Lo último que Paco Cánovas (Murcia, 1941) está pintando en sus dos estudios de Murcia y Los Urrutias es la serie 'Aires carmolianos'. ¿Obsesión con el Carmolí?, cabría preguntarse. «¡No! ¡Obsesión con todo!». Esa franqueza de Cánovas es tan cierta como su dependencia de Angelita, ... el amor de su vida, cuya fotografía proyecta la luz y nobleza que el artista ha buscado siempre en el paisaje. Desde el principio, desde su primera exposición [en 1964, en la galería Chys], «don José Ballester Nicolás, o san José Nicolás, como también le decían», le acompañó con su palabra. «Un punto luminoso se enciende en el firmamento murciano. Deseo que con el tiempo llegue a ser astro de primera magnitud», escribió Ballester en LA VERDAD. Cánovas tenía 23 años. Hoy, con 82, él ha sido el pintor elegido para ilustrar este número especial de Ababol dedicado al periodista, escritor y crítico de arte, quien junto con Juan Guerrero Ruiz y el beneplácito de Juan Ramón Jiménez, apadrinaron la aventura del Suplemento Literario de LA VERDAD hace un siglo.
Todo lo posible
«En la soledad deseada y necesaria del estudio me encuentro conmigo mismo. Pero al salir de la puerta soy lo que el mundo quiera»
La portada de Ababol de hoy es «lo ultimísimo» que ha pintado Paco Cánovas. «Considero que es un buen paisaje», afirma el creador. «Tenía unas ganas de pintar enormes porque he estado ocupado con un retrato, que siempre tiene unos condicionantes. Y tenía unas ganas de pintar tan grandes, que hice esos gestos. Todo eso es lo que llevaba dentro. Pintura, pintura, pintura ¡Y con ellos hacer lo que queráis!».
Cánovas, definitivamente, es el gesto. Porque cuando tiene una intención interna, el gesto ya es una obra. «¿Qué más necesitas tú ahí?», pregunta al fotógrafo Javier Carrión. «Si yo pudiera hacer esto en 4x4 metros, lo haría. Pero no puedo, no tengo dinero ni posibilidad. Pero está ahí, y eso ya a mí me vale, me da vida interior». Cánovas tiene energía telúrica, subterránea. Sus palabras, tajantes, las cierra huracanadamente, y las acompaña de movimientos con las manos, como si quisiera envolverlas en el mismo torbellino.
Siempre activo
«Hay quien me pregunta si me he jubilado. Un artista muere pintado. Esta es la vida con mayúsculas. Yo necesito pintar y pintar. Ahora es cuando empiezo»
Suena 'La media vuelta', un bolero ranchero del compositor mexicano José Alfredo Jiménez:«Si encuentras un amor que te comprenda / Y sientas que te quiere más que a nadie / Entonces yo daré la media vuelta / Y me iré con el sol cuando muera la tarde». La música siempre de fondo. Avivando los pinceles, bailando con su alma inquieta. «Yo pinto, necesito pintar», insiste. «No es obsesión. Ten en cuenta que un escritor lo dijo, que el Carmolí es para mí como el Fujiyama para Katsushika Hokusai o como la montaña Sainte-Victoire para Paul Cézanne, porque me acuesto y me levanto viéndolo cuando estoy en Los Urrutias. Es un mero pretexto argumental».
Entre 1964 y 1971, Ballester escribió sucesivamente sobre las exposiciones que aquel joven pintor de Murcia, Paco Cánovas, realizó en la ciudad de Murcia. «Porque en nuestro tiempo -dijo el periodista de Cánovas en su debut- se usa con acierto y con harta frecuencia la palabra inquietud, como energía estimulante de las actividades artísticas o literarias. La inquietud es en cierto modo equivalente a un desasosiego propio de la edad juvenil; inquieto está el que no halla lo que busca, como dice San Agustín del corazón humano. En arte, es laudable aspirar siempre a más, con lo cual se excita la atención, se investiga, se trabaja sin tregua, y a veces se triunfa. Aunque no siempre; y entonces el inquieto acaba, no dando con el hallazgo del acierto, angustiado. Pero yo creo que también tiene su valor la serenidad, el equilibrio del ánimo, que permite seguir la senda del trabajo con una especie de confianza, de ritmo igual y ponderado. ¿Habrá de ser así, con el tiempo, este Cánovas recién aparecido». Es asombroso como aquellas palabras iniciales instigaron al muchacho a no detenerse en esa búsqueda constante, recogida, sincera, de abrazar la emoción que le produce el mundo y sus discordancias.
Entender, vivir
«No hay tema, hay pintor». Repite. «No hay tema, hay pintor». ¿Cuándo le invitarán a hacer una retrospectiva en la Región de Murcia? «Ya estoy preparado», dice. «Todo se va entendiendo, porque se va viviendo, y esto lo supo ver don José Ballester. Con 23 años, en mi primera exposición, lo dice, y me siguió muy de cerca». En su 'chinoiserie' de la calle Escritor Alcalá Yáñez de Murcia, a espaldas del hotel Siete Coronas, conserva muchas de esas obras que le han acompañado en su trayectoria. Collages, paisajes urbanos y portuarios con sus juegos de planos, retratos, interiores, derribos, figuras, travesías, percepciones, vibraciones... en las que, como escribió Ballester, «Cánovas se sitúa plenamente en un plano de solidez y firmeza y el motor poderoso de su pasión por el arte le ha de conducir a sucesivas conquistas».
Su primera exposición
«La pintura estaba en mí. Ha estado siempre en mí. La pintura y el dibujo me eligieron. Sigo teniendo el mismo espíritu de aquel muchacho de 23 años»
Antonio Martínez Cerezo [escritor, historiador, crítico de arte], en su diccionario, «conociéndome bien porque tiene mi misma edad, dice que Paco Cánovas siempre ha aparecido después habiendo sido el primero. Y ese ha sido mi sino», reconoce. Ballester dijo que Cánovas había llegado al común lugar de la estética que se llama «vida» y que era muy serio tropezar tan pronto con ella. «También mi instinto me dijo que aquello sin control era como una bomba de relojería que, de seguir, me hubiera estallado en las manos dejándome en el punto cero», valoró el artista en 1997 en el catálogo de su exposición 'Horizontes'.
Cánovas, quien en los 70 expuso en la galería Kreisler de Madrid [fue el influyente Enrique Azcoaga quien le presentó a Juan Kreisler], sigue hoy, tantas décadas después, con ese mismo brío que fascinó a propios y extraños en su despertar. «La pintura estaba en mí». No se jubila. «Necesito pintar, ahora es cuando empiezo», afirma. De puertas para fuera de su estudio, «yo soy, lo que el mundo quiera que sea».