El poema 'Epitafio' encierra esta invitación para ustedes. Ahí va: «Atrapa el presente, amigo. Goza y no tengas miedo. El mundo no tiene arreglo y los hombres tampoco. Suciedad y traición colman la vida. Coge los momentos fugaces de luz y calienta con ellos la tumba». Son versos libres de Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), fundamentalmente poeta y un devorador de placeres y de tiempo que maneja lo más posible a su antojo. Autor de obras -poesía, narrativa, ensayo...- como 'Los días de la noche' (Seix Barral), 'La nave de los muchachos griegos' (Alfaguara) o 'Las herejías privadas', sigue recibiendo elogios por la publicación de 'Mamá' (Cabaret Voltaire), un libro extraño, «un diálogo, un mantra y una oración con la ausente, desvelando historias desgarradoras o muy tiernas, y todo el amor, el daño y el jubiloso delirio que puede haber en el amor materno-filial». De Villena, que habla con 'Ababol' con motivo de su participación en el festival poético Deslinde de Cartagena, donde el viernes por la noche ofreció un recital y el sábado mantuvo un encuentro, en el Museo Regional de Arte Moderno (Muram), con jóvenes lectores y poetas, ha cedido para que vea la luz en este suplemento el poema inédito 'Puerto Colombia', en el que advierte: «Los bárbaros lo llenan todo y más cada vez, solo queda perderse en un nirvana hedonista...».
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-Soy un escritor que se ha basado mucho en la autobiografía; no es que siempre esté contando mi vida, ni mucho menos, pero en el fondo de todo, aunque en la superficie los poemas pueden no tener nada que ver conmigo, siempre hay elementos autobiográficos. De tal manera que el hombre se tiene que llevar bien con el poeta, porque uno y otro son el mismo. No va el hombre por un lado y el poeta por otro, no se dedica el poeta a fornicar y el hombre a vivir en una iglesia. Están totalmente unidos y, normalmente, el poeta da testimonio, evidentemente poético, de lo que le ocurre al hombre. Por tanto, la unión es muy grande.
-El último libro que he publicado es una especie de ensayo autobiográfico que se llama 'Mamá'. Es una historia hecha a partir de la muerte de mi madre [ocurrida en la primavera de 2015], con la que tuve una relación muy especial; es una especie de ajuste de cuentas amoroso, donde salen muchas cosas buenas y otras muchas malas. Un libro bastante raro en el panorama español, donde estos temas suelen no hablarse. Y le cuento esto no por el libro en sí, sino porque yo estoy todavía, en este momento, marcado por la muerte de mi madre. Yo era hijo único, nieto único y sobrino único, y de repente me he quedado sin familia. Yo no tengo en este momento familia y, por tanto, la sensación de desamparo, la sensación de orfandad, es enorme. Estaba antes muy protegido y ahora no me protege nadie; esa es un poco mi situación: me encuentro muy desvalido porque durante sesenta años he vivido protegido por una madre sobreprotectora que me cuidaba. Una señora muy lista gracias a la cual los problemas diarios no existían para mí; todos esos problemas de las casas, los arreglos de la comida, la plancha... todo eso lo he tenido solucionado toda mi vida. Para mí, el más mínimo problema de la vida cotidiana se convierte en una montaña terrorífica. Cada vez que hay un problemita, que para mucha gente podría parecer una trivialidad, por ejemplo que se haya roto una persiana, para mí es un incordio tremendo. Me dicen: «Llama al persianista». ¿Al persianista? Aunque parezca mentira, no tenía ni idea de eso. Antes yo decía: «Mamá, no funciona la persiana». Y ella, que además tenía mucha autoridad, sabía a quién tenía que llamar. He pasado de tener todos los problemas resueltos a tenerme que ocupar de la vida cotidiana. Y le puedo decir una cosa, cuando uno no conoce la vida cotidiana, y de repente la conoce en las circunstancias que le estoy contando, la vida cotidiana es asquerosa.
-Sí, sí, asquerosa. Te encuentras ante una cantidad de problemas, ante tanta gente maleducada. En España, además, la gente no es solo maleducada, también es impuntual y no tiene sentido del rigor y hace las cosas mal. En fin, se encuentra uno con el reino de la chapuza; eso que yo tanto había oído nombrar, ahora ya lo conozco en mi propia carne. Y la chapuza es espantosa. La chapuza es uno de los mayores males de España, que probablemente también le incumbe a la política. Vivimos entre chapuceros, entre gente malqueda y maleducada. Uno echa de menos Alemania, que es un país que funciona muy bien, precisamente porque no hay chapuza, no hay impuntualidad y sí buena educación. Aquí hay falta de puntualidad, mala educación y un chapucerismo absoluto que va, en este momento, desde el presidente del Gobierno, que es un chapucero, para abajo. Y este mundo de chapuzas, cuando me tengo que enfrentar a la realidad cotidiana, que mi madre me evitó durante 60 años, me echo a temblar porque me parece horrible, me parece dura; para mí, es como escalar una montaña terrible, un auténtico horror. Mi situación actual es esa.
-Estamos viviendo unos tiempos muy malos; en España muy malos, y en el mundo malísimos con personajes tan abyectos como Maduro en Venezuela, Trump en Estados Unidos y Putin en Rusia. Son personajes siniestros. El mundo está en un momento muy malo, al borde muy posiblemente de ciertas catástrofes, dada la inconsciencia y el deterioro mental que está sufriendo la de la Humanidad, que parece compuesta por individuos más tontos cada vez; y como ahora hay que decir tontos y tontas, pues incluyamos con todo derecho a las tontas también. Tontas hay a mansalva, igual que tontos hay a mansalva. No hay diferencia: las mujeres son igual de tontas que los hombres, y la proporción de tontas y de tontos existentes es elevadísima. Además, las tontas han cometido el error de hacer un feminismo que imita al machismo, lo cual es un error terrible.
