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Equipo del Centro TecnológicoNacional de la Conserva, con sudirector, Pablo Flores, y supresidente, José García Gómez, al frente. CTNC

El templo de la tecnología agroalimentaria

El CTNC se mantiene desde Molina de Segura ·

El CTNC se mantiene desde Molina de Segura a la cabeza de la innovación a nivel nacional, pese a que el sector conservero que le da nombre ya no protagoniza la actividad industrial de la Región, como en otra época

Martes, 6 de junio 2023, 00:18

El 6 de febrero de 1885 el 'Diario de Murcia' recogió la primera mención a una fábrica conservera en la antigua provincia. Antes de ese momento únicamente se conoce la existencia de algunos pequeños talleres de almíbares, sin la entidad de las instalaciones de Tomás Museros que figuran en la publicación, en la que sin embargo no aparece su verdadera denominación: Señores Museros y Peña. Unas décadas después, en 1930, la actividad, que ya sumaba medio centenar de establecimientos, protagonizó el florecimiento industrial de la Región.

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El tremendo empuje que experimentó el sector desde ese momento impulsó un cuarto de siglo después, en 1957, la creación del Centro de Investigación de Frutos y Conservas por parte del químico Antonio Soler. Esa fue la semilla del actual centro de referencia de investigación tecnológica de esta industria en España: el Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y la Alimentación (CTNC), que ya ha cumplido 25 años operando bajo esta denominación. Su historia oficial arranca 35 años antes, en 1962, cuando se constituyó bajo la denominación de Asociación de Investigación de la Industria de Conservas Vegetales (AICV), como organización privada y sin ánimo de lucro que tuvo a Soler en la dirección.

En nuestros días, cuando el sector conservero ya no es el gran buque insignia de la actividad industrial en la Región, el CTNC sí ha logrado mantenerse a la cabeza del desarrollo tecnológico agroalimentario. Ahora, aclaran sus responsables, no se limita a ser « solo un centro de investigación en tema de conservas, sino [que ofrece] multitud de servicios y tecnologías relacionadas con el mundo de la alimentación». Básicamente, dedica sus recursos a generar un conocimiento tecnológico útil para las empresas, con las que colabora como socio estratégico, con el objetivo último de «mejorar su competitividad y contribuir así a su desarrollo económico». Sus servicios atienden ahora a cerca de medio millar de compañías de media al año de la industria de alimentos procesados, transformado y conservación de alimentos. Por sus talleres y laboratorios, situados en Molina de Segura, se analizan, certifican y mejoran golosinas, condimentos y especias, salsas. platos preparados, congelados vegetales, conservas vegetales, alimentación animal, conservas pescado, zumos y bebidas alcohólicas, aceites y grasas, aditivos alimentarios, productos cárnicos, embutidos, productos lácteos, harinas y derivados, legumbres, bollería, etc.

Por sus talleres y laboratorios pasan ahora desde platos preparados a golosinas, cosméticos y biomateriales de medio millar de firmas

«Trabajamos con casi todo tipo de alimentos y bebidas», resume su actual director, Pablo Flores, que define la actividad del CTNC apuntando que es algo así como «el departamento de I+D+i de cientos de pequeñas, medianas y grandes empresas de alimentación». Flores insiste en que en cada alimento que tomamos «hay mucha innovación detrás, miles de horas de investigación y cientos de personas trabajando para hacer que cada bocado sea una experiencia única, y a eso contribuimos en el CTNC». Aunque, más allá de la investigación y el desarrollo tecnológico, el centro cubre tareas de asesoramiento de innovación y desarrollo de nuevos procesos y productos; presta servicios de análisis en ámbitos como las homologaciones, certificaciones y normativas alimentarias, y «actúa como asesor y agente instrumental al servicio de la política tecnológica de las administraciones públicas», entre otras funciones. «Somos el soporte técnico, analítico y normativo para la industria agroalimentaria», sintetiza Flores.

