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El escritor José Luis Castillo-Puche, fotografiado en 1996. M. Bueso
'Misión Estambul': Un espía llamado Castillo
El libro de la semana de Ababol

'Misión Estambul': Un espía llamado Castillo

Un verdadero experimento del escritor yeclano, que arriesgó su propio prestigio y hasta pudo arruinar su carrera literaria por apostar por un subgénero considerado, por entonces, de ínfima valía, de simple entretenimiento, de escasa calidad y poco recorrido

Sábado, 5 de abril 2025, 09:13

En 1954, cuando sale a la luz por primera vez este sorprendente relato de Castillo-Puche, la novela policiaca española se hallaba aún en mantillas, en paños menores; prácticamente se desconocía su existencia y sólo podíamos remitirnos a dos ejemplos del pasado, aunque de feliz recordación. De un lado, 'El clavo', de Pedro Antonio de Alarcón, de 1853, y, por otra parte, 'La gota de sangre', la novela corta o cuento extenso de doña Emilia Pardo Bazán, aparecido en 1911, cuando acababa de morir Galdós, aunque instituciones como la Real Academia, la Iglesia o la Monarquía lamentaran muy poco su desaparición.

'Misión Estambul', José Luis Castillo-Puche. Temática policiaca. Edición y prólogo de José Belmonte. La Fea Burguesía
Imagen - 'Misión Estambul', José Luis Castillo-Puche. Temática policiaca. Edición y prólogo de José Belmonte.

Y ¿después? ¿Qué sucedió a continuación? Silencio. Un largo y frío silencio. Mientras que en el resto de Europa la novela negra ya había alcanzado sus más altas cotas de calidad, con las obras de la genial Agatha Christie, que ofrecía relatos policiales como 'Muerte en el Nilo', de 1936, en España, lejos de interesarnos por la literatura, nos dedicábamos a pegarnos tiros y sacarnos la piel entre hermanos, un deporte que se practica con harta frecuencia en nuestra nación.

En España, y volvemos de nuevo a lo nuestro, hasta mediados de los sesenta, con la presencia del manchego Francisco García Pavón, nacido en 1919, justo el mismo año que Castillo-Puche, no surgirá algo parecido a la novela puramente policiaca con la invención de un curioso detective, surgido del pueblo, con la sabiduría propia del pueblo, policía municipal chapado a la antigua, que, en un ámbito rural, en la ciudad vitivinícola y melonera de Tomelloso, investiga algunos robos de jamones, asaltos a los carros de mulas o casos de escasa enjundia y poco relieve, pero de un incalculable valor literario y de un fino humor que no tiene precio. Algo es algo.

Mientras que en el resto de Europa la novela negra ya había alcanzado sus más altas cotas de calidad, con las obras de Agatha Christie, en España, lejos de interesarnos por la literatura, nos dedicábamos a pegarnos tiros

'Misión Estambul' es, por lo tanto, una 'rara avis', un verdadero experimento de Castillo-Puche, que arriesgó su propio prestigio y hasta pudo arruinar su carrera literaria por apostar por un subgénero considerado, por entonces, de ínfima valía, de simple entretenimiento, de escasa calidad y poco recorrido. Porque conviene recordar que, justamente, en ese mismo 1954 el escritor yeclano había publicado también su primera novela, la que le convertiría en un escritor bien considerado y muy respetado: 'Con la muerte al hombro', el libro que le abrió las puertas de la fama, la novela por la que se interesó el mismísimo Hemingway, quien manifestó públicamente que, por fin, en la narrativa española había una cierta esperanza de renovación, de cambio, después de atravesar el desierto de la Guerra Civil y la posterior sequía de las dos décadas siguientes.

Una pieza aparte

¿Existe alguna relación entre 'Misión Estambul' -llamada en su primera edición 'Misión a Estambul', cuyo título fue rectificado en su segunda entrega de 1982, con las consiguientes correcciones del propio Castillo-Puche- y 'Con la muerte al hombro'? Se diría, a simple vista, que son dos productos absolutamente dispares, contrapuestos, que sólo coinciden en la firma del autor. Pero nada más lejos de la realidad.

En uno y otro relato hallamos ese dinamismo propio de los personajes de Castillo-Puche, heredado de su maestro don Pío Baroja. Personajes que parecen sufrir el mal de San Vito, que caminan, a veces, sin sentido, desesperadamente, de un lado para otro sin saber con exactitud qué es lo que buscan ni qué es lo que quieren. Por no hablar de esas situaciones surrealistas, tan propias del escritor yeclano, con una técnica de esperpentización que hubiera hecho las delicias del propio Valle-Inclán, que fue el inventor de tan sofisticado resorte, de tan gracioso y mordaz artilugio.

Un cuento sin apenas cuento, una historia en la que hay que poner mucha imaginación y hacer un esfuerzo considerable para sortear los agujeros negros, los espacios en blanco que salen a nuestro encuentro

'Misión Estambul' es, con todo, una pieza aparte en la carrera de Castillo-Puche. Es su contribución personal a un género por entonces denostado y que, con el paso de los años, ha ido ganando musculatura a base de calidad, de elementos que han ido añadiéndose por el camino, dando vigor y consistencia a este tipo de relatos, demasiado esquemáticos, desleídos y descarnados en un principio.

La gracia de la novela de Castillo-Puche reside no tanto en lo que cuenta, sino en lo que se sugiere en estas páginas, siguiendo así la conocida teoría del iceberg de Hemingway. El lector, un tanto contrariado, llega a la conclusión, cuando concluye el relato, que el autor le ha birlado la cartera, que lo ha manipulado a su antojo, que lo ha llevado a su propio terreno para luego dejarlo en ascuas. Y en ello, precisamente, está la gracia y el valor del libro: el ser un cuento sin apenas cuento, una historia en la que hay que poner mucha imaginación y hacer un esfuerzo considerable para sortear los agujeros negros, los espacios en blanco que salen a nuestro encuentro.

El protagonista, llamado Castillo, parece un trasunto, un 'alter ego', del propio José Luis Castillo-Puche, aunque en plan confuso y ofuscado, que no sabe a qué atenerse, aunque éste procure siempre mantener las distancias, pero, aun así, los elementos biográficos son considerables.

El esfuerzo de La Fea Burguesía, que es quien edita, y de la Fundación Castillo-Puche de Yecla, que es la que pone las perras, ha valido la pena. Con su impulso y su buen gusto, han rescatado del olvido la novela que abrió el camino al resto de relatos del género policiaco en España. Y, además, han puesto en nuestras manos la obra más rara, extravagante y excéntrica de su autor, de un Castillo-Puche, que en Gloria esté, que decidió, cierto día, jugar a los espías y le salió redondo el invento.

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