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-Un consuelo material no lo tengo, tampoco un consuelo físico. Lo encuentro donde lo he encontrado siempre: en el arte, en la belleza, en la literatura, en la música, en ciertos momentos placenteros de la vida, en degustar un buen vino, en tener amigos con los que estar charlando un atardecer... El cultivo sabio de los placeres es la única tabla de salvación que parece verse en este momento. El hedonismo, como bien sabía Epicuro, es una cosa muy importante; hay que ser epicurista, seguir a Epicuro, que fue un filósofo muy sabio cuyas doctrinas siguen siendo de las más valiosas que nos legó el mundo griego. Ese sentido epicurista, unido a lo que son las Bellas Artes en general, es una de las cosas que te alientan.
-Poca. Hombre, habrá excepciones, naturalmente, incluso si me apura mucho podría decirle que un 20% de la juventud será una excepción, pero, en general, son chicos y chicas que reciben unas educaciones muy malas y que, por tanto, cuando llegan a los 22 años y terminan una carrera, en el mejor de los casos van a tener una educación muy deficitaria, una educación cultural y profesional muy por debajo de la que tuvimos nosotros; ¡diez puntos por debajo! Es una juventud muy mal preparada, a la que los padres, también en general, han hecho daño porque, como también estaban ya mal preparados, han creado chicos y chicas muy mal educados. En la juventud actual es donde se ven más los defectos del mundo actual: la falta de modales, de educación cívica, de respeto, la brutalidad, la mentalidad obtusa, el no conocer nada, el ignorarlo prácticamente todo de una manera pasmosa. ¿Y el futuro? Cabe la posibilidad de que el propio planeta Tierra, que está superpoblado, empiece a dar sacudidas para quitarse de encima a esa especie que tanto daño le ha hecho: los humanos. Es muy posible que el planeta Tierra se vengue de nosotros en algún momento.
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-Sí, soy partidario de que haya elecciones porque creo que la política que se está haciendo en este momento es muy mala, y porque el presidente Pedro Sánchez, con tal de mantenerse en el poder, es capaz de hacer cualquier cosa. Está dando muestras de ser muy mal gobernante porque, siendo el presidente de España, se apoya en partidos que buscan la destrucción de España, y eso evidentemente no tiene ningún sentido. Yo he sido 30 años votante del PSOE, y en este momento el partido socialista me decepciona profundamente. La sociedad española tiene un malestar creciente, y ese malestar creciente va contra los políticos, porque mienten. El PP está corrupto y Podemos miente de una manera descarada, es el partido que engaña más; dicen que están a favor del pueblo y, en realidad, el pueblo les importa un comino porque son comunistas de salón, son comunistas burgueses. Pablo Iglesias es un señor estalinista, un auténtico peligro; de corazón, es antidemócrata visceral. E insisto, el PSOE se está equivocando mucho y va a perder muchos votos, cada vez más, y cuanto más tarde Sánchez en convocar elecciones, será peor para él y para el PSOE. Le está regalando el poder a la derecha; probablemente no al PP, sino a Ciudadanos, así es que hay grandes campañas contra Ciudadanos porque es el partido que tiene más posibilidades de ganar. Con ellos, como todavía no se han manchado en nada, al menos queda el beneficio de la duda. Podemos ya se ha manchado, y esa tontería de la casta la han tenido que dejar de lado porque ellos son parte de ella.
El PSOE debería ser el partido conciliador, porque en España hace falta conciliación, hace falta concordia, y hacia lo que nos están llevando entre todos es hacia el enfrentamiento; cada vez hay mayor enfrentamiento y el panorama puede ser todavía peor en unos meses.
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-La libertad individual. Al hablar de derechos humanos, podría parecer que los derechos de la colectividad son superiores a los del individuo, y no es así. Hablar de derechos del hombre es mejor que hablar de derechos humanos. El detentador de los derechos es el individuo, sea hombre o mujer; y luego, claro, la colectividad tiene derechos en tanto que ésta se forma de muchos individuos. Pero el detentador de los derechos es el individuo, no la colectividad.
A las afueras de Barranquilla (digamos que unos diez kilómetros)
una larga playa atlántica, grato calor, y muchos bares y hotelitos
donde hay de todo: apariencias de lujo, calma, bares y fondas
que mezclan sabios razas, sexos y surfistas… Hacen muy bien los
mojitos y los atardeceres son prodigiosos. Un chico moreno, grato,
daba la mano a un señor mayor -aspecto de holandés- al dejar las
hamacas. Estuve varias veces con amigos jóvenes, que fumaban yerba,
pero recuerdo mucho la tarde larga de principios de agosto de 2018.
Bajo una suerte de palio o tienda, al fondo de la playa, fumaban, bebíamos
o se bañaban de rato en rato (yo también) comentando el sexo, la noche,
la belleza, el placer de la vida, sencillo y complicado. Hubiese dado todo,
esa tarde maga, por quedarme allí, para siempre, con chicos, calor, tragos,
poco dinero, pero el suficiente, y perderme para siempre de todo y todos.
No quería más que lo que tenía allá y lo hubiese deseado, largo, muchos
años. No quería ser nadie ni llamarme nada, sino disfrutar de aquel estar
vivo (y no soy joven) hasta que llegara el derrumbe. Los bárbaros lo llenan
todo y más cada vez, sólo queda perderse en un nirvana hedonista… Sólo.
Sueño en aquellas playas de chicos lindos, pecios, ron y surfistas, y en
el vano y dorado, inútil, dulce y acre vacío que es la vida. Piérdete, si sabes
todavía.
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