![Lola López Mondéjar: «Estamos rodeados de pequeños psicópatas»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202203/26/media/cortadas/llmondejar-kNtG-U1601448193708kGG-1248x770@La%20Verdad.jpg)
![Lola López Mondéjar: «Estamos rodeados de pequeños psicópatas»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202203/26/media/cortadas/llmondejar-kNtG-U1601448193708kGG-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Están ahí, entre nosotros, o incluso puede que formemos parte de ellos: «Pequeños y aparentemente inofensivos psicópatas, actuadores que calman su ansiedad con una sospechosa adicción a la acción, hombres y mujeres huecos cuya identidad es una especie de avatar, una imagen sin nada detrás». ... Así los describe la psicoanalista y escritora Lola López Mondéjar (Murcia, 1958), que acaba de publicar en Anagrama su nuevo ensayo: 'Invulnerables e invertebrados. Mutaciones antropológicas del sujeto contemporáneo'. Una reflexión inteligente, amena y necesaria sobre lo que ocurre en esta época «de hiperconectividad, desafección e individualismo». De Lola López Mondéjar dice su amiga, la también escritora Clara Obligado: «Es una de las personas más inteligentes y sensibles que conozco. Une su capacidad para análisis finos con la de escritora y divulgadora. Escucharla y leerla es disfrutar».
–¿Qué le impulsó a escribir este ensayo?
–El germen surgió de los interrogantes que me suscitaban los cambios que observaba en los pacientes, que utilizaban mecanismos distintos a los de los pacientes que había tratado años antes. Al mismo tiempo, asistía como espectadora a series como 'Euphoria' o 'Transparent' donde se adivina un nuevo tipo de individualidad que me interesaba y que pensé que no estaba suficientemente explorada.
–¿Qué certeza le ha acompañado durante su escritura?
–La certeza de que se está produciendo una transformación en la producción de individualidad del capitalismo financiero y digital. Lo advertían también mis colegas de distintos países, que se preguntaban sobre lo mismo. Todos hablábamos con frecuencia de nuestra perplejidad ante el reto que suponía el tratamiento de los jóvenes, y no tan jóvenes, que nos consultaban ahora, casi sin historia que contar, con una angustia sin nombre sobre la que apenas podían decir nada.
–¿Y qué incertidumbres?
–Fueron muchas, porque si queremos pensar la complejidad tenemos que contemplarla desde el cruce de distintas disciplinas, lo que me obligaba a dejar de hablar exclusivamente desde el psicoanálisis para pensar el cine, la literatura, las series; leer sobre sociología, filosofía y arte, e intentar encontrar alguna respuesta, siempre tentativa, de la pregunta que da origen a todo este libro: ¿qué sujeto construye una sociedad extremadamente individualista, que ofrece a los jóvenes trabajos precarios, que les invita a huir del pensamiento y de la reflexión para refugiarse en el puro entretenimiento, y que amenaza su futuro?
Pensemos que hemos suprimido las humanidades de los currículum y que la mayoría de los niños quiere ser de mayor nada menos que influencers o youtubers.
–¿En qué lectores pensaba?
–He hecho un esfuerzo por abrir el libro a quienes se interesan por ese viejo oficio de pensar nuestro tiempo. He pretendido que la lectura sea amena, y que los conceptos que vierto en él queden explicados, tanto con ejemplos clínicos, como a través de algunos personajes de los dramas de Shakespeare, de los protagonistas de películas y de las series actuales, o de la conducta de políticos como Trump, Boris Johnson o Albert Rivera, entre otros. Pretendo dotar al lector de instrumentos para pensar nuestra contemporaneidad, sometida a cambios acelerados.
–¿Quiénes son los invulnerables e invertebrados de los que habla?
–Los invulnerables e invertebrados son los individuos más adaptados al sistema, son el ejemplo del triunfo de una individualización sin sujeto, pues el capitalismo digital necesita para su buen funcionamiento la producción de individuos con una identidad mimética, adherida y guiada por los eslóganes y por el imaginario de lo que se considera triunfo en esta sociedad neoliberal.
Esta individualización produce una auténtica mutación antropológica que difiere del hombre y la mujer de la modernidad –como eran los pacientes de Freud– para adentrarse en un universo más virtual que material, construyendo individuos con déficit y recursos nuevos. Para defenderse de esta gran aceleración psíquica, que corre paralela a la gran aceleración del capitalismo extractivo, los individuos sobreviven mutando en seres que huyen del pensamiento, del conflicto y de la reflexión, por lo que carecen de columna vertebral, de una moral autónoma que regule sus acciones.
Pequeños y aparentemente inofensivos psicópatas, actuadores que calman su ansiedad con una sospechosa adicción a la acción, hombres y mujeres huecos cuya identidad es una especie de avatar, una imagen sin nada detrás.
