Imagen de portada del catálogo de la exposición 'Nemotipos', de Joan Fontcuberta, en sala Veronicas de Murcia.
Ababol

Joan Fontcuberta: «Las nuevas tecnologías son como un meteorito que ha caído»

«Nos quieren consumidores pasivos sin ninguna voz que alborote el gallinero social», dice al artista, que expone en Murcia en Verónicas y en la galería T20

Sábado, 20 de abril 2024

Directamente: «Nuestro comportamiento depende del salvaje atávico que llevamos dentro», dice Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), uno de los creadores españoles de mayor proyección internacional. Artista ... visual, investigador, comisario, ensayista y divulgador especializado en fotografía, sus obras forman parte de colecciones como las del MoMA de Nueva York y otros museos e instituciones de medio mundo y de primera línea. Fontcuberta, cuyo nuevo ensayo lleva por título 'Desbordar el espejo' (Galaxia Gutenberg), está presente en Murcia a través de dos exposiciones que, como siempre pasa con él, son acontecimientos: 'Nemotipos', una ambiciosa, hipnótica y 'agresiva' muestra, inagotable en sensaciones y provocaciones, organizada por la Consejería de Cultura, a cuyo frente está Carmen Conesa, y que está integrada por obras de ocho series desarrolladas en las tres últimas décadas; y la que acoge la galería T20, que dirigen Carolina Parra y Nacho Ruiz, con la que el creador mantiene una estrecha colaboración. Además, el Museo de la Universidad de Navarra (MUN) acoge estos días 'Florilegium', un conjunto de imágenes de orquídeas elaboradas con Inteligencia Artificial (IA).

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Joan Fontcuberta en la sala Veronicas de Murcia. Nacho García / AGM

A propósito del título 'Nemotipos', explica el artista que «las fotografías algorítmicas -nemotipos propone llamarlas el comisario Sema D'Acosta-, ya no son hijas de la química y de la luz, sino de la computación y de la oscuridad. Y de hecho conviven con nosotros desde hace por lo menos dos décadas, eso sí, restringidas a un ámbito profesional o especializado. La novedad está ahora en su acceso indiscriminado, en la facilidad de su uso y en el refinamiento de su resultado». Mejor no perder la costumbre de dudar.

Obra inédita de Joan Fontcuberta preparada por el creador para la portada de ABABOL en su formato impreso. La ha titulado 'Freak#1024'.

Le gusta ironizar: «Distinguir una fotografía de un nemotipo idéntico tiene solución: sólo hay que adiestrar 'blade runnes' para la fotografía, capaces de desenmascarar también esas amenazantes imágenes replicantes». Vaya, «cada vez más abundarán imágenes hechas por máquinas para comunicarse con otras máquinas, que nos dejarán a los humanos al margen», indica Fontcuberta, para quien «la abusiva atención que recibe hoy la IA es una cuestión de tendencia mediática ante el tsunami de imágenes sin referente que nos están invadiendo por todos lados, y la alarma que originan».

«Como decían los presocráticos, sólo quien lo sabe todo, no teme nada. Y sólo el que teme puede ser oprimido»

Así lo explica: «El desarrollo de las tecnologías 'Deepfake' ha abierto la caja de Pandora de la iconosfera para generar millones de aparentes retratos hiperrealistas que no son reales». El caso es que «confiábamos en ver para creer, pero qué ocurre cuando que lo vemos no existe, cuando lo que vemos ya no es lo que vemos, sino una construcción, una invención; o peor, una alucinación». «Sin que apenas lo apercibamos», precisa, «nuestra percepción de la realidad cambia a un ritmo mucho más rápido que el propio cambio de la realidad misma». Horas antes de la entrevista con ABABOL, Fontcuberta estaba haciendo «con mi nieto una receta de 'cookies' que incluye cacahuetes, unas bombas calóricas estupendas [risas]».

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Rostro. Imagen perteneciente a la serie 'Freak Show', de 2024. Realizada con el apoyo técnico en IA de Franc Aleu.

-¿Qué viene a ser 'Nemotipos', su exposición en Verónicas?

-Viene a ser como un despliegue práctico de toda una serie de reflexiones, meditaciones y delirios mentales que estoy efectuando desde hace tiempo y que conforman el contenido de 'Desbordar el espejo'. Para mí, la fotografía siempre es un pretexto, no soy de los que encierran la fotografía o la imagen en un gueto, sino de los que intentan entender por qué las imágenes son importantes para nosotros y en qué medida evolucionan al ritmo que nosotros también evolucionamos; son como un termómetro, una manera de auscultar nuestro propio pulso.

