!['Mi gato Yugoslavia'. El fin de una familia](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202012/05/media/cortadas/155893225--1248x2042.jpg)
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Hubo un tiempo en que en Kosovo se cometían atroces crueldades en las bodas. «Aproximadamente una semana antes de la boda se atrapaba a un gato. El gato quedaba encerrado, esperando... y la noche de bodas era costumbre que el novio llevara a la recién ... casada delante del gato y lo matara con sus propias manos para demostrarle a la novia su dominio, para enseñarle que tenía que temer a su marido». Este tipo de consejos llegaban a oídos de chicas como la de 'Mi gato Yugoslavia' (Alianza Editorial, 2020), asombroso debut en la novela del escritor finlandés de origen kosovar Pajtim Statovci, donde veremos cómo acaba siendo víctima de un matrimonio concertado en la primavera de 1980. Ella, Emine. Él, Bajram. «Pensé que tenía que ser una esposa diligente y sumisa para él. Mi padre me había contado muchas historias sobre los motivos por los que las mujeres eran enviadas de vuelta a casa. Una se había tirado un pedo accidentalmente mientras servía el té, otra había dejado sin planchar las camisas de su marido, otra había lavado los pies de su marido con agua casi hirviendo porque él no había mostrado respeto hacia ella. Ser repudiada sería una gran vergüenza: la reputación de toda una familia se echaría a perder...».
Estas jóvenes kosovares, siguiendo la costumbre, mojaban un dedo en agua azucarada y acariciaban el marco superior de las puertas de sus nuevos dormitorios, en cuyas bodas las familias habían invertido tanto dinero. Por eso debían estarles eternamente agradecidas. Es ese mismo cuarto donde Bajram, en la noche de bodas, aparece con un recipiente de porcelana en sus manos repleto de judías blancas, que lanzará al aire, y que Emine tendrá que ir recogiendo, una a una, desperdigadas por todos los rincones, para que él observara la desnudez y naturalidad de sus movimientos, para familiarizarse con el cuerpo de la amada. «Cuando la última judía chocó con el recipiente, solo se oía la respiración pesada y concupiscente de Bajram». Olía a tabaco, ajo, puerro y carne de ternera pasada. Pronto supo que «ya no tenía nada que esperar, pues así sería siempre a partir de ese momento». Los vecinos pronto verían la sábana blanca colgada con la gran mancha roja, prueba de su virginidad. Algo sucedió entonces: un gato negro cruza la escena.
Emine es una de las voces de esta novela en la que Statovci va narrando, de forma intercalada, la historia de uno de los hijos, Bekim, y su adaptación a un mundo que no era el que debía corresponderle. A la muerte de Tito, cuando Pristina se había convertido en un lugar peligroso para vivir y las ametralladoras de los soldados serbios podían decidir la vida de las personas con las que se cruzaban, la imperfecta familia toma la decisión de buscar refugio en Finlandia, donde pronto descubrirían que los finlandeses miraban a los refugiados de la ex Yugoslavia «como si fuéramos animales atrapados en una jaula». Statovci arma una novela de mundos enfrentados cuyos protagonistas viven «en una niebla». Emine, maniatada por la tradición, sabe que la liberación vendrá. Bajram, un hombre fracasado en su tarea más importante en un país extraño donde nadie, ni los suyos, quieren escuchar sus soflamas sobre guerras y profetas. Bekim, el joven inmigrante que habrá de oír cada dos por tres eso de que «cuándo dejaríamos de ordeñar el estado del bienestar, cuándo dejaríamos de hacer el vago y de acosar a las mujeres», y es doblemente repudiado: por ser paria y homosexual.
'Mi gato Yugoslavia', una de las novelas más crueles de 2020, es la historia del desmoronamiento de una familia entendida como un país, una tradición, una institución. Cuando veas un gato plantado en una tapia espera. Porque podría hablarte. Y lo entenderás todo.
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