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José María Álvarez, fotografiado en su lugar de trabajo en su residencia de Cartagena, Villa Gracia. Martínez Bueso
José María Álvarez: «Todo parece desvanecerse, la civilización arrojada a un estercolero»

José María Álvarez: «Todo parece desvanecerse, la civilización arrojada a un estercolero»

El poeta será homenajeado este sábado en el VI Festival Deslinde, que se celebra en Cartagena y donde se presentará toda su obra reunida, 'Museo de cera'

Sábado, 12 de noviembre 2022

«En el sexo he sido siempre un hombre muy afortunado, lo siento por aquellos a quienes les fastidia mi buena suerte», dice José María Álvarez, poeta luminoso, un tipo amado u odiado, viajero eterno desde que nació en Cartagena en 1942, y hombre consagrado al placer y a la escritura, que convierte en un regalo: una fuente de vino excelente, una invitación a cabalgar libres sobre los sentidos y la sabiduría. Es oro envuelto en una gota de veneno. Autor de una extensa obra poética, que estos días ve la luz reunida en su totalidad en 'Museo de cera' -dos volúmenes editados por Balduque, que dirige el también poeta José Alcaraz-, Álvarez será homenajeado este sábado en Cartagena en el marco del VI Festival Poético Deslinde, que se inició el pasado día 4 con una jornada en memoria de José Hierro (Madrid, 1922-2002; Premio Cervantes en 1998) y que, patrocinado por la Concejalía de Cultura, coordina Patricio Hernández en colaboración con Antonio Marín Albalate, Paloma Fernández y Carlos S. Olmo. Los actos dedicados a la creación literaria de Álvarez incluyen un recital, protagonizado por él y conducido por Noelia Illán, que se celebrará, a las 20.00 horas, en la Sala Isaac Peral del Antiguo CIM (UPCT) -Calle Real, 3-.

-¿Cómo recibe usted este homenaje en su ciudad del festival Deslinde?

-Con agradecimiento a la alcaldía de Cartagena, muy especialmente a su alcaldesa [Noelia Arroyo, del PP].

-¿Por qué el silencio de los suplementos culturales de este país sobre sus nuevas entregas poéticas?

-Porque en general están ocupados por gente muy inculta y de compromisos políticos abyectos.

Del último poemario de José María Álvarez, también incluido en 'Museo de cera' (2022), '¡Non, je ne regrette rien', indica Abelardo Linares, editor de Renacimiento, que «no es solo un nuevo libro de poemas del más juvenil, renovador y activo del celebrado grupo de poetas llamados Novísimos», sino también «un libro hermosísimo y radical, un libro de frontera: tras del que es difícil llegar más allá en la tensión del lenguaje, en la sonoridad restallante del verso -siempre blanco- y en la feroz afirmación de la libertad vital y creativa». Estamos, defiende Linares, ante «uno de los primeros libros mayores del aún literariamente indeciso siglo XXI».

«Creo que con los años me he vuelto más apacible. ¿Mejor persona...? No. O puede que sí»

Un libro que Álvarez dedica, entre otros, «y por todo lo que le debo por su compañía y magisterio durante tantos años, a Michel de Montaigne. ¿Quién más abierto al mundo, a todo? ¿Quién ha llevado más lejos, con los pies en la tierra, la inteligencia y la libertad?».

Un último poemario en el que cabe todo lo hermoso y también un rosario de desprecios. Habla en él de la película 'El río' (Jean Renoir, 1951) que «hay que contemplarla de vez en cuando... para ser mejor» porque «probablemente, lo mejor que podemos aprender está en 'El río'». Y también de Catulo, de cuya escritura afirma que «pocas veces se ha expresado con tal delicadeza ese momento asombroso, sagrado, de una mujer masturbándose». Y, por supuesto, proclama: «Qué sería nuestra vida sin 'La isla del tesoro', sin haberla leído siendo niño».