Pasolini ya advirtió en sus 'Escritos corsarios', allá por los años setenta del siglo pasado, sobre las mutaciones antropológicas que sufrirían sus contemporáneos con la aparición de la televisión y del consumo masivo. Imaginemos ahora lo que supone para nosotros la universalización de Internet y los efectos de la infoesfera. De analizar estos efectos se ocupa mi ensayo.
Quizás, para quienes hayan visto el documental, el comportamiento y la persona de Simon Leviev, el protagonista de 'El timador de Tinder', pueda ser un ejemplo extremo de los invulnerables e invertebrados que exploro.
–¿En qué puede derivar instalarse en lo que usted llama 'fantasía de invulnerabilidad'?
–He llamado 'fantasía de invulnerabilidad' a la forma defensiva que esos individuos hiperadaptados a los requerimientos del sistema adoptan para sobrevivir en él, identificándose con los aspectos más omnipotentes de sí mismos y negando su vulnerabilidad, que es contemplada como un peligro para la propia supervivencia.
El mecanismo empleado para ese fin es la disociación y la negación, incluso, de las necesidades más íntimas, que se banalizan y no se perciben como tales. Esta configuración se sostiene negando el pensamiento, alejándose del conflicto, confirmando siempre lo que uno intuye o cree, huyendo del debate y de la confrontación. Y añado, también, utilizando en beneficio propio la racionalización; un mecanismo de la modernidad tardía que en el plano social produce la posverdad y los negacionismos: no hay autoridad alguna, todo se relativiza.
–¿Qué punto de vista ofrece sobre la depresión?
–En el lado opuesto al de los individuos hiperadaptados que hemos descrito están quienes no pueden seguir las exigencias del sistema y se quedan en sus márgenes, fracasando en sus esfuerzos por integrarse. El sistema exige una euforia y una felicidad permanentes, y la depresión sería la expresión del sufrimiento que experimentan quienes se sienten incapaces de alcanzarlas y se ven abocados a una especie de indefensión, de desamparo, del que carecen de recursos para salir.
No me ocupo de estudiar aquí la depresión, sino una característica de la depresión actual, que se presenta atravesada por la dificultad de pensarse a sí mismo, que es uno de los síntomas más agudos de nuestro tiempo. Digamos, algo que ya advirtió Walter Benjamin en los años treinta, que hemos perdido la capacidad de elaborar una historia propia, de manera que hoy el sufrimiento aparece sin relato ni representación: sufro, pero no sé de qué. Esta ausencia de simbolización provoca un aumento de la ansiedad y de los ataques de pánico, verdadera pandemia de nuestro tiempo.
El predominio de la imagen sobre la palabra ha producido modificaciones en nuestra capacidad de mentalizar, de ponerle nombre a nuestros afectos y a los afectos de los otros, lo que denominamos alexitimia.
–¿Y sobre las adicciones?
–Las adicciones, y contamos con adicciones nuevas, como a los dispositivos informáticos, al iphone, los ordenadores, las redes sociales, la pornografía o a los juegos en red, son formas de llenar ese vacío al que aludía, son modos de calmar a través de la acción una angustia cuya causa no podemos conocer porque se nos ha usurpado poco a poco la capacidad reflexiva y narrativa.
–¿Cómo afrontar esa angustia?
–Con autorreflexión y conexión. No olvidemos que el individualismo neoliberal ha transformado la percepción del malestar social en sufrimiento individual. Una persona en paro que se deprime tendría que movilizarse, sindicarse, convertir la impotencia en agencia, en la medida que pueda.
–En su texto, la bipolaridad aparece como un trastorno epocal.
–Darian Leader afirma que el individuo contemporáneo está 'dirigido' hacia lo bipolar; síntoma de nuestro tiempo, pues en su origen encontramos el mecanismo que más caracteriza la producción de esta individualización sin sujeto a la que nos referimos: la escisión o disociación. De una parte la persona que sufre de trastorno bipolar cae en la depresión porque no alcanza sus metas; de otra, en la fase maníaca, se identifica plenamente con la omnipotencia y siente que puede con todo. Expresa así su esfuerzo por no caer en la ambivalencia, esa realidad turbia y compleja que tanto rechazamos hoy.
Poder con todo, además, es el mantra hacia el que orienta la psicología de los libros de autoayuda, profundamente individualista en sus propuestas, que contribuye también a esa promesa de felicidad naif, ficticia, basada en el consumo de bienes y servicios –de viajes y experiencias– que caracteriza nuestro tiempo.
–Anorexia, bulimia, obesidad, ¿qué le sucede a esta sociedad?
