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La Ley de Prevención de las Perdidas y el Desperdicio Alimentario, aprobada la semana pasada en el Congreso, no solo pone el foco en medidas para reaprovechar los excedentes que no venden las grandes superficies o las sobras de las comidas en los restaurantes, como se ha recogido ampliamente estos días. Buena parte del 30% de la producción de alimentos que se acaba tirando en la actualidad se pierde en los primeros eslabones de la cadena alimentaria: entre la cosecha y su transporte a los supermercados.
Ahí es donde ya lleva tiempo trabajando la ciencia agraria regional para convertir esos desechos en nuevos productos útiles para su comercialización. De esa manera, no solo se reduce la pérdida anual de en torno a 250 euros por persona (algo más de 30 kilos por habitante) que acaban en la basura, sino que además se generan vías de aprovechamiento comercial de unos sobrantes que todavía atesoran un importante rendimiento.
El reverso de esta tendencia que combina el cuidado medioambiental, la sostenibilidad y el beneficio económico es que todavía depende en un alto grado de ayudas de la Administración. Y ahora, además, se atisba la sombra de una vuelta a prácticas comerciales más agresivas, en la que estas 'vías verdes' no tienen tanta cabida, alentadas por las combativas políticas que se impulsan desde Estados Unidos.
Desde los tallos y las hojas que acompañan a los productos cosechados hasta las propias frutas y hortalizas que, por estropearse o no cumplir unos cánones han acabado tradicionalmente para poco más que comida de animales, abono para el suelo o directamente en el contenedor, guardan cualidades apropiadas para su reaprovechamiento. Son subproductos susceptibles de emplearse como ingredientes para enriquecer otros productos alimentarios o bien para elaborar cosméticos, artículos nutracéuticos (alimentos con particulares beneficios saludables) o incluso bioplásticos, por ejemplo. «Cada vez más nos piden hojas de alcachofa, de brócoli, de coliflor o espinacas para extraer biomoléculas activas para utilizarlas en cosmética, complementos alimentarios o farmacia», confirma el director técnico de la Asociación de Productores-Exportadores de Frutas y Hortalizas de la Región de Murcia (Proexport), Abelardo Hernández. «Prácticamente, cada cultivo tiene una posibilidad de entrar en este sistema de aprovechamiento, aunque es verdad que los volúmenes son escasos» todavía, reconoce.
Antes de que la conocida como ley contra el desperdicio alimentario se tramitase en el Congreso, el sector regional ya llevaba tiempo buscando vías de explotación de estos componentes. «Murcia está teniendo un papel muy importante en iniciativas europeas de bioeconomía y sostenibilidad para maximizar el uso de residuos agroalimentarios», resume Pablo Flores, director del Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y la Alimentación (CTNC). Esta entidad de investigación, desarrollo e innovación sin ánimo de lucro con sede en Molina de Segura es un referente en la búsqueda de nuevas soluciones para extraer un rédito a los sobrantes de la producción agroalimentaria.
Flores advierte de que, en la actualidad, «gran parte de la investigación en valorización de subproductos depende de fondos europeos o estatales, lo que puede generar incertidumbre a largo plazo». De ahí que «se necesitaría más apoyo directo a proyectos regionales para consolidar el sector», afirma.
En esta Comunidad, continúa el director del CTNC, ya se cuenta con notables centros tecnológicos, universidades y empresas «que lideran investigaciones en valorización de subproductos agroalimentarios, con importantes avances en cítricos, industria cárnica y extractos bioactivos. Sin embargo, aún hay áreas de oportunidad en la transferencia de tecnología, la diversificación de investigaciones y la financiación estable a largo plazo», afirma.
En este contexto, se auguran nubarrones desde el otro lado del Atlántico, «si Estados Unidos abandona su compromiso con la sostenibilidad». Flores muestra su preocupación por esta circunstancia debido en particular a que «otras economías podrían seguir su ejemplo, lo que podría ralentizar la demanda de ingredientes obtenidos a partir de subproductos agroalimentarios». La posibilidad de que se acaben relajando las regulaciones ambientales por estos movimientos «daría una ventaja competitiva a empresas menos sostenibles al reducir sus costos de producción», lo que no suene nada bien por estas tierras.