También están presentes en 'Non, je ne regrette rien' sus obsesiones, como el cuadro 'La tempestad' de Giorgione, y su gratitud hacia Salvador Espriu, «y no solo por su poesía», sino porque «cuando yo tenía dudas, usted me aconsejó, me ayudó a fortificar mi pensamiento, y con su ejemplo a resistir la crueldad de los tiempos». Un libro espléndido del autor al que le hubiese gustado escribir, por ejemplo, « 'Ada o el ardor', 'Cien años de soledad', 'La isla del tesoro', 'El gatopardo', y 'Macbeth'... o 'Antonio y Cleopatra'».

«¿La suerte de nuestra sociedad...? Adelante con los faroles. Parece que le gusta el látigo. Poco puede uno hacer»

Un poemario que es también un río que atraviesa impúdico su pensamiento y anhelos: «Creo que con los años me he vuelto más apacible. ¿Mejor persona...? No. O puede que sí. Sin duda, menos agresivo. Pero eso quizá es porque todo me importa menos. Muchas cosas que antes no toleraba ahora me traen sin cuidado». Un ejemplo: «¿La suerte de nuestra sociedad...? Adelante con los faroles. Parece que le gusta el látigo. Poco puede uno hacer». Otro ejemplo: «¿La Cultura? Bastante tengo con que no se apague en mí». Y los amigos: «He despedido a tantos que se llevó la muerte, y los indeseables ya no existen en mi memoria».

El poeta cree que «más o menos ya sé qué es el amor y que los arrebatos sexuales, y están bien todos, acompañan mucho». Y que la vida, «con frase que le tomo a Popper, no consiste en afirmar verdades, sino en corregir errores». Imposible entender a Álvarez sin la lectura ni los viajes: «Cada vez amo más leer, y aunque no sea con la inocencia y el apasionamiento de la juventud, es mi alimento, como la música y la pintura». En cuanto a las ciudades, aquellas «donde he sido feliz han mudado a formas de vida que me repugnan. Pero sigo paseando por ellas viviendo en mi memoria cómo fueron, tratando de gozar lo que aún me guardan. Como Mutanabbi, les digo: 'Moradas que amé, vivís en mi corazón'».

«Ya sé qué es el amor y qué los arrebatos sexuales, y están bien todos, acompañan»

He aquí Álvarez en estado puro: «Es verdad que se ha incrementado mi desprecio, pero es que cada vez casi todo es más despreciable». Y el amante de la naturaleza: «Esta mañana -escribe- contemplando el esplendor del mar y de los cielos... Me duele pensar que un día ya no habré de gozarlos. Seré nada como antes de nacer. Y me entristece que conmigo morirá lo que recuerdo. Acaso he dejado un poco en mis libros, pero estos también pasarán. En fin...».

