Todo es azar, todo es milagro

El mapa del tesoro de Ginés Sánchez

Lunes, 6 de julio 2020, 22:28

Fue con 'Los gatos pardos', su segunda novela, cuando conocí la existencia de un escritor llamado Ginés Sánchez, nacido en Murcia en 1967, que, pese a su licenciatura en Derecho, optó, en su día, por convertirse en un auténtico correcaminos, con su mochila al hombro, ... más como viajero que como turista, según la conocida clasificación de Paul Bowles. Después, pasados unos años, y leídas varias de sus novelas posteriores, tuve conocimiento de su primera obra, 'Lobisón', donde se percibe que se trata de un autor poco común, de un escritor, que, sin llegar a la categoría de 'raro', ha apostado por una literatura que no está de moda, por un lenguaje que exige estar muy atento y por unas puestas en escena a las que, con anterioridad, solo se atrevieron nombres ilustres como los de Faulkner, Juan Rulfo, Malcolm Lowry o el malogrado Bolaño, sobre todo en esta última entrega.

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Así pues, tras 'Lobisón', 'Los gatos pardos', 'Entre los vivos', 'Dos mil noventa y seis' y 'Mujeres en la oscuridad', Ginés Sánchez nos hace ahora entrega de un relato de menor extensión que los anteriores, pero de una enorme intensidad, hasta el punto de no dejar que respire el lector, que se mantiene, a lo largo de estas páginas, expectante, con el corazón en un puño. El autor conoce al dedillo las partituras de la música que toca. Conoce a la perfección los escenarios, a los que convierte en espacios míticos al no localizarlos en un lugar concreto. En ocasiones, tanto en la presente novela como en otros libros suyos, nos da la impresión de estar en un lugar con las luces apagadas, escuchando las voces de los personajes como si nos llegaran amordazadas, a través del túnel del tiempo. Algo así es lo que sucede, conviene recordarlo, en novelas tan señeras como el 'Pedro Páramo' de Rulfo, 'El pozo' de Onetti o ciertos relatos de Faulkner en los que nos cuesta distinguir las voces de los ecos.

'Las alegres' es la consumación de un escritor que ha creado su propio mapa del tesoro. Un novelista que se sabe dueño del secreto y demuestra, con solvencia, el dominio de una forma narrativa en la que todas la piezas ajustan de manera proverbial con un trabajo previo en el que no deja nada al azar, aunque el resultado no sea, ni mucho menos, una obra de ingeniería, fría e indigesta, sino una lectura que puede llegar a ser amena en cuanto se localizan los resortes de los que está compuesta.

Del argumento solo diré que 'Las alegres', si participara en unos hipotéticos Óscar de la Literatura, se llevaría el máximo galardón por el montaje. Pocos escritores actuales son capaces de organizar el material del que disponen con tanta precisión y elegancia. Y el resultado, con sus lenguajes y puntos de vista, con la confluencia de materiales casi de derribo, no puede ser más logrado. Un texto muy moderno, muy actual, escrito con el lenguaje adecuado, y con una ambientación que, en ocasiones, resulta asfixiante, como si asistiéramos a una pesadilla bolañesa en la que todo es azar y todo es milagro –son palabras de uno de los personajes de la obra– a un mismo tiempo.

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