Poeta elegíaco que viaja continuamente rumbo hacia la luz, Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948), un ser humano al que su sabiduría y vitalidad le hacen oír y sentir esa luz divina y providencial nombrada también como Poesía, o belleza y verdad por su admirado John Keats; por todo ello, ya mitad ser humano mitad dios, sobre todo desde hace unos cuantos meses en que apareció su obra completa acompañada además de tres impecables poemas inéditos en la prestigiosa TusQuets Editores, Nuevos Textos Sagrados. Demuestra ser poseedor de un estilo tan característico que nadie dudaría en reconocer inmediatamente su espléndida lírica repleta de resonancias que llegan, y resuenan al Siglo de Oro Español, a Giacomo Leopardi (de quien tradujo magistralmente unos cuantos poemas), a la Generación del 27, a Pessoa y a cierta poesía angloamericana.
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Compás, musicalidad, canto, dominio muy preciso de una elevada estética, métricas conmovedoras, exquisito rigor formal, sensualidad, un autor que originariamente clavó sus raíces en el poeta Luis Cernuda para luego brillar por sí mismo y andar su muy propio sendero. Las cosas como fueron es el viaje poético y vital de un dios, insisto, que reside en la Tierra, que vive su existencia con una gran sencillez y elegancia, Eloy Sánchez Rosillo, poeta fundamental del corpus poético español de los últimos 40 años, totalmente ajeno siempre a cualquier grupo o tendencia poética, ha sido capaz de crear su propia escuela, lo que dice mucho de su especial e independiente singladura. Como muestra de lo referido me aventuro a destacar este bellísimo poema:
UN VASO DE AGUA
Qué suceso increíble:
llené un vaso de agua y lo alcé hasta mi boca.
Era ya media tarde. Me había detenido
cerca de una ventana, aquí, en mi casa,
en este día tan claro de febrero.
Llegó el vaso a mis labios
y en ese mismo instante lo atravesó de pronto
un haz muy apretado y muy intenso
de luz del sol poniente.
Cuántos asombros. Todo rompió a arder
con lumbre limpia y mágica:
el agua y el cristal, el cuarto entero,
mis ojos y mis manos y mi vida.
Sin dar ni un solo paso estuve en todas partes.
No sé cómo decir lo que ocurrió,
cómo expresar que sucedieron siglos
de redención y bienaventuranza.
Oro licuado y tembloroso el mundo,
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astilla viva yo de un súbito diamante.
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