El domingo más desterrado del infinito (en memoria de Javier Marías)

La literatura de Marías siempre hizo del diálogo entre los vivos y los muertos su nervio creativo. Muertos que regresan, vivos que agonizan, vivos que se imaginan las palabras de otros muertos, demasiada muerte alrededor... «Morimos con los que mueren: ved, ellos se marchan, y nosotros nos vamos con ellos». Es T. S. Eliot y su ritornelo poético en la imaginación prodigiosa de 'Berta Isla'. Y Thánatos siempre al acecho. En 'Negra espalda del tiempo' encontrará el lector uno de los momentos más conmovedores de su obra: aquel en el que el narrador, tras evocar un catálogo de máscaras mortuorias, se adentra en las muertes más personales e íntimas de la hija de Juan Benet, de Julianín, el hermano pequeño de Marías, o de su madre Lolita Franco... Es entonces cuando el narrador del 'Ciclo de Oxford' se acuerda de esta reflexión que su maestro Juan Benet ideó cuando paseaba por el cementerio lisboeta Dos Prazeres: «El tiempo es la única dimensión en que pueden hablar y comunicarse los vivos y los muertos». Marías desliza este motivo literario al cine, otra de sus pasiones pasadas. Como el gran cinéfilo que fue, comenta 'Los muertos', de John Huston, película inspirada en el cuento homónimo de Joyce. Sobre la pantalla la nieve cayendo, la revelación y consecuente despedida de un antiguo amor. En una similar vertiente expresiva escribe sobre 'El fantasma y la señora Muir', de Joseph L. Mankiewicz, la historia del fantasma del capitán Gregg y de Lucy Muir, dos enamorados que ya no podrán comunicarse porque no comparten la misma dimensión ontológica. Su literatura (también el cine que nutre su literatura) nace de esa grieta, de esa imposibilidad de encuentro. Educado en el 'grand style', Javier Marías será siempre el monarca del tiempo que dialoga con la gran literatura de Shakespeare, Browne, Faulkner, Conrad o Eliot, y entra en conversación con las obras más emblemáticas de la historia del cine: J. Ford, J. L. Mankiewicz o A. Hitchcock.

Otra de las cimas de su obra se alberga en 'Tu rostro mañana', en la conversación del personaje con su padre Juan Deza, trasunto literario de Julián Marías, padre del escritor: allí se dan cita 'Los dioses en el exilio' de Heine, versos de Machado o el 'Persiles' de Cervantes. Es como si se estuviera despidiendo, aunque sus personajes siempre pidan vivir un poco más y no se aferren a la muerte («aún no, aún no»). Javier Marías fue el escritor que imaginó las muertes potenciales de sus personajes. Javier Marías, que inventó a Víctor Francés y a Marta Téllez, a María Dolz o a Javier Díaz-Varela, al temible Bertram Tupra y a la joven Pérez Nuix, escribía «por no bajar la persiana todavía». Con este significativo título el novelista firmó un texto en 'Javier Marías: cincuenta años de literatura (1971-2021)', libro-homenaje derivado de un congreso celebrado en Oxford y editado por Alexis Grohmann y Santiago Bertrán. Escribía para no apagar la luz de los ojos de su mente, para que no se extinguiera la cerilla de su imaginación. A Javier Marías le gustaba decir, haciéndose eco de Baudelaire, que los domingos son días «desterrados del infinito». El pasado 11 de septiembre se apagó su voz, se extinguió la musicalidad de su prosa y el lujo de un estilo. Los domingos son ahora (si cabe) días más desterrados del infinito.