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Aborda de nuevo en este libro reciente el catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia ya jubilado Francisco Javier Díez de Revenga la persona y la obra de la escritora cartagenera Carmen Conde, a la que viene dedicándole algunos otros títulos y una labor investigadora incesante, que encierra un homenaje desde hace bastantes años. Porque el investigador murciano, además de ser un gran profesor y un exégeta incansable de la mejor literatura en lengua española, del siglo de Oro, del 98 y del 27, es también un enamorado de los versos nacidos especialmente de poetas de la tierra, como es el caso, de Francisco Sánchez Bautista, Julián Andúgar o María Cegarra. Una labor valiosa, pues se aproxima y se detiene su mirada no solo en los nombres consagrados de la letras castellanas, sino también y, sobre todo, en aquellos vates de gran calidad, pero de escasa fama, a los que el público lector no atiende como se merecen, pero también a aquellos cercanos a la región que estuvieron relacionados con esta tierra y cuyos versos nos aluden también de vez en cuando, como es el caso insigne de Miguel Hernández, al que dedicó uno de sus primeros libros.
'Carmen Conde en la luz de sus palabras', de Francisco Javier Díez de Revenga Real Academia Alfonso X El Sabio, 2024.
La grandeza de Javier, de su trabajo de comentarista apasionado y minucioso, es la transparencia de su prosa, la enseñanza que obtenemos todos los que hemos leído sus libros o leemos sus reseñas literarias en la prensa diaria. Al principio de este libro escribe: «Se conmemoró el año 2007 el centenario de la gran escritora Carmen Conde. Nacida en Cartagena el 15 de agosto de 1907 en el seno de una familia acomodada de comerciantes, era la única hija de la familia, que en 1914 se trasladó a Melilla donde transcurre su infancia hasta 1920».
Lo que aporta el catedrático universitario de literatura murciano es la pasión por la palabra, el trabajo infatigable de un enamorado de las bibliotecas y la curiosidad desmedida de un investigador de primera y de pura raza que además empeña en su tarea sus propios gustos literarios, de manera que a la vez que nos ilustra, nos instruye y nos desvela los misterios del escritor de turno, en este caso de la insigne Carmen Conde.
También nos aproxima al gusto poético, de modo que de cada uno de sus libros salimos sabiendo un poco más, pero, sobre todo, amando más la literatura, en sus muy diversas direcciones. Porque leer a Javier nos prepara para amar la Edad Media, pero también para adentrarnos en la maravilla poética de Lope y del barroco, para entender mejor el neoclasicismo o el romanticismo, o para entrar en el siglo XIX y entender a Galdós o a Clarín. Porque a sus alumnos y lectores nos ha dado la impresión siempre, cuando estábamos en sus clases o cuando terminábamos de leer un libro suyo de que la literatura en su totalidad estaba a nuestro alcance gracias a él, de que nunca despreció a los autores regionales, antes bien les dedicó a buena parte de ellos un sinfín de artículos, conferencias y libros con la misma dedicación e interés con que lo había hecho con los autores nacionales de primera línea.
De hecho, es un enamorado de Juan Ramón, Bécquer, los poetas del 27 y aquellos otros murcianos, como Sánchez Bautista y algunos otros de los que no ha parado de escribir nunca, pues entre sus preferidos las poetas ocupan un buen lugar, Carmen Conde en este caso, o María Cegarra en otros han ocupado alguna de sus páginas cimeras. Y de todos ellos, Carmen Conde y su obra ha sido la elegida para desarrollar el comentario de sus libros, de ahí lo de 'A la luz de sus palabras' del título. Desde el primer libro, 'Brocal', va haciendo un constante comentario y una reflexión atinada y continua sobre la forma y el fondo de la poesía de la primera mujer académica y va adentrándose en el resto de su obra, en libros como 'El tiempo es un río lentísimo de fuego', 'La noche oscura del cuerpo', 'Entre la espera y el desencanto', 'En pie la llama', 'Poemas a Amanda', 'Júbilos', 'Honda memoria de mí', 'Esta flor secreta' y alguno otro.
La obra de Carmen Conde tiene su centro genesíaco en el mar y desde allí se extiende imparable: «Y surge en esta Carmen Conde inicial ya el mar, su mar, que será constante anhelo en toda su obra a lo largo de su vida, mar poseído y gozado en la adolescencia y en la juventud, y añorado y ansiado con fervor en el destierro interior».
Javier Díez de Revenga sabe adentrarse en el mundo lírico de la escritora para extraer a la luz la verdad incontestable de la poesía hasta el punto de que libros como este resultan indispensables para el conocimiento de sus autores, pues los viejos alumnos de Javier nos resuenan en los oídos aquellas palabras sabias de sus clases, con las que nos enseñaba pero también nos deleitaba y nos hacía asequibles aquellos conocimientos que él había extraído tras muchas horas de estudio de los libros y de los archivos polvorientos. Hasta el punto de actualizar esos datos y conocimientos y hacerlos más humanos como en las clases inolvidables que nos impartió durante años.
En el fondo, esto es lo que hace Javier en cada uno de sus títulos, volver al aula e impartirnos una clase magistral, divertida y con lecturas de cada una de las obras de las que nos iba hablando, de manera que ha dejado la clase y se ha jubilado, aunque el magisterio no ha cesado. Porque el que sabe no para de enseñar nunca y su palabra es siempre una luz mágica que nos alumbra los rincones del espíritu humano.
La tarea crítica de Francisco Javier Díez de Revenga es tan necesaria y reveladora que no se entenderían algunos libros y algunos escritores sin estos comentarios de luz y de belleza.
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