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La editorial Alianza, empeñada constantemente en subir el listón de calidad en su catálogo, acaba de lanzar tres títulos legendarios de un autor que, aunque murió en 1939 («escritor austríaco muerto en París», reza en su tumba), está predestinado a ser uno de los más leídos en 2020. Entre otras cosas, amén de su estimada calidad narrativa, porque este año han quedado libres de derechos sus obras, de modo que no van a cesar de aparecer traducciones. En concreto, Alianza incorpora a su nómina a Roth, otra voz rota por el tormento, como la de Stefan Zweig, amigos del alma, ambos austríacos exiliados. Roth sucumbió destrozado por el alcohol, tras una vida pegada a la actualidad como reportero [fue corresponsal en París, su ciudad favorita, donde muere] y novelista, y Zweig, exasperado por la guerra y los derroteros de Europa, acabaría con su vida en Brasil, viendo imposible su retorno.
En la versión de 'La leyenda del santo bebedor', «fábula atemporal y póstuma» que acaba de publicar Alianza hay «un esclarecedor epílogo», sugiere la editorial, de Ibon Zubiaur, que, en efecto, nos acerca a la «compleja y caleidoscópica personalidad del autor, a la vez que fija la relevancia de su obra». Zubiaur rescata a un Roth reportero que destacó por su concisión en el reportaje y por su admirable capacidad para plasmar ambientes, «en la que no tendrá rival»: «Esa sensibilidad por lo atmosférico es la que le otorga dimensión política a sus obras, frente a la lucidez analítica de colegas contemporáneos cuya talla novelística se está redescubriendo solo ahora (como Gabriele Tergit o Bernard von Brentano)».
Según David Bronsen, su primer biógrafo, fue «un mitómano que reiventaba una y otra vez su historia, que elevaba lo vivido en la fantasía a la realidad y finalmente a mito y que en gran medida basaba en ello su actitud ante la vida». Para el crítico Marcel Reich-Ranicki, «Roth fue pobre y a la vez manirroto, ascético y sin embargo disoluto, un hombre frívolo y abandonado, irresponsable e informal, y un escritor sobrio y lúcido, insobornable e implacable. Fue un granuja y además un poeta, un sinvergüenza y casi un profeta».
Roth sería el gran reportero europeo de los años 20, en medios como Frankfurter Zeitung, «el mejor pagado» de la República de Weimar: «Generó grandes polémicas y estuvo en boca de todos». En lo personal, bebió todo lo que pudo, quizás para olvidar la locura de su esposa, recluida en un manicomio de Viena. Sin embargo, incide Zubiaur, «como novelista tardó en ser reconocido», porque procedía de la escuela de la prensa y porque decía a las claras cosas como esta: «Cuando los periodistas alemanes escriben libros, necesitan casi una disculpa [...]. Y sin embargo un periodista puede, debe ser un escritor del siglo. [...] No sé por qué una gran sensibilidad para la atmósfera del presente ha de impedir la inmortalidad. No sé por qué el conocimiento de lo humano, la experiencia, el sentido de la orientación, el talento para atrapar y otras debilidades similares que se les reprocha a los periodistas tienen que mermar la genialidad. El auténtico genio celebra incluso esos defectos. El genio no es ajeno al mundo. [...] No es anacrónico, sino actual. Conquista el siglo porque domina a la perfección la década».
El estudio de Zubiaur nos descubre una vida invadida por los azares. Roth nació en 1984 en Galitzia, provincia agraria, con siete millones de habitantes, de los que tres millones eran analfabetos, adquirida por los Habsburgo en 1772 con la primera partición de Polonia, de donde se extraía a principios del siglo XX el 5% del petróleo mundial. Era «la California polaca», dice Zubiaur recordando las palabras de Roth. Un lugar mísero, poblado de judíos y asediado por el contrabando y las guarniciones militares. Estudió literatura y filosofía; sirvió en la Primera Guerra Mundial, y una de sus luchas sería evitar ser un apátrida y conseguir la nacionalidad austriaca [que finalmente logró] para moverse tras desmoronarse el Imperio Austrohúngaro y pasar Galitzia al nuevo estado polaco.
'La marcha Radetzky' (1932), cuyo título alude a la célebre composición de Johann Strauss, es la obra maestra de Roth y un clásico de la literatura que Alianza ofrece por primera vez, con traducción de Isabel García Adánez; lo mismo que 'Job' (1930), en el que asoma su estilo inconfundible, con la traducción de Adan Desiderio Kovacsics Meszaros.
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