Juan Cano Ballesta: «Miguel Hernández fue un hombre honesto»
El hispanista murciano, catedrático emérito de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, reconoce a Ababol que el poeta y dramaturgo de Orihuela, el autor que más ha investigado en su carrera y al que dedica su último libro, tiene aún «un interés total»
Era muy difícil esperar que saliera algún universitario en una familia de la huerta de Murcia, de siete hijos, después de la guerra civil. Pero ... Juan Cano Ballesta (Rincón de Beniscornia, 1932) lo consiguió. «Dos hermanos míos», recuerda hoy, a los 91 años el reputadísimo hispanista, que vivió más de tres décadas en Estados Unidos [se retiró como catedrático de Literatura Española en la Universidad de Virginia, pero estuvo mucho tiempo antes en la prestigiosa Yale], «estuvieron en el frente con los rojos, de modo que después ya estaban marcados. Yo era el menor y mi madre había fallecido cuando yo tenía 3 años». A los 11 años se mudó a Cehegín al colegio de los franciscanos. «Conseguí una beca para irme a Alemania, y me fui allí casi sin saber alemán. Eran tiempos muy difíciles y distintos, la tesis doctoral tuve que escribirla en alemán [en la Ludwig Maximilian University of Munich]», contó a LA VERDAD esta semana, en la que presentó en Murcia, en la Real Academia Alfonso X el Sabio, el libro 'Miguel Hernández: el poeta y los pintores' (Ediciones de la Torre).
Un profesor de la Universidad de Múnich le ofreció quedarse, de modo que en Alemania inició en 1962 su carrera como Lector de Español, en la Universidad de Göttingen, y a partir de 1964 como encargado de la enseñanza (Lehrbeauftragter) para Filología Iberorrománica en la misma institución. Gracias a esas habilidades extraordinarias [un libro ya publicado y el título de doctorado de la Universidad de Múnich] fue invitado en 1965 a trasladarse a Estados Unidos, «en un momento en que el país se abría a Europa», donde desempeñó una carrera docente muy larga y satisfactoria, y admirada por compañeros como el catedrático emérito de Literatura Española de la UMU Francisco Javier Díez de Revenga, quien dedicó, junto a José Belmonte Serrano, el libro 'Los hispanistas murcianos y nuestra literatura' (Real Academia Alfonso X el Sabio, 2005) a Joaquín Gimeno Casalduero, Javier Herrero, Gonzalo Sobejano -que antes de Columbia fue profesor en Colonia, Alemania- y Cano Ballesta. «Recuerdo que le di a leer a Gonzalo Sobejano mi tesis, y la recomendó y me animó a seguir adelante».
Hermanos vivos ya no le quedan, pero tiene recuerdos frescos de su infancia en Rincón de Beniscornia, como las caravanas de gitanos que iban de pueblo en pueblo
Escribir sobre Miguel Hernández en los años 50 era algo peligroso todavía. La figura del poeta de 'Perito en lunas' (1933) y 'Viento del pueblo' (1937), muerto en el penal de Alicante en 1942 y convertido en un símbolo, «el poeta del pueblo», ni se nombraba todavía. «A mí se me ocurrió con el tiempo escribir sobre Miguel Hernández, hacia 1958 y 1959. Pedí una beca, y yo no decía nada de esto porque todavía no lo había decidido, y ahí se decía que la beca podía renovarse al año siguiente para seguir trabajando en el proyecto. Pedí la beca para el año siguiente, y se me ocurrió poner en la petición que estaba escribiendo una tesis doctoral sobre Miguel Hernández, y ya la beca no me la renovaron. Era una cosa tremenda, se notaba enseguida. Era la ley y el ambiente. A Miguel Hernández entonces todavía nadie lo consideraba una figura. En mis clases de literatura en el colegio religioso, mi profesor, que era un hombre, por cierto, muy culto, cultísimo, y muy buen escritor, cuando llegaba a Galdós decía: 'Este nos lo saltamos. Por anticlerical y ateo'. Y todos dábamos un aplauso, porque para nosotros, los alumnos, era un alivio saltarse unas páginas del libro de texto, que era, lo recuerdo, el de Historia de la Literatura Española de Guillermo Díaz-Plaja. Pero es que luego salía Pío Baroja, y este profesor nos decía lo mismo: 'Este nos lo saltamos también por anticlerical y ateo'».
Hojas arrancadas
América resultó todo lo contrario de lo que sucedía en España con Miguel Hernández. «Todos los departamentos de español de las universidades norteamericanas estaban llenas de profesores españoles republicanos, y allí te recibían con una sonrisa. Te miraban con simpatía», recuerda. «Cuando estaba ya en Yale, yo venía a España a investigar sobre Miguel Hernández. Quería consultar revistas españolas y artículos sobre Miguel y no había nada. En la Biblioteca Nacional, en Madrid, una vez encontré un artículo en la revista de la Universidad de Buenos Aires. Yo tenía la ficha, de un tal Rodríguez Segurado, sobre 'Soledad y dolor en la poesía de Miguel Hernández'. Identifiqué el número de la revista, pero la página no la encontraba: antes de encuadernarla habían arrancado el artículo... ¡Antes de encuadernarlo lo arrancaban! Y estamos hablando de algo como la soledad y el dolor que no tenía nada que ver con la política. Si hubiese sido sobre la guerra civil, a lo mejor... lo justificarían más, pero no. Las obras completas de Miguel Hernández en España no las conseguía. Tenía amigos que las consiguieron en Losada, Buenos Aires, y aquí las tenían algunos, y te las ofrecían bajo mano; nunca las encontrabas en los escaparates de las librerías».
