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Con el pene no se juega; ese es el título, abierto a interpretaciones, juicios, fantasías, viajes alrededor del mundo y de la historia, e incluso a insultos, ¡tan de pésima moda!, del nuevo, y muy bien construido, ensayo de los filósofos murcianos Alfonso Galindo (Murcia, 1969) y Enrique Ujaldón (almeriense nacido en 1965 y afincado en Murcia), quienes se dejan los puños en «un alegato contra la izquierda reaccionaria» en 'Sexo, cuerpo, boxeo', editado por Verbum. Lo tienen claro: «Este es un libro de combate, de lucha política». Y «para la política, cuando es democrática, son más importantes las palabras que cualquier otra herramienta». El trato con ellos es exquisito.
-¿A qué se refieren con 'el precio de la libertad', capitulo con el que abren su ensayo?
-Nuestro libro es una alegato contra la izquierda reaccionaria, pero no toda la izquierda lo es. Pero sí que nos parece evidente que el pensamiento reaccionario se está adueñando de la izquierda. El resultado es que la izquierda que contribuyó a que podamos disfrutar de amplias libertades se está diluyendo en una izquierda que se cree con derecho a imponer a todos su concepción de lo que es una vida buena. Nosotros no tenemos una visión dogmática de la libertad, que es tan solo el nombre que le damos a nuestra reivindicación de elegir por nosotros mismos, justificar el por qué premiamos o castigamos determinadas conductas y poder así vivir en sociedad. La libertad no es un valor absoluto, ningún valor lo es, pero es preferible el sistema de gobierno que potencia y garantiza cuanta más mejor, y que impone las mínimas restricciones posibles para hacer viable la convivencia. Ante la penetración del pensamiento reaccionario de la izquierda, nuestro libro quiere ofrecer argumentos para resistir.
-¿Por qué hablan de 'amar el cuerpo y odiar el mercado'?
-La revolución liberalizadora de las costumbres que impulsó la izquierda a finales de los años 60 abrió la 'caja de Pandora' de la cultura del ocio y el consumo. Su reivindicación del derecho de las personas a decidir sobre su propia vida contribuyó, de manera inconsciente e indirecta, a potenciar los valores del individualismo. Esta revolución implicaba aceptar el mercado como ámbito de legitimidad de cualquier estilo de vida, como institución en la que expresar y satisfacer nuestros deseos sin más límites que los que dictan las relaciones libremente aceptadas. La felicidad ya no residía en un utópico paraíso comunista, sino en lo que se pueda acordar aquí y ahora entre seres libres e iguales, ya sea mediante el comercio o la libre decisión. Cuando la izquierda se dio cuenta de que esto incentivaba la sociedad de libre mercado, reorientó su discurso a demonizar el consumo en sí mismo y la publicidad como portadora de ese nuevo orden moral. Sus ataques reaccionarios son especialmente virulentos cuando la publicidad se sirve del recurso a los cuerpos femeninos, ya que en tal caso se une la moralina monjil y el odio al mercado como lugar de pecado.
-También dedican un capítulo al hecho de 'ver sexo'.
-La actual moral reaccionaria es la heredera directa de los represores de antaño que censuraban la exhibición de los cuerpos desnudos. Esta moral ignora o subestima un dato natural del ser humano: la irrefrenable tendencia a mirar y gozar con ello. Con su censura, la ideología reaccionaria demuestra no aceptar cómo somos y querer salvarnos de nosotros mismos, incluso cuando libremente decidimos mirar o exhibirnos sin perjudicar a otros. El talibán reaccionario actual siempre ve detrás de ello la influencia del heteropatriarcado o del uso de la publicidad por parte del mercado. En este tema se hace muy evidente el cambio en la ideología de izquierdas, que ha pasado de impulsar la libertad de las costumbres a la moralina monjil. No obstante, hay matices.
-¿Cuáles?