Crepúsculo

Álvarez habla a sus lectores, y al infinito: «Sí, la vida que habíamos convertido en digna, todo parece desvanecerse, la civilización arrojada a un estercolero... Pero eso no hace que ame menos la vida. Y estoy en paz conmigo. Contemplo el crepúsculo. Venus asciende lentamente. y dentro de poco la Luna convertirá la mar en plata. Sí, agradezco vivir». «¿Queréis que os diga algo de lo poco que he aprendido?», propone el poeta. ¿Cómo resistirse?: «No le busquéis tres pies al gato. La vida no tiene sentido. Es hija del azar. Pero impecable. Y es ese azar lo que decide desde nuestros sueños al mundo que vivimos, el amor y la desdicha, la salud y la muerte. Y siempre el puro azar. Lo que no puedes ni imaginar. La libertad es no ser un títere porque sí podemos elegir en ese caos». Y están los límites, porque «aunque sepamos lo que es el Bien y el Mal, no podemos desentrañar el ruido y la furia de la Historia». Y, atención: «No es cuestión de inteligencia. Pensad en los griegos y su sabiduría; y sucedieron las guerras del Peloponeso. O en los gobernantes de Roma tantas veces. Nosotros mismos. Quienes vivieron antes de la guerra del 14, ¿no eran acaso gobernantes con mil veces más talento que los que hoy asolan las naciones? Y dieron lugar a esa espantosa carnicería». O pensad asimismo «en la guerra de los Treinta Años. O en la peste. En cinco segundos salta por los aires todo. Esto no tiene arreglo. El ser humano es lo que es: de la misma especie nace Buda o Li Po o Mato Tse-Tung o Hume o Gibbson, y Lenin, y el doctor Mengele». Eso es, «creamos instrumentos de tortura y leyes injustas mientras pintan Velázquez o Monet, o escriben Shakespeare, Sófocles, o componen Mozart o Beethoven». ¿Y entonces? «Lo único que queda es, si podemos, intentar evitar que reinen los asesinos, aprender a resguardarnos y no poner jamás en venta nuestra dignidad, nuestra libertad. Y que no nos roben la alegría. Evitar los desastres en lo posible; son como los terremotos o los volcanes, las epidemias, los vientos feroces, el hielo». Describe el también autor de ensayos, memorias encendidas, novelas eróticas y biografías noveladas, que «cuando logramos unos años de prosperidad, ahí está el mal, acechando, y vuelve a tomar las riendas. Y como ante la naturaleza ciega, brutal e inesperada, no podemos defendernos. Solo sacar de las ruinas lo que podamos, y seguir. Y a lo largo de ese sinsentido, solo el coraje, el honor, lo que antes se llamaba hombría de bien. Y la piedad, y a quien le valga... también acaso para todos, el Arte, ese misterio, el más misterioso, que de vez en cuando habita entre nosotros».

«No le busquéis tres pies al gato. La vida no tiene sentido. Es hija del azar. Pero impecable»

-¿Cómo vivir lo mejor posible?

-Para mí, y ya lo habían visto muy claramente Cicerón y los viejos clásicos, carecer de ambiciones sociales y tener una profunda ambición cultural, ambición de saber, es fundamental. La fórmula consiste en darte cuenta cada día de que eres más tonto, de que sabes menos, de que te queda mucho por comprender, por leer, y tender a superarte. Se trata de tender a lo excelente y de ir despreciando lo que no lo es.

-¿Qué estado de ánimo predomina en usted?

-Intento luchar constantemente porque no me roben la alegría.

-¿Qué tiempos vivimos?

-Sin sentido, muy mediocres, de una vileza aplastante.

-¿Qué ha aprendido en estos últimos años?

-A seguir resistiendo.

-¿Lo mejor que le ha pasado?

-Llegar a los 80 años con la misma lucidez y capacidad de desprecio de esa vileza que le digo.

-¿De qué se arrepiente?

-De muy pocas cosas. Quizá de no haberme quedado en París en 1960, cuando llegué a esa ciudad.

-¿Qué ideario político, partido o políticos gozan hoy de su simpatía?

-No soy persona partidista. Mi simpatía va a aquellos que, sean del credo que sean, están dispuestos a abolir toda legislación destructiva, como ideologías de género, falsificación de la Historia, multiculturalismos, pensamientos 'correctos', ecologismos delirantes… etcétera, etcétera, etcétera. Y endurecer las leyes en defensa de la propiedad y las libertades, impidiendo que los gobiernos puedan hacer lo que quieran.

Desvarío y control

-¿Qué le recomienda usted a los jóvenes?

-Que se protejan de todo el desvarío con que intentan controlarlos, y que se esfuercen en razonar por sí mismos, y que lean, sobre todo a los que llamamos clásicos.

-¿Defiende usted una sexualidad sin límites?

-Sí, la sexualidad es como el arte, no tiene moral, aunque tiene otras cosas que hemos aceptado para poder vivir en sociedad.

-¿A qué saben las penas de amor?

-No he tenido.

-¿Su arma preferida?

-La inteligencia.

-¿Contra qué tentación combate más?

-No combato las tentaciones.

-«Somos la uña del muerto», dice en uno de su poemas de hace años. ¿Qué quiere decir?

-La uña del muerto sigue creciendo. Y esa sensación sí que la tengo, la de que las cosas que son importantísimas para mí, como el arte, la belleza, la música, algunas ciudades, algunas páginas de la literatura, fueran ya algo incomunicable, algo que solo unos pocos entienden.

