguna parcela de la vida de la especie humana, es entonces cuando alcanza el status de innovación. El coche lo es, muchas mecanizaciones lo son, la computación lo es, la nanotecnología lo es, el láser lo es, el móvil lo es, la Inteligencia artificial lo es y un largo etcétera. Pero no lo es, necesariamente una empresa que se rotula innovadora, ni una idea innovadora, ni tiene por qué serlo un producto que haya recibido una financiación pública o privada en una convocatoria denominada de innovación. No lo es toda la innovación que se proclama.
Por otro lado, no todo el mundo asume la bondad de la tecnología. La técnica, que proviene de la Ciencia, es la que posibilita una realización concretándola, poniendo al alcance nuestro algo que o la Naturaleza mantenía alejado de nosotros o no éramos capaces de materializar artificialmente. La tecnología viene a concretar la forma de realizarlo. No todas las tecnologías aportan soluciones satisfactorias. En los primeros pasos del maquinismo estas ideas estaban bastante claras. Las máquinas irrumpían en el mundo laboral y en las consecuencias sociales que desencadenaban. La sustitución de la nobleza del trabajo que proclamaban los ámbitos económicos y religiosos, con todas las reducciones habidas hoy, que posibilitan el disfrute de las gentes y no solamente la atadura acaparadora de la producción, daba paso a no disponer del medio para ganarse la vida. La promesa de creación de trabajo en otros frentes y niveles, de momento deja fuera a una fuerza laboral a la que sustituye y, según la edad que se tenga, puede ser su final del periodo de vida laboral, como estamos viendo día sí y día también. El anarcosindicalista francés Émile Pouget (1860-1931), escribía: «El trabajador solo respetará la máquina el día que ésta se convierta en su amiga, reduciendo su trabajo, y no como en la actualidad, que es su enemiga, quita puestos de trabajo y mata a los trabajadores». Mucho se ha dicho y escrito sobre los luditas.
Ned Ludd nunca existió, pero se convirtió en la referencia del líder de la Inglaterra de comienzos del XIX que concitaba la suma del desencanto provocado por la pérdida de trabajo consecuencia de las guerras napoleónicas. El 11 de marzo de 1811 surgió el movimiento ludita en Notingham. Las amenazas y ataques a la industria textil en vías de renovación eran firmadas por Ludd. Telares destruidos, soldados movilizados, muertos, encarcelados, leyes represoras. Pero dado por finalizado el movimiento en 1813. Como luego puntualizaran estudiosos del movimiento ludita, «no es la tecnología, sino el capitalismo».
Hoy sigue manteniendo el significado de cuestionar el progreso, la oposición a la implantación de cualquier tecnología. Hay una fundación para la Tecnología de la Información e Innovación radicada en Estados Unidos, financiada por grandes compañías tecnológicas como Google, Dell o Microsoft, que dicen apostar por la innovación tecnológica como fuente de progreso económico y social y desde 2015 convoca y otorga los Premios Ludita, más apropiadamente neoluditas, valorando «la capacidad de convencer a la gente y a los políticos de que la innovación tecnológica es algo que debe ser temido y contenido». Así que, según esto, a los neoluditas se les atribuye querer «un mundo, en gran medida libre de riesgo, innovación y cambios incontrolados». En 2015 fueron premiados Stephen Hawking y Elon Musk, el primero archiconocido astrofísico y el segundo es el cofundador de Paypal, Tesla y SpaceX, simplemente por alertar de los peligros de la Inteligencia Artificial. Están desacreditados, por tanto los citados premios. Habrán otras pretensiones, como siempre inconfesables y no por parte de los premiados.
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