Sobre el amor absoluto
Pocas veces podemos decir que una novela es un poema. O una novela es un poema de amor, si el amor es su centro de gravedad. Hay una tradición en la literatura que ensalza la novela poemática. La novela hecha de metáforas e imágenes, pero no por ello dejando de sostenerse sobre una idea directriz que la conduce. ¿Cuántos poemas de René Crever nos recuerdan esa tradición?
:: J. ERNESTO AYALA-DIP
Viernes, 17 de junio 2016, 08:24
Jean Legrand narra la historia de una pareja que, en plena ocupación nazi, es consciente de que el paraíso existe
Pocas veces podemos decir que una novela es un poema. O una novela es un poema de amor, si el amor es su centro de gravedad. Hay una tradición en la literatura que ensalza la novela poemática. La novela hecha de metáforas e imágenes, pero no por ello dejando de sostenerse sobre una idea directriz que la conduce. ¿Cuántos poemas de René Crever nos recuerdan esa tradición? ¿Cuántos de Louis Aragon, cantándole a su amada, la escritora Elsa Triolet? La novela poemática es pariente cercana del poema en prosa. Y éste, a su vez, lo es de la novela lírica, entre las cuales no falta alguna grande de Virginia Woolf. Pues bien, todo este introito viene a cuento de la 'nouvelle' del escritor francés Jean Legrand (1910-1982), 'Doble fuga de amor y muerte'. Fue escrita en 1942, en plena ocupación nazi. Ahora la tenemos en soberbia traducción al castellano.
La historia que se esconde detrás de las cristalinas imágenes hace referencia a una pareja. Hay descripciones bucólicas que elevan el entorno en el cual se desenvuelven los amantes. Jóvenes, dichosos en medio de una tragedia colectiva que les coge lejos. No hay huida. Simplemente son jóvenes y sus cuerpos conviven con sus espíritus encendidos. Son conscientes de que el paraíso existe. El libro apenas llega a las 50 páginas. El autor, años después, le agrega una nota, digamos explicativa. Nos dice allí «es acerca del amor sobre lo que 'pienso' aquí». Este verbo es fundamental en el texto. La descripción de los jóvenes amantes en medio de una naturaleza edénica, no es tal. Legrand prefiere decir que es una reflexión sobre el amor. Sobre el amor absoluto. Es una de las grandes materias del arte surrealista, y en especial de la poesía. Soy de los que piensan que los mejores poemas de amor lo escribieron los surrealistas. O como se suele decir técnicamente, los poetas de lenguaje surrealista, para diferenciarlos de los surrealistas programáticos.
Nos dice el autor al final de su novelita: «Por haber sabido amar la belleza, puesto que nos la presentan amable, hablo ahora de la belleza ante los simples y los puros, aquellos que pueden sobresalir en una complejidad fecunda, en una turbación nueva». Ahora, este poeta maldito que fue a su manera Legrand, nos habla de la belleza. La otra pata del surrealismo. La belleza en el surrealismo nunca fue cristalina. Está impregnada de una turbiedad transgresora. Es su manera de transmitirla como conocimiento de la carne y el espíritu.
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