Comandante Eva Navarro

Como es habitual por estas fechas, la yeclana Eva Navarro tiene mesa reservada en este suplemento. Casi siempre ocurre por una razón sencilla: cada curso añade una muesca a su empenachada hoja de servicios. Es lo que pasa si te dedicas en cuerpo y alma a algo. Y es que con cinco años ya empezó a patear la pelota y tuvo los primeros piques con su hermano por las calles de Yecla. Subía al autobús y seguía sin soltar el balón. Tan fuerte le había dado. Desde entonces, no ha parado de orificar un currículo hasta hacer cumbre en 2023 con todo un Mundial bajo el brazo. Campeona de Europa y del mundo sub-17, el torneo de Australia y Nueva Zelanda ha sido el más rutilante, sí, pero también el más difícil, porque antes tuvo que dejar atrás hasta tres lesiones: una menor, en el hombro, pero dos de ellas graves. Fue cuando se rompió el ligamento de una rodilla, que le llevó al quirófano hasta en dos ocasiones. El Bayern la llamó 'la Messi de España' cuando quiso ficharla y de niña iba siempre con su equipación de España soñando con que un día la vestiría en un campo. Como es lógico, para su primera comunión pidió un balón, qué otra cosa iba a pedir. Así que el zarpazo de las lesiones que la tuvo de baja casi dos años antes del Mundial fue su Everest particular, una prueba durísima que amenazaba la pasión de su vida. Su familia lo sabía e intentó auparla aquellos días dejándole carteles en las puertas y recovecos de casa: 'Coraje y corazón', ponían. Era su forma de darle ánimos. No es de extrañar que tras debutar en el Mundial dijera: «Tras lo mal que lo he pasado, es genial estar aquí».

Y si estar allí fue una cosa genial, ganar fue ya una cosa de locos. Así que ella no lo dudó a la vuelta, cuando el avión que venía de Sídney se acercaba a Madrid con las campeonas dentro. Tomó el sistema de sonido y soltó por megafonía lo que llevaba: «Les habla la comandante Eva Navarro. Quiero deciros que hemos subido al cielo y hemos cogido una estrella», dijo con entusiasmo y añadió: «Vamos a seguir volando».

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