En este año aciago, el sector agroalimentario se ha convertido en una de las principales tablas de salvación de la economía regional -al menos, ha ... amortiguado el impacto de la crisis- con un activo protagonismo desde el primer día de la pandemia. El campo en su sentido más amplio se manifiesta como un valor seguro frente a otros sectores fuertemente vapuleados por la Covid, aunque arrastra sin embargo una larga lista de reivindicaciones y problemas aún sin solución, como los bajos precios que lanzaron a las calles a principios de año a cientos de miles de agricultores y ganaderos en toda España, asfixiados y en una situación límite. El centro de Murcia fue escenario de una protesta multitudinaria, cuyos ecos aún persistían cuando empezó a asomar la pandemia.

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Digamos que mucho del mundo conocido quedó en suspenso, pero la producción de alimentos y su distribución funcionan a pleno pulmón. El sector agroalimentario sigue no obstante con su apretada agenda de problemas y desafíos, como el programa 'De la granja a la mesa' de la UE, que pretende hacer una agricultura más sostenible, unido a la nueva PAC verde.

Asimismo, a lo largo del año ha planeado sobre el sector el periodo transitorio marcado por el 'Brexit', que tiene que desembocar antes del 1 de enero en un acuerdo comercial entre el Reino Unido y la Comisión Europea. Finalmente el sector respiró aliviado pues hubo pacto.

Ha sido otro año pasado por agua, en su sentido más amplio. Crecen las amenazas al Trasvase Tajo-Segura desde varios frentes: a las iniciativas del gobierno de Castilla-La Mancha en pos de cercenar el acueducto, se une el proyectado incremento de los caudales ecológicos del Tajo y el cambio de las reglas de explotación. La desalación, cara y dudosamente sostenible, sigue ahí.

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