-La izquierda reaccionaria no trata igual todas las exhibiciones de cuerpos femeninos: las permite cuando las llevan a cabo actrices en actos públicos, las censura en la publicidad o en eventos deportivos tradicionalmente masculinos -recuérdese el caso de la censura de las azafatas de la Fórmula-1 o el motociclismo. Igualmente, en España esta ideología ha llevado a crear un organismo que, al igual que la policía que vela por el cumplimiento de la 'sharía' en los países islámicos, vigila el supuesto uso estereotipado del cuerpo femenino en la publicidad -el 'Observatorio de la imagen de las mujeres'-, pero del masculino no dice ni pío.
-Otra de las cuestiones que abordan es lo que llaman 'el laberinto de la maternidad'.
-Nos resulta muy curioso el hecho de que la maternidad es un tabú para la izquierda reaccionaria. Esta, tradicionalmente, ha sido tan natalista como la derecha, pero es evidente que cada día se siente más incómoda con el hecho de que la maternidad es una capacidad específica de las mujeres. Hacen bandera de todo aquello que es ajeno a la maternidad y sienten que no es tarea suya hacer políticas que ayuden a las mujeres a ser madres. Este es, por otro lado, un problema fundamental en las sociedades desarrolladas, cada día más envejecidas y anquilosadas. En este caso estamos ante un ejemplo típico de cómo la ideología reaccionaria prescinde de la realidad biológica, impone un modelo de ser mujer y denigra, o cuanto menos subestima, cualquier otro que no se ajuste a él.
-Llegamos al boxeo, a 'la disputada épica del boxeo'.
-El motor e hilo conductor de este capítulo es el conocido veto que [algunos medios de comunicación] se ponen a sí mismos sobre el boxeo, cuya actividad consideran sórdida. En el libro argumentamos dos cosas: en primer lugar, la injusticia de esta comprensión de un deporte noble donde los haya, de carácter olímpico, cuyas cifras de accidentes graves no son ni muchos las peores comparadas con otros deportes, y que ha generado múltiples obras de arte y hasta un género fílmico propio. Y, en segundo lugar, la capacidad de adoctrinamiento de los medios de comunicación y la indisimulada y consciente voluntad de adoctrinar.
-¿Qué denuncian en el capítulo 'Todo por el cuerpo'?
-En este capítulo partimos de la tesis de que en sociedades desarrolladas como la nuestra el valor absoluto es el propio cuerpo: salud, experiencias placenteras conseguidas -sexo, comida, viajes, conciertos-. Hemos interiorizado que nuestro destino es el aquí y el ahora, de ahí que no haya tiempo que perder. Los nuevos templos son los centros comerciales, los gimnasios, las clínicas de estética. Y los sacerdotes son los chefs, los entrenadores personales, los cirujanos estéticos. Incluso hay nuevos sacramentos: los menús degustación, los complementos alimenticios de proteínas, el bótox, la quinoa, etc.
Nosotros también celebramos este giro hacia lo terrenal propio de nuestras sociedades tardomodernas. Pero esta idealización del cuerpo conlleva el peligro de rodear de regulaciones, tabúes y prohibiciones esa realidad absolutizada. Siempre ha sido así a lo largo de la historia. Nuestra tesis es que la izquierda, carente de grandes proyectos tras la 'caída del Muro', se ha volcado en la defensa de cuestiones identitarias y en la gestión moralista de nuestra conducta, especialmente en lo que tiene que ver con la sexualidad, la alimentación, el género.
-¿Cómo se posicionan ante el hecho de que el sexo se compre y se venda?
