Miguel Sánchez Robles, multipremiado autor caravaqueño. JUAN F. ROBLES

Miguel Sánchez Robles: «El mundo está lleno de mentiras bien contadas y estamos viviendo su caída»

Uno de los autores más laureados de la Región define 'Algo pasa en el mundo', Premio Torrente Ballester, «como una larga carta de amor o fragmentos de un poema infinito»

Martes, 8 de diciembre 2020, 01:48

La última vez que Miguel Sánchez Robles estuvo en Murcia tuvo una sensación «como de congoja». No estaban los bares todavía abiertos, ni había ... gente al sol en las terrazas. El pulso de la vida, reconoce el escritor caravaqueño, seguramente el autor más premiado de la Región en concursos literarios, está en la calle. 'Algo pasa en el mundo', novela con la que se proclamó ganador del XXXI Premio Torrente Ballester de La Coruña, es también un reflejo de esa vida que observa, como una lechuza de las nieves, desde su atalaya.

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Nacido en 1957 en Caravaca de la Cruz, salvo un paréntesis laboral en Andalucía su vida ha transcurrido en Caravaca. «Viajo mucho, pero procuro estar aquí, me gusta más vivir aquí y hacer vida sedentaria en el pueblo. A veces me supone un quebranto que me rompan la monotonía». Acaba de jubilarse voluntariamente de un instituto muy dinámico, el IES Ginés Pérez Chirinos, donde impartía clases de historia: «Me di cuenta de que solo se vive una vez, de modo que quiero todavía aprovechar los años de esplendor en la carne. Desde que me jubilé me dedico a escribir, nado, viajo, salimos con los amigos con los que comparto ciertas inquietudes intelectuales...».

Reconoce que hubiera elegido Letras cuando se decidió a emprender estudios universitarios, «pero entonces, en el 74, tenía mucho más prestigio la historia, creíamos que podíamos cambiar el mundo y lo hice casi desde el compromiso político, me especialicé en historia moderna y contemporánea. Y creo que quizás es más agradable enseñar la historia que la literatura». ¿Cómo verá un escritor como él, versado en el conocimiento del pasado, este periodo histórico que atravesamos? «Estamos viviendo una época muy sujeta a muchos cambios, y tenemos la tentación de pensar que se está perdiendo la dignidad humana y cierto grado de importancia que tenían las cosas; donde están decayendo las humanidades, y hay una serie de comportamientos humanos que parece que degradan un poco lo que debería ser el hombre. Mi novela trata de lleno eso, sobre lo que estamos viviendo y sobre el futuro inmediato. Ahora que lo pienso, cuando veo un documental sobre tiempos pasados, como el otro día vi uno sobre Maradona, ves cómo se comportaban las masas en los estadios, o cómo funcionaba la vida, y, si soy sincero, todavía era eso bastante peor que lo que vivimos».

En un interregno

«El mundo», asegura este novelista y poeta curtido en la trama y en la recreación de mundos que no son tan ficticios, «está lleno de mentiras muy bien contadas. Ahora se están volviendo frágiles y se están resquebrajando, de ahí esa desazón e incertidumbre, y ese desconsuelo existencial que tenemos. Estamos viviendo la caída de esas mentiras. Una vez leí a Paul Auster que decía que lo que más le extrañaba del mundo actual es que se conservaran aún de pie muchísimas cosas que deberían haber caído. Estamos como viviendo el momento ese en que el tren de la democracia y el tren del capitalismo chocan. Y, claro, eso es un interregno, y como alguien dijo, no nace aún lo que debe de morir, y no muere aún lo que debe de nacer. Es difícil hacer un diagnóstico, parece que el mundo que viene va a ser más triste, pero el hombre cuando tiene que comprometerse de verdad lo ha demostrado. Como dice Bécquer, volverán las oscuras golondrinas...». ¿Mejorará el mundo?

