Pilar Adón (Madrid, 1971) es escritora y traductora. Ignacio Gil / EFE
El libro de la semana de Ababol

'Las iras', historias hermanas de Pilar Adón

En estas dieciocho narraciones priman el personaje femenino con sus furias, el motivo del individuo en su relación con el grupo o la comunidad (especialmente, la familiar) y el tono sombrío. Algunos motivos de los más antiguos cuentos, los orales, los míticos, los folclóricos, los tradicionales, son reformulados y conjugados en estos textos contemporáneos de una autora en un brillante y fértil momento

Carmen María Pujante Segura

Sábado, 8 de marzo 2025, 07:20

Con el aplauso aún resonante, aún caliente, por 'De bestias y aves', Pilar Adón (1971) comienza el 2025 publicando 'Las iras', una de las más ... fuertes apuestas que llegan con el arranque del año literario. Seguro es que los lectores tendrían más ganas de Adón, además de curiosidad por lo que vendría después de tantos premios cosechados por la novela de 2022. Pero no menos seguro es que sus lectores habituales tendrían más hambre de la Adón cuentista, de la Adón que mima el relato breve desde sus inicios con libros como 'El mes más cruel' (2010) o 'Eterno amor' (2021). Si a esas y otras obras narrativas se les suma su incansable labor de editora y traductora y su poesía recientemente reunida, no cabe duda de que Pilar Adón está en un brillante y fértil momento de madurez literaria.

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  • Editorial: Galaxia Gutenberg. 2025. 154 páginas. Precio: 17€. Detalle de la portada.

El volumen de 'Las iras' agrupa cuentos de distintos en temas y dimensiones, pero cuentos hermanos al fin y al cabo, unidos por lazos como los personajes, los motivos y los tonos; de ahí que podamos confirmar que estamos ante un ciclo de cuentos, ese formato en el que queda aún mucho por explorar, especialmente en lengua española. Tales nexos los podemos dar por anunciados en la dedicatoria del libro (que la autora le dirige a su madre) y en las citas introductorias (que son tomadas de «madres literarias» como María Zambrano, Mary Shelley o Emily Dickinson). En efecto, priman el personaje femenino con sus iras, el motivo del individuo en su relación con el grupo o la comunidad (especialmente, la familiar) y el tono sombrío en estos dieciocho cuentos.

Nosotras

Adón sigue siendo Adón con esos animales que se pasean por sus historias (el primer cuento de 'Las iras' no podía no ser introducido por una alusión a un perro). Lo sigue siendo con algunas niñas a punto de convertirse en adolescentes que también se deambulan por esas páginas (como en ese primer cuento, 'La sublimación de los afectos', en el que se hacen fuertes en un «nosotras» del que después se desgaja una voz narradora singular). También hay castigos, quizá divinos, que sobrevuelan las vidas de esos personajes (mitad Antígonas, mitad Frankestein; medio hadas, medio monstruos), al igual que hay nombres que no se pueden pronunciar y pozos que sirven para dar de beber y otros menesteres. Así, algunos motivos de los más antiguos cuentos, los orales, los míticos, los folclóricos, los tradicionales, son reformulados y conjugados en estos cuentos contemporáneos de la mano de una escritora como ella.

Son volátiles las localizaciones de estos cuentos, cuentos ambiguos que, sin embargo, se hacen rotundos en cada desenlace: eso es lo más terrorífico y también lo más complejo de estos textos, sus no finales

Leeremos, pues, cuentos narrados en primera y en tercera persona, como el segundo, titulado poéticamente 'Empieza dulce mundo'. Este se inunda de preguntas, de preguntas retóricas, de preguntas que se lanzan al cielo y al lector. Mientras que el relato anterior, como en otros de 'Las iras', parece anclarse en lugares cerrados y oscuros, este segundo se desarrolla campo a través, con una joven descarriada, en busca de la tierra de Nod, de ese «paraíso en el que habitan todas las bestias del campo y todas las aves del cielo» (pág. 30). En este, como en el tercer cuento del libro, 'Primera sangre', se repetirán otras resonancias como las bíblicas. Y como en el cuarto, 'Llámame mamá', se hace evidente que el epicentro será la madre, siempre la madre. Aparte, como se va comprobando, entre unas historias y otras se van produciendo sugerentes engarces de los cuales aquí solo se está ofreciendo una muestra.

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Ambigüedad

Por ejemplo, en ese último cuento se alude «el espacio en el que había vivido siempre» o a «esto» que no saben que han hecho, potentes ambigüedades que, además, vienen remarcadas por otras tantas preguntas retóricas y otros tantos ecos cinematográficos, al igual que en otros de 'Las iras'. Como el siguiente, titulado 'El cazador', podría tener lugar en Norteamérica, al igual que otros podrían hacerlo en Alemania o Francia; sin embargo, son volátiles las localizaciones de estos cuentos, cuentos ambiguos que, sin embargo, se hacen rotundos en cada desenlace: eso es lo más terrorífico y también lo más complejo de estos textos, sus no finales, como no puede ser de otro modo con una gran cuentista del siglo XXI.

También hay castigos, quizá divinos, que sobrevuelan las vidas de esos personajes (mitad Antígonas, mitad Frankestein; medio hadas, medio monstruos), al igual que hay nombres que no se pueden pronunciar

Esa elección técnica es la que más fuertemente le hace instalarse en la contemporaneidad del género cuentístico mientras se desmarca de los cuentos más tradicionales, aunque, con estos, comparta esos espacios y esos lugares que se pierden en la noche de los tiempos. Los títulos de los cuentos siguientes confirman lo dicho hasta ahora: 'La casa de la eternidad' y 'El sacrificio'. En otros también se sentirá a Austen, Balzac, Wordsworth, Weil, etc. En cambio, será raro encontrar explícitamente la ira en este libro, que se cierra con el cuento titulado 'Elle est belle, le monstre' (para quien escribe, el mejor broche). Así arranca, en medio de un paisaje poético:

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«El océano. La lluvia que cae sobre el océano. La escasa vegetación y la escasa fauna terrestre. Todo esto forma parte de mi realidad. Las rocas negras, el viento y los alcatraces que dan vueltas alrededor de una isla cuyo nombre suena a Kilda, manantial de agua dulce, Kilda, barro y sal. Cascadas de verde como las aristas de hierba verde que descienden sobre los personajes del final de todos los cuentos o de casi todos los cuentos, los más felices y los más desgraciados» (pág. 147).

Sólidos pilares

Lean, lean hasta el mismísimo final. Lean sobre estos individuos asidos o desechados por una comunidad, esos seres medio mitológicos que son las niñas, los más terroríficos que pueden poblar una historia, especialmente si cometen ese pecado capital que es la ira, aunque no lo demuestren mientras que lo reclamen es amor. 'Las iras' es un libro fuertemente cohesionado en sí mismo y también trenzado a otras historias de Pilar Adón, que sigue con su obra en marcha, a buen ritmo, sobre sólidos pilares, como demuestran estos cuentos, cuentos que levitan pero que caen a plomo.

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