Hágase tu voluntad

Lector amigo, cuando a estas alturas de la Historia y de nuestra memoria calcinada solo merece ya la pena joder y escuchar ciertas óperas, vuelvo a confiar en que verá con buenos ojos estas páginas a tan suculento tema consagradas. Permítame, ¡maestro!, comenzar con estas palabras que fueron las primeras que leí de usted y las culpables de que yo, desde el primer momento, me declarara ferviente devoradora de su obra.

Una obra que ha llegado a consumarse en la versión definitiva de 'Museo de cera', y de la que he podido formar parte desde que usted, un 13 de octubre de 2021, sacó aquel maletín repleto de hojas, recortes y demás anotaciones, con el fin de darle el 'orden' que desde joven le venía adjudicando. Aquel maletín era el mismísimo botín del mundo y el oro de los tigres y la mirada de la Esfinge y todos esos versos que me mantienen firme ante el absurdo de los días como si de mi propia espina dorsal se tratara. Al abrirlo pensé: húndase Roma en el Tíber. Éste es mi reino.

Una noche -sé que lo recordará-, tras una cena junto al mar, mientras fumábamos acompañados de una brisa delicada, tuvimos una conversación sobre la ardua tarea que habíamos emprendido. Le dije (usando palabras de su 'Signifying Nothing'): «José María, esto es Enorme».

He hablado ya mucho de su obra y no querría repetirme, ¡maestro! Es más que sabido la admiración que siento por ella, pero sobre todo por usted, en el que se entrecruzan retazos propios de un dios con la amistad que nos profesamos. Pero lo que nunca he dicho por escrito, y me niego a pasar por alto hoy, es que nos encontramos definitivamente ante uno de los grandes, ante uno de esos poetas que hacen Historia. Aunque no aparezca en un libro de texto por razones más que cuestionables, aunque en las muchas antologías que se han hecho de poesía española usted haya sido excluido deliberadamente, y aunque no sea bienvenido en muchos ambientes literarios, debo y quiero decirle que será su nombre, sin duda, uno de los hitos de la historia de la Literatura

Que así sea.

Por Noelia Illán Conesa, poeta.

Asombro y devoción

Cuando Álvarez me contó que había pensado en Balduque para esta edición especial de 'Museo de cera' y que ponía la obra en nuestras manos, sentí agrado, pero también responsabilidad. Trabajar en un libro de casi mil cuatrocientas páginas en dos volúmenes, considerado por muchos una de las cumbres de la poesía española de las últimas décadas, no supone un día más en la oficina. Han sido jornadas intensas, por supuesto, pero precisamente por eso llenas de la misma vitalidad que respiran la obra y el poeta; aunque no debiera hacer distingos entre una y otro, pues seguramente conforman un mismo ser. De hecho, creo que 'Museo de cera' es una especie de Aleph del propio mundo interior de su autor.

Enseguida pensé en utilizar la tipografía Sabon, pero no solo por su elegancia. Jan Tschichold, que la diseñó en la recta final de su carrera, quiso que fuera una letra romana de corte humanista y no una moderna palo seco de las que tanto defendió en su juventud. Y la poesía de Álvarez tiene mucho que ver con ese camino que parte de lo nuevo para volver siempre a lo clásico y los valores humanistas.

Si, como decía Unamuno, las palabras son vida vivida, en un libro de poesía, y sobre todo en uno que lleva escribiéndose desde 1960, lo son más aún. Por eso este 'Museo de cera' debía ser, ante todo, manejable, sin tosquedades extraliterarias que alejasen el paso de sus páginas del pulso de la vida. Así lo quiso desde el principio nuestro poeta, como gran lector que es.

Y hablando de lectores, los alvarezianos -acaso los más incondicionales que pueda tener un escritor- ojalá entren en esta nueva edición con el mismo asombro de quienes con ella lo descubran y se sumen a su devoción.

Por José Alcaraz, editor de Balduque y poeta.

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