Herederos de Peral

La entrega del S-81 no hay que verla solo como un logro para la marina de guerra española, que podrá potenciar con sumergibles convencionales de última generación su mermadísima capacidad submarina actual. Los S-80 están equipados con alta tecnología, disponen de mejores armas y necesitan la mitad de la dotación que los antiguos y más pequeños S-70 para realizar las labores de vigilancia, inteligencia, disuasión y, en caso necesario, ataque que le sean encomendadas. Pero también abre otra puerta en los negocios internacionales a la empresa pública Navantia, que ingresa en un exclusivo club de diez astilleros de todo el mundo capaces de diseñar y construir submarinos.

Pero nada de eso saldrá adelante si la empresa pública no aumenta adecuadamente su capaz plantilla de ingenieros y técnicos cualificados con el objetivo de diseñar, construir y entregar buques en similar plazo que sus competidores. Los contratos internacionales que puedan llegar en el futuro están condicionados a un ineludible aumento de la productividad, difícil de lograr por la vieja conflictividad social interna.

Mientras, la primera dotación del S-81, formada por dignos herederos de Peral, sigue inagotable, minuciosa y profesional en la tarea de puesta a punto de un buque que ya es historia de España.