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-Pongamos a la IA frente al espejo, ¿qué vemos?

-Estamos en un momento revolucionario, de un cambio profundo. Lo primero que deberíamos decir es que no es realmente una inteligencia en los términos en los que hablamos de inteligencia humana, sino un tipo de tecnología de automatización de efectos a base de una digestión de cantidades inconmensurables de datos, una aplicación de la estadística para una cierta programación de toma de decisiones. Y está trastocando el mundo: lo vemos en la guerra de Gaza en estos momentos, y en el arte, la economía, la política, en todas partes.

¿Qué ve? Imagen de la serie 'Déjà-Vu', de 2012-2023, en la que se ha aplicado tecnología de redes neuronales generativas a un 'dataset' con obras del Museo del Prado.

-¿Algún momento que supusiese un antes y un después?

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-La imagen ocupa cada vez más una parcela más decisiva en lo que es nuestra experiencia, sobre todo a raíz de la pandemia, cuando estábamos confinados en casa y las pantallas venían a ser nuestras ventanas al mundo. Asistimos a una presencia cada vez más masificada y omnipotente de las imágenes.

Irreconocibles. Cuatro rostros de 'Frenografías', tratados con un sistema de algoritmos diseñado por Pilar Rosado.

-¿Hay que alarmarse?

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-[Sonríe] Con las nuevas tecnologías no hay que alarmarse, hay que intentar conocerlas lo más profundamente que se pueda porque, si en algún momento hemos de resistirnos a ellas, cuanto más conocimiento, información y experiencia tengamos de su funcionamiento, mucho mejor. El diagnóstico que yo haría es que vivimos un momento de cambio y que más vale que seamos conscientes de esto. No podemos hacer como los dinosaurios, que no se dieron cuenta de que había caído un meteorito. Todo su ecosistema cambió de una manera dramática y, al final, se extinguieron porque no fueron capaces de aclimatarse. Las nuevas tecnologías son como un meteorito que ha caído, y cuanto antes reaccionemos, mucho mejor, so pena de también extinguirnos como paso con los dinosaurios.

«No me parece una estupidez pensar que en el futuro seamos nosotros mismos los que decidamos cuánto tiempo queremos vivir»

-La deshumanización, ¿peligro?

-Yo me considero alumno o pupilo de Josep Torres Tribó, un pensador de filiación libertaria que murió asesinado en un campo de exterminio nazi. Tiene un libro, 'Elogio de la mentira' (1928), que se titula 'El ojo de la mentira', en el que expone que la tecnología no nos deshumaniza, sino que lo que hace es librarnos de una serie de trabajos que no son nada espirituales. Entonces, ese ahorro de tiempo y de energía podremos emplearlo, gracias justamente a ella, en cuestiones más creativas, más emancipadoras, más espirituales. Todo depende de cómo lo enfoques; por ejemplo, yo me puedo pasar la noche jugando con los algoritmos o participando en las redes sociales, y eso no tiene por qué ser incompatible con, luego, pasear por el bosque y apreciar el aroma del romero. Puedes hacer las dos cosas a la vez, no son sustitutivas, sino complementarias. No creo que la IA vaya a sustituir a lo humano, sino que simplemente lo va a complementar. Otro tema bien distinto sería el del abuso que podamos estar haciendo de las pantallas, el que nos hagamos adictos a ellas, a los 'gadgets' cuyo mal uso puede hacer que todos los sistemas de relación interpersonal, incluso de adquisición de conocimiento y de experiencia, pasen a un segundo término.

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'La petite mort'. Imágenes de personas en pleno orgasmo extraídas del portal beautifulagony.com.

-¿Qué pregunta sería interesante formular?

-¿Qué tipo de educación queremos?, ¿qué tipo de ciudadanía queremos?, ¿una que esté al servicio de los intereses más inmediatos, de tipo comercial crematístico, de las grandes corporaciones que nos quieren, lógicamente, aborregados? Nos quieren consumidores pasivos sin ninguna voz que alborote el gallinero social.

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-¿Qué le sigue emocionando?