-Cuando escribimos el capítulo que habla de ello, éramos conscientes de que tocábamos un tema en el que los defensores de posiciones reaccionarias se muestran incapaces de atender a argumentos. No negamos, obviamente, que hay explotación sexual y trata que deben ser perseguidas y castigadas. Pero es un hecho que hay mujeres -y hombres, que siempre se olvida- que deciden libremente ejercer la prostitución. Nuestra tesis es que en el caso del sexo previo pago, la moral reaccionaria alcanza una de sus cimas, pues en él se dan cita de manera ejemplar todos los criterios constitutivos de su canon reaccionario: la demonización del comercio, la sacralización del cuerpo -especialmente el femenino-, el recurso al mantra del dominio heteropatriarcal, la obsesión por redimir a la humanidad y la propia absolutización del sexo, es decir, la elevación de la sexualidad a principal criterio de la verdad del ser humano. Detrás de la condena de la prostitución hay una sacralización del sexo carente de fundamento y que propicia el rodearlo de tabúes. Se demoniza el aceptar dinero por sexo y se desprecia la opinión de las mujeres que libremente deciden ejercer esa profesión. Aquí no opera el 'hermana, yo sí te creo'.
-'Con el pene no se juega' se titula el capítulo en el que aparece reflejado el éxito del 'satisfyer'.
-Es un hecho que los juguetes sexuales femeninos gozan de plena legitimidad y visibilidad. No hay, en efecto, más que recordar la celebración en los medios de comunicación de los éxitos de venta del 'satisfyer' como regalo de Reyes. Y nos parece estupendo. Pero es impensable, o cuanto menos chirriante, que un hombre comentase que ha comprado una vagina de plástico o una muñeca hinchable. Fácilmente sería visto como prueba de perversión, patología o incapacidad. A partir de este dato, reflexionamos sobre las razones de la demonización reaccionaria de los juguetes sexuales solo cuando se trata de juguetes pensados para el varón. Como no queremos hacer 'spoiler' del libro, bastará con decir que tras el desdén al juego erótico del varón en soledad se oculta una idealización del coito -que es también la clave de otros tabúes y consideraciones sociales y jurídicas que tienen que ver con él- y la sordidez y perversión que cierta cultura 'woke' atribuye a la sexualidad masculina.
-¿Hay que «odiar el delito y amar al delincuente»?
-No hay libertad si no hay leyes y, por tanto, normas sobre lo que puede y no puede hacerse. Nuestra idea del delito es fundamental para comprender qué visión tenemos del ser humano y de la libertad. La izquierda reaccionaria, como hemos visto con la ley del 'solo sí es sí', tiende a rebajar las penas de prisión, pues considera que excluyen y agravan la injusticia social. Opera la idea de que todo delincuente es una víctima, del capitalismo o del heteropatriarcado, que para muchos viene a ser lo mismo. Esta concepción es fruto de la idea de que la conducta humana es totalmente moldeable y que no estamos sometidos a condiciones naturales o biológicas, lo cual va contra toda la evidencia conocida -aunque a los reaccionarios los hechos les suelen traer sin cuidado-.
-¿Son sagrados los alimentos?
-Como ya decíamos, los alimentos son uno de los nuevos sacramentos para alcanzar el bien más alto que la sociedad puramente terrenal promete hoy al hombre: salud, bienestar, placer. De ahí su importancia en la cruzada de la izquierda redentora y reaccionaria. En el libro analizamos ejemplos de la obsesión por imponer un canon de alimentación y denigrar otros. Lo habitual es la demagogia y la falta de rigor científico. En España, el ministro de consumo Alberto Garzón ha dejado buenos testimonios de ello. Sobra decir que no estamos en contra de que la Administración vele por la salubridad de lo que comemos y controle su calidad. Pero una cosa es eso y otra imponer un estilo y unas preferencias de comida.
Autores Alfonso Galindo y Enrique Ujaldón.
Género Ensayo
Editorial Verbum
«La izquierda, que lideró la revolución sexual y de las costumbres en los años 60 y 70, ha mutado en una izquierda reaccionaria, moralista, 'woke'. No concede legitimidad a las intenciones y deseos de los individuos; no cree en la libertad y en la igualdad; quiere imponer sus valores; quiere salvarnos a todos, a pesar de nosotros mismos. No obstante, no hay una respuesta 'de izquierdas' al boxeo, la pornografía, la maternidad, la alimentación...».
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
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