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«Siempre me ha atraído la estupidez del mundo, eso que tiene el mundo de espectáculo me ha resultado atractivo»

«Debe mejorar», opina, «en la valoración de las humanidades, en la recuperación de la dignidad humana, en conseguir más libertades y más justicia... El mundo es tan complejo que entre en la cabeza de una persona. Leí hace unos días unas palabras de Dionisia García [excelsa poeta, de alabada obra y consejos siempre atinados para iniciados en la lectura y la escritura de paisajes humanos], que las guardé porque me parecen impresionantes, venía a decir algo así como que vamos a desaparecer de este mundo sin saber qué es la verdad y quién la ha encontrado. Puede que vayan corriendo los siglos y sea todo tan difícil de diagnosticar que nunca podamos saber qué es la verdad».

Portada del libro de Miguel Sánches Robles 'Algo pasa en el mundo'.

Terrible soledad colectiva

Que nadie dude de la capacidad de Sánchez Robles para analizar el mundo que nos rodea porque excede lo común. Al menos esa sí es una verdad constatada. En realidad, es un observador. «La soledad colectiva es terrible, es la gran angustia de la sociedad», dice en su novela, en un momento en que ni él, que pudiera dar la impresión de que tiene las llaves del oráculo de Delfos, intuía que este mundo nuestro iba a tener que afrontar una pandemia por un coronavirus. «La novela –cuenta– está escrita tres años antes de que sucediera la pandemia. Y en realidad era la premonición de que algo iba a ocurrir. Siempre me ha atraído la estupidez del mundo, e incluso me ha resultado atractivo eso que tiene el mundo de espectáculo, de esperpento. Si todo fuera perfecto, no sé de qué escribiríamos. Esta novela es poliédrica, porque además de ser un vaticinio de lo que va a ocurrir también puedo decir que esta obra es una larga confesión, o una larga carta de amor, o un avistamiento de las señales de barbarie que vienen. Incluso se puede considerar, íntimamente, como fragmentos de un poema infinito, y hasta como una conversación con el crepúsculo, porque el protagonista está muy solo, y se da cuenta de que la actualidad es una niebla densa de palabras vacías de las que no se puede defender. Él trata de encontrar algo que brille, e incluso colecciona cosas brillantes. Hace un poco como esos mirlos que se fascinan por las cosas brillantes y las van amontonando, como cristales y chapas, como queriendo dejar un testimonio, un tesoro encontrado. El protagonista también hace eso, y se da cuenta de que escribir es una manera hermosa de hablar con extraños. Al principio con un juez, con la madre, en un taller de escritura... pero en el libro yo he querido meter esa idea de hablar con extraños como quien habla con alguien que no pertenece a este mundo».

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«El protagonista está solo y se da cuenta de que la actualidad es una niebla densa de palabras vacías»

Sánchez Robles ha disfrutado tanto con esa novela, que se lee con placentera avidez, que quizás no llegue a intuir el lector «que la he pulido mucho». Ha querido hacer aquí ese ejercicio de «dejar lo esencial», de dejar a un margen las palabras insustanciales. Esa labor de limpieza supuso para él «trabajar la novela como si fuera un poema». Es un mago del contar aventuras, hechos y circunstancias, y así lo valoró el jurado del premio Torrente Ballester de Narrativa. En el libro viene a decir que los jóvenes no miran nunca a un gorrión. El protagonista aprende a hacerlo en una cárcel, porque es su única distracción. Encerrados en nuestra burbuja, el mundo más sencillo no nos atrae. «Me asombra lo que ocurre con la gente joven, porque mis alumnos no sabían por dónde salía el sol si los plantas en medio de un camino. A mí de pequeño me sorprendía ver en el paisaje una chopera, descubrir un paraje... Esa capacidad de asombrarse con la naturaleza y de observar no la tienen los jóvenes. Yo propuse una vez en mi instituto crear la habitación de la tranquilidad, porque en las aulas cada vez hay más alumnos interactivos, y cuesta muchísimo que haya una atención concentrada».

Con esta obra, que viene a ser la última de una trayectoria plagada de premios en concursos literarios, uno aprenderá que la literatura sirve «igual que nos tomamos esas pastillas para que la sangre fluya por las venas».

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