–Es imposible resumir aquí la complejidad de los múltiples factores que están en la génesis de los trastornos de alimentación, lo que intento en mi ensayo es destacar un mecanismo nuevo: la racionalización y la negación, vinculado a un tipo de obesidad psicógena y a un activismo que bajo la bandera de la diversidad de los cuerpos tacha de gordófobo a quienes apuntan hacia los conflictos que se ocultan tras una relación con la comida tomada como un objeto que calma la angustia.
El modo de pensar actual simplifica los fenómenos y demoniza el pensamiento complejo, que no puede ser expresado en la brevedad de un tuit. El reduccionismo es una forma escapista de huir de la incertidumbre creciente, de la multicausalidad y, otra vez, de la ambivalencia, tanto e lo individual como en lo colectivo.
–¿Cómo sobrevivir a esa incertidumbre creciente?
–A la construcción de esa identidad imaginaria, mimética, irreflexiva y homogénea, una identidad de meros consumidores de bienes, el fetichismo de la identidad, la llamaba Bauman, que es la que sostiene a los invulnerables e invertebrados que describo, opongo la producción de una subjetividad creativa y crítica, siempre en proceso, andrógina en sus referentes genéricos, reflexiva y situada.
Y creo que esta subjetividad que hoy está en peligro de extinción solo puede potenciarse desde la educación, limitando el uso de dispositivos móviles, volviendo al cuidado y al contacto presencial, a las relaciones de cercanía. Norbert Elías, entre otros, afirmaba que son los vínculos lo que nos hace más humanos, los lazos con el otro, con el entorno y con el planeta como totalidad viva. El reconocimiento de nuestra profunda interdependencia es lo que puede hacernos más llevadera la creciente incertidumbre de un mundo que ya está a pocos metros del abismo.
–Habla usted de seres en apariencia invulnerables pero profundamente invertebrados, al carecer de cualquier forma de eje moral.
–Todo lo que hemos descrito sobre los invulnerables trae como consecuencia el alejamiento de la tensión moral, que les haría conscientes de su debilidad. De ahí que muchos han señalado que el individuo más adaptado al sistema sea el psicópata, carente de empatía, que no reconoce vínculo alguno ni necesita de los demás, a quienes cosifica para conseguir sus fines.
Estamos rodeados de pequeños psicópatas cotidianos que no responden a las citas o las cambian a su antojo en el último momento, que hacen 'ghosting' a los amantes o a los amigos, sin ponerle palabras a su desaparición, que traicionan cualquier compromiso si en el horizonte se perfila algo que les convenga más, que consumen objetos y semejantes. Son seres invertebrados.
–Dedica un capítulo a las formas del amor contemporáneo, ¿cómo nos amamos hoy?, ¿cómo nos enfrentamos al hecho amoroso y a las pasiones sexuales?
–La ausencia de protocolos presenciales de cortejo, sustituidos por las aplicaciones de citas, produce un efecto paradójico. Por una parte, mantenemos el viejo mito del amor romántico, al tiempo que practicamos lo que llamo 'modelo Tinder'. La adicción a la aplicación de citas más popular es un entrenamiento perfecto para aprender a usar al otro como un producto más. El algoritmo de la aplicación está diseñado como un catálogo comercial donde los más atractivos y solicitados aparecen antes en la oferta, dejando a los menos favorecidos en el limbo de la aplicación. La exposición continua a Tinder acaba por producir desafección, frialdad y despersonalización del otro y de uno mismo. La pornografía y la desregulación del deseo no ha traído consigo más placer, sino más angustia e insensibilidad. Y esto afecta especialmente a las mujeres.
–¿Qué hemos aprendido con la pandemia?
–No estoy segura de que hayamos aprendido algo. Ni con la crisis del 2008, de la que se especulaba que pondría fin al capitalismo de rapiña, ni con esta pandemia hemos aprendido a cuidarnos a nosotros mismos y al planeta, pues el cambio habría de ser radical, mientras que los esfuerzos que observo se dirigen a retornar a una normalidad inviable. La guerra es un nuevo disparate que nos sume en la desesperanza.
–Y sobre usted misma, ¿qué ha aprendido últimamente?
–He vuelto a constatar que soy vulnerable, que cada libro me expone a mis inseguridades más profundas, a mi miedo a ser criticada y rechazada; pero también, y como dice un hermoso poema de Regina José Galindo, que «soy una piedra, en mí la historia del mundo».
–¿Su gran miedo cuál es?
–El rechazo, siempre pienso que soy inadecuada y que me van a rechazar.
–¿Qué tipo de experiencia le gustaría que el lector tuviese al leer su ensayo?
–Me gustaría que se interrogase sin concluir, que se abriese intelectualmente a mis propuestas y las debatiese internamente o con otros, que les pusiese objeciones y se mostrase de acuerdo también conmigo, llegado el caso. Que le ayudase a construir una subjetividad crítica con lo dado, plural, híbrida y solidaria.
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