«En Murcia, muchas empresas han invertido en valorización de subproductos por exigencias regulatorias y de mercado. Si el mercado global se vuelve menos exigente, algunas empresas podrían cuestionar la rentabilidad de estas inversiones», augura. Sin embargo, no parece que una producción despreocupada por los desperdicios que deja por el camino sea lo más inteligente en el mundo que nos espera.
«Se calcula que la población mundial aumentará en los próximos años hasta alcanzar la cifra de 9.700 millones de personas en 2050», apunta la catedrática de la Universidad de Murcia (UMU) María Ángeles Pedreño, especialista en reaprovechamiento agrario del departamento de Biología Vegetal. «Esta perspectiva de futuro plantea serias preocupaciones sobre el incremento de la producción de residuos resultantes de los procesos de fabricación de alimentos y de subproductos resultantes de la producción hortofrutícola que, siguiendo la tendencia actual, aumentará un 70% en los próximos 40 años», apunta.
De este modo, más allá del desinterés que ahora llega de Estados Unidos, «los subproductos y desechos de las industrias agroalimentarias están acaparando la atención internacional» en general. La mayor demanda de producción, apunta Pedreño, «ha venido promoviendo un incremento en la generación de residuos y subproductos agroindustriales», que por una parte es necesario gestionar para no generar un efecto negativo sobre la biodiversidad, la salud humana y el medio ambiente, y al mismo tiempo es susceptible de su reaprovechamiento como fuente de riqueza.
De este modo, vaticina Pablo Flores, del CTNC, al tiempo que Estados Unidos, y otros países arrastrados por su nueva política, decaen en la atención hacia estos asuntos, los países europeos y asiáticos «pueden compensar esa demanda, por su apuesta por el pacto verde», ahora en camino de perderse si Estados Unidos prioriza lo barato sobre lo sostenible. En ese caso, «Murcia, con su ecosistema de innovación agroalimentaria, podría fortalecer alianzas con la UE y mercados con regulaciones estrictas (Canadá, Japón, ...) para mantener la cuota de mercado». Paradójicamente, «si EE UU abandona la agenda verde y Europa la refuerza», conjetura, «se podría generar una oportunidad en el sector europeo».
El experto no oculta que la retirada de Estados Unidos de la agenda lleva camino de suscitar incertidumbre y una posible desaceleración de la valorización de subproductos del agro en mercados globales. Pero, al mismo tiempo, confía en que, «mientras Europa siga impulsando la economía circular para adaptarse a la evolución de los mercados», se irá «consolidando su posición como un referente en sostenibilidad dentro de la UE», al tiempo que continuará «explorando mercados donde esta ventaja competitiva sea valorada». Paradójicamente, concluye, el proceso «podría mejorar la reputación de nuestras empresas».
Desde el lado de estas compañías agrarias de la Región, el director técnico de Proexport, Abelardo Hernández, es tajante: «Nuestra actividad tiene más años que la agenda verde e incluso que Trump, y el aprovechamiento de restos es una necesidad, independientemente del color de las agendas que haya».
Al mismo tiempo que admite los condicionamientos de «las políticas en vigor», Hernández insiste en restarle peso en las decisiones de las empresas del sector de la Región, que avanzan firmes por la senda del reaprovechamiento: «No soy capaz de ver una relación directa entre la política de los EE UU y la utilización de hojas de alcachofa para obtener fibra alimentaria», apuntala el director técnico de Proexport.
«En los últimos años se está produciendo un incremento en el número de empresas de nueva creación y de base tecnológica, precisamente a partir de los subproductos y desechos que se generan a nivel agroalimentario». El director del Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y Alimentación (CTNC), Pablo Flores, confía en que esta tendencia de la que habla va a continuar creciendo, al punto de que, «gracias a nuevas iniciativas y la creación de nuevas empresas», la Región de Murcia se convertirá en los próximos años en entorno «de referencia a nivel mundial en materia de reutilización de subproductos agroalimentarios». Para Flores se trata de un fenómeno similar «como ha pasado con el agua». Y considera que quizá en ese momento se «nos mire como la única región del mundo que consiga el residuo 0 en su industria agroalimentaria», afirma.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rubén García Bastida
Lucía Palacios | Madrid
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