Insiste Cano Ballesta en que «Miguel Hernández luchó en la guerra civil, estaba orgulloso de haber sido comunista, y se negó siempre a abjurar del comunismo. Después de la guerra, Miguel estaba en la cárcel y José María de Cossío, que se había portado muy bien con él y le había dado un puesto de trabajo en Ediciones Austral, en Espasa-Calpe, con el deseo de ayudar, fue a verle con un falangista. Cossío quería hacer de intermediario a ver si conseguía algo para Miguel Hernández. Pero el falangista insistía en que tenía que firmar un papel condenando el comunismo, y abjurando del comunismo, y Miguel se indignó y no lo aceptó. Con eso casi tuvo una ruptura con Cossío, que lo hizo con la buena voluntad de sacarlo de la cárcel. Pero en eso Miguel Hernández era muy recto y se mantenía en lo que había sido siempre. Era un hombre honesto».

«Un libro de jubilado»
Sin duda, Miguel Hernández es el autor sobre el que Juan Cano Ballesta más ha escrito en su carrera. «Cinco o seis libros como mínimo. He enseñado mucha poesía de Miguel, claro que sí, en las universidades americanas». Sobre 'Miguel Hernández: el poeta y los pintores', un homenaje a pluma y pincel con acuarelas de Carlos Santamaría e ilustraciones de técnica mixta de Antonio José García Cano, el veterano catedrático dice que es «un libro de jubilado». «Ahora leo muy mal, ya no puedo leer ni las letras grandes, y ya no puedo hacer investigación». Las pruebas de este libro las corrigió «cinco o seis veces», apostilla Cano Ballesta, su mujer, Mercedes Alonso Merino, escritora de novelas y obras de literatura infantil como 'Nico y las meninas', con ilustraciones de Ruth Bañón, que narra las aventuras de un niño en el Museo del Prado. Juan Cano Ballesta siempre escribió investigación literaria, pero en 2015 dio a imprenta un libro de creación literaria titulado 'Meditaciones y paisajes' (Ediciones de la Torre) con ilustraciones de Carlos Santamaría, ingeniero, empresario y acuarelista, con narraciones sobre los apacibles paseos y amistosas conversaciones por las sierras de Madrid.
«Oíamos truenos con 7 u 8 años, y andaban bombardeando el puerto de Cartagena»
Juan Cano Ballesta
Un Volkswagen en Nueva York
En la Biblioteca Nacional había una oficina del Programa Fulbright de ayudas educacionales para Estados Unidos. Cano Ballesta entregó su curriculum y recibió dos ofertas: de Smith College y Vassar College. «Yo no acepté porque el sueldo que ofrecían no me llamaba la atención. Al año siguiente me ofrecieron otra cosa mejor de Kansas University, y acepté. Y con mi Volkswagen comprado en Göttingen me vine a España y tomé el barco en Le Havre, en el norte de Francia, y desembarqué con mi Volkswagen en Nueva York. No sabes lo complicado que puede ser eso, porque allí no indican en las direcciones los nombres de las ciudades, que las conocen con números, 70, 120, 28...». Se tuvo que dar un paseo por Manhattan y entró en varias oficinas, pero ninguna le ofrecía un seguro. «Finalmente logré que una me vendiera un seguro de 250 dólares por un mes, algo carísimo, para que tuviera tiempo de llegar a mi destino, y allí renovar mi seguro».
Llegó. Tenía 28 años. «Yo entonces no podía pensar en trabajar en una universidad española». En 13 meses atravesó Estados Unidos, de Nueva York a Los Ángeles, porque enseñando en Kansas le escribió un español que enseñaba en Los Ángeles, José Rubia Barcia, que había trabajado con Buñuel y era profesor de español y gallego en California, y le citó para dar un curso de mes y medio. «Estuve seis semanas y volví ya para Yale...». Ese año en Kansas, donde no le habían prometido renovarle nada, recibió tres ofertas de trabajo, y aceptó Yale.
Un amigo de Buñuel le invitó a dar clases en California antes de ser aceptado en Yale
Recién llegado a Estados Unidos le encargaron que enseñara historia de la lengua española a alumnos del doctorado de la Universidad de Yale. «Yale se portó fantásticamente conmigo, porque, según las leyes americanas, como no entré como residente sino como visitante, a los años tenía que salir del país, quisiera o no quisiera. Y me dieron una beca de un año para venirme a España, y me propusieron pagármela en dos años para no tener que pagar impuestos, y así lo hice». En Madrid, con la beca de Yale, estuvo dos años, que aprovechó para escribir el libro 'La poesía española entre pureza y revolución (1930-1936)'. Además, apunta su esposa, la escritora Mercedes Alonso, andaluza con toques castellanos, de Segovia: «Le sacó mucho partido a la beca, porque además nos conocimos y nos casamos en ese tiempo». Tuvo más suerte porque al llegar a Madrid la peseta se devaluó espectacularmente, con lo que la beca de 10.000 dólares se multiplicó y le permitió meterse en un piso. En Madrid le ofrecieron, además, dar cursos en universidades norteamericanas en España, como Smith College y Middlebury College.