En su sede molinense cuentan con una planta piloto donde se desarrollan, «con las tecnologías más avanzadas» y a escala semiindustrial, procesos y productos para la industria alimentaria, cosmética y de biomateriales». Entre «los objetivos más importantes que tiene el CTNC» de nuestros días, cuenta Pedro Flores, figura «asegurar el crecimiento y liderazgo de las empresas alimentando a una sociedad más sostenible». Con esta premisa, en el CTNC, concreta su director, «trabajamos, sobre todo, con proyectos relacionados con la economía circular, con la valorización de subproductos».

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Se trata, especifica, de «dar una segunda vida a los residuos alimentarios, sobre todo vegetales, cítricos, alcachofa, brócoli...». De este modo se obtienen nuevos productos alimentarios (piensos para animales o aditivos, por ejemplo), ingredientes naturales (fibras, almidones, azúcares, vitaminas, polifenoles, antioxidantes, conservantes...), biomateriales (polímeros a partir de estos subproductos) y proteínas vegetales, entre otros. «La forma de fabricar, consumir y transportar alimentos está cambiando y la sostenibilidad y la economía circular ha venido para quedarse», precisa.

Para lograr sus avances, las instalaciones del CTNC en Molina de Segura disponen de tecnologías de encapsulación, con las que se protege a los productos de la luz y el oxígeno; tecnologías de optimización de procesos y desarrollo de nuevos alimentos; líneas de procesado y envasado para multitud de productos; líneas de pasteurización y esterilización; tecnologías de procesado de alimentos refrigerados y platos preparados; tecnología de tratamientos de aguas residuales complejas de la industria alimentaria, y recursos de seguridad alimentaria (validación de procesos de esterilización en especias, control de alérgenos, identificación de microorganismos, detección e identificación de material transgénico en vegetales, estudios de vida útil y estudios de migración en envases alimentarios).

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Flores explica que, en la actualidad, el CTNC es una entidad abierta centrada en «la transferencia de conocimiento en el sector agroalimentario», y reitera: «Estamos al servicio de todas las personas, empresas e instituciones que componen el sector y que día a día trabajan para ofrecer soluciones a los problemas actuales».

Equipo de filtración durante un ensayo en las instalaciones. CTNC

Dos siglos hirviendo latas que nos han cambiado

El tradicional método de calentar con agua hirviendo los alimentos contenidos en recipientes sellados para que duren más tiempo, desarrollado originalmente por el francés Nicolás-Francisco Appert a principios del siglo XIX para facilitar la alimentación de las campañas napoleónicas, arrancó un proceso que ha cambiado la alimentación humana, y que sigue evolucionando. El consumidor actual, explican en el CTNC, «requiere, cada vez más, productos más frescos con alta calidad sensorial y nutricional y con una adecuada vida útil». Ya no solo se trata de conservar. Ahora es vital también que el producto mantenga sus cualidades nutricionales, que guste y que sea seguro, entre otras variables. «Trabajamos en el estudio, desarrollo y aplicación de técnicas innovadoras de conservación que permiten a las empresas alcanzar estos requisitos».

Ahora, añade la fuente, se aplican «procedimientos de conservación físicos, térmicos y no térmicos y avanzamos en la sustitución de conservantes sintéticos por conservantes naturales», por ejemplo. Una plantilla de 40 personas trabaja actualmente, junto a más de una decena de alumnos en prácticas, en esta entidad para lograr sus objetivos. Para ello cuentan con el respaldo directo de las 108 empresas que tiene asociada y los más de 430 empresas clientes a las que el año pasado prestaron servicios. Ese último ejercicio, el CTNC ejecutó 68 proyectos, prestó 390 servicios tecnológicos, completó más de 88.000 analíticas e impartió 29 actividades de formación para más de 1.500 técnicos. Con todo ello logró un volumen de negocio superior a los tres millones de euros.

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