-Siempre me ha gustado mucho aprender. Me he dedicado a la enseñanza, pero tengo que decir que de una manera egoísta porque yo enseño para aprender; a veces he tenido remordimientos por comportarme como un vampiro con mis alumnos o con los asistenes a mis conferencias. Me alimento del 'feedback' que recibo de ellos [ríe]. Me interesa mucho leer, el cine, el teatro, la música y, por supuesto, la gastronomía porque me encanta comer bien.

Trastorno mental. Imagen de la serie 'Frenografías', de 2021, realizada en coautoría con Pilar Rosado.

-¿Y la naturaleza?

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-Vivo en un pueblecito a 30 kilómetros de Barcelona, tengo el bosque delante de mí y me gusta pasear, respirar un aire sin humos y también algo que puede parecer muy cursi, pero que me encanta: escuchar el canto de los pájaros. Y eso no entra en contradicción con el hecho de que después me encierre con mis ordenadores, mis programas, mis algoritmos y mis cámaras fotográficas y parezca un tecnócrata.

-Tenemos a la ciencia intentando alargar los años de vida.

-Acepto el paso del tiempo, acepto la evolución; y, aunque no los aceptara tampoco podría hacer nada. Soy muy consciente de que toda innovación comporta pérdidas y ganancias, nunca hay un cien por cien de ganancias sin ningún sacrificio. Personalmente, me parece que mi vida es muy corta, necesito más vidas, más días con más horas porque me quedan muchas cosas por hacer. Depende un poco de la energía y las expectativas que tenga cada uno. Creo que mientras haya unas condiciones de vida que no la conviertan en puramente vegetativa, sino que mantengas plenas facultades, cuanto más larga sea la vida, para mí mucho mejor. Además, no me parece una estupidez pensar que en el futuro seamos nosotros mismos los que decidamos cuánto tiempo queremos vivir; que si no vives con plenitud, si vivir para ti es un sufrimiento, tengas la potestad de decir 'bueno, hasta aquí, adios muy buenas'. No es mi caso, a mi edad sigo teniendo muchos proyectos en el tintero, me queda mucho por hacer. Y si la ciencia lograse ampliar la expectativa de vida me parecería fabuloso.

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-¿De qué tendríamos que ser capaces?

-De controlar a la técnica y no permitir que la técnica nos controle a nosotros. Los creadores somos despertadores de conciencias, agitadores que deben denunciar las situaciones de conformidad, las rutinas, el hecho de que la gente se apoltrone en ese estado. Hay mucha gente que encuentra en el no pensar un cierto placer, una cierta razón de ser. Lo que pasa es que esto, a la larga, se paga caro. Se paga con falta de libertad, de felicidad, de democracia...; a la larga, el no tener una conciencia despierta conduce a la bobería, a no aprovecharse de la oferta que nos da la vida.

Imágenes de la sala de Verónicas con varias obras de la serie 'Googlegramas', de 2004 a 2010.

Decisiones

-Información y conocimiento.

-La paradoja de nuestra era consiste precisamente en el divorcio entre información y conocimiento. Nunca con anterioridad habíamos recibido un flujo tan exuberante de datos y noticias, pero ese capital ya no garantiza el enriquecimiento de nuestro espíritu, ni una mayor facilidad para tomar decisiones, porque resulta indigesto y nos bloquea. La velocidad y la densidad de la información impiden la discriminación y la reflexión. Nos convertimos en agentes receptores de una información que consumimos, pero que no pensamos. De este modo, la información nos hace ignorantes. Y la ignorancia nos hace sumisos. Porque, tal como decían los presocráticos, sólo quien lo sabe todo, no teme nada. Y sólo el que teme puede ser oprimido.

-¿Pobre Humanidad?

-Con el orgullo herido. Primero fue descubrir que nuestro mundo no era el centro del universo, sino una simple partícula insignificante; luego aprender que la peripecia de Adán, Eva, la manzana y la serpiente era sólo una bonita metáfora, pero que en realidad nuestra especie desciende de una variedad evolucionada de los simios. Luego, el doctor Freud remató la faena explicándonos que ni siquiera éramos dueños de nosotros mismos, sino que nuestro comportamiento depende del salvaje atávico que llevamos dentro. Después vimos cómo Deep Blue fue capaz de vencer a nuestro mejor campeón de ajedrez. Nuestro más preciado tesoro -la inteligencia- se ve superado por la máquina. Realmente no estamos lejos de esos argumentos de ciencia-ficción en los que las máquinas se emancipan del control humano y plantan batalla [sonríe].

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