Juan y Mercedes se establecieron en Estados Unidos, ya juntos, en 1970, y volvieron definitivamente a España en el verano de 2001, poco antes de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York en un ataque terrorista sin precedentes con aviones secuestrados por pilotos suicidas. «Volvimos en junio, y el ataque fue en septiembre. Desde entonces estamos en Madrid, en la casa de siempre, y hemos venido mucho a Murcia, aquí tengo bastante familia en Rincón de Beniscornia». Ya no le quedan hermanos. «Venía mucho a visitarlos porque, sobre todo mi hermano mayor, fue como un padre para mí. Siempre venía en fiestas, en Navidad, en verano dos veces al menos...».
En Virginia le dieron una cátedra especial, y cada dos años y media le daban un semestre libre, que junto con el verano le permitía venir a España en mayo y volver en enero. «Esto me ayudó mucho a escribir y publicar libros», reconoce. Después de jubilado ha publicado diez libros, «y llevo 22 años jubilado», sonríe.
Tuvo maestros excelentes, pero también alumnos brillantes. «Todos los años me visitan, y antes lo hacían con muchísima frecuencia, doctorandos míos de la Universidad de Virginia y de otras universidades como Pittsburgh, que pasaban por Madrid. Lo curioso es que mis alumnos ya se están retirando, porque ya son mayores, y muchos me han dado las gracias por abrirles nuevas puertas y por estimulares».
«En Estados Unidos lo que está en juego es la democracia», asegura sobre los populismos y las mentiras que inventa Trump
Con una sobrina nieta volvió esta semana al paraje de Los Canalaos de Rincón de Beniscornia. «Yo había salido de mi pueblo con 11 años, y tenía una vecina mía, muy buena, porque yo me había quedado huérfano de madre a los 3 años. Esta vecina me cuidaba, me daba bocadillos, y un día me llamó para decirme que le ayudara en la finca de los albaricoqueros, por donde pasaban muchos gitanos. En los años 41 y 42 pasaban unas filas larguísimas de gitanos, familias enteras, con niños, mujeres con bebés en el pecho, hombres... porque en algunos pueblos de España los echaban, y tenían que buscárselas. No lo hacían todos los pueblos. Esta señora me dijo, tú ve a mi finca allá y cuando vengan los gitanos que te vean, y ya verás cómo pasan de largo. Yo tenía 10 años y me podían haber dado una paliza tremenda y haberse llevado los albaricoqueros». En 1938 su padre se casó por segunda vez y tuvo Juan tuvo otro hermano menor, que ya murió también. De la guerra tiene pocos recuerdos: «Yo estaba por mi pueblo, de niño, con 7 u 8 años, y por las tardes se oían truenos, y la gente decía que estaban bombardeando el puerto de Cartagena».
Estando Cano Ballesta una vez de vacaciones en Torrevieja, vinieron dos señores de Orihuela, Fulgencio Ros y Juan Belloch, «y Juan Belloch era jefe de la Falange de Orihuela, y me dijo que escribió una carta a favor de Miguel Hernández después de la guerra, diciendo que era una persona honesta. Lo ponía lo mejor que podía. Pero el alcalde de Orihuela era un radical, y no le hicieron caso a este, a pesar de ser jefe de la Falange, y metieron a Miguel en la cárcel de Orihuela. Lo recuerdo porque hablaban de Miguel Hernández siempre en voz baja, con simpatía. Era un ambiente muy especial porque no se citaba en publico». Sucedía también con García Lorca en los años inmediatos a la guerra, «porque después ya todo se fue relajando y se hablaba con más libertad».
Los peligros del 'Trumpismo'
Dice que queda todavía mucho por investigar sobre Miguel Hernández, «tiene un interés total», aunque muchas cosas se repiten. «Por aquí la Fundación Cultural Miguel Hernández y Aitor L. Larrabide organizan muchos actos, y están continuamente investigando. Hoy se ha convertido Miguel Hernández en un personaje aceptado, a pesar de que sé que se tiene miedo a la política de partido». La política hoy le inquieta. «Es tremendo lo que ha pasado con Trump: ha creado una mentira que se cree un tercio de los norteamericanos. Ha inventado eso de que las elecciones últimas fueron un fraude, y hay un montón de sentencias de jueces que dicen que fueron unas elecciones limpias. A base de repetir las cosas a veces las mentiras se convierten en verdades». Observa que en España pasó algo parecido en las elecciones de mayo. «Veo que la derecha en España es brutalmente anti PSOE, y están permanentemente en campaña. Lo comparo con lo que ha pasado en Estados Unidos. Es la democracia lo que está en juego».
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