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Estadio del Cartagonova iluminado por dos grandes focos laterales. J. M. Rodríguez / AGM
El golpe al hígado que nos propina cada día la luz artificial

El golpe al hígado que nos propina cada día la luz artificial

Una investigación financiada porel Gobierno regional a través de la Fundación Séneca estudia la factura que pagamos en la salud hepática al romper nuestros ritmos biológicos

Sábado, 25 de enero 2025, 08:34

El consumo de alcohol afecta negativamente al hígado, como es conocido. Lo que no muchos saben es que también la luz artificial puede resultar muy dañina para este órgano esencial en la digestión de las grasas. ¿Cómo? En eso está la doctora Antonia Tomás Loba, al frente, junto al doctor Antonio Martínez Nicolás, de un equipo formado por personal clínico del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia y científicos del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) que lleva desde 2023 enfrascado en estudiar «el impacto de estar expuestos a la luz artificial por la noche, y, por tanto, la ruptura de nuestros ritmos circadianos».

La también profesora del departamento de Fisiología de la Universidad de Murcia (UMU) advierte sobre el que «podría parecer un estímulo inocuo», el de la luz artificial. Y, de hecho, «así lo percibimos», como algo inofensivo, lo que juega en nuestra contra: «No es como un ruido que en el acto nos molesta, sino que la luz tiene un efecto silente pero potente en nuestras moléculas». Para explicarlo, Tomás Loba lo compara con el trabajo de un escultor que, en este caso, «moldea nuestra biología, nuestras células, su función y su ritmo», al indicar «en qué momento exacto cada una de nuestras moléculas y células debe hacer su función».

La investigadora y su equipo han llevado a ese escultor de nuestra vida que es la luz al laboratorio para desentrañar cómo actúa por la noche. «Estamos comprobando que tienen un efecto metabólico importante y que quizá esto se puede traducir en problemas que estudios epidemiológicos ya apuntaban: diabetes, obesidad y cáncer».

El vínculo entre el abuso de luz nocturna y enfermedades ya lo han avalado «estudios que vienen a establecer una relación directa entra la cantidad de iluminación de ciertas regiones del planeta y el desarrollo de tumores de mama y páncreas». En el proyecto específico en el que Tomás Loba está inmersa, junto al doctor Martínez Nicolás y media docena de investigadores más, el objeto de atención es el hígado.

«Estudiar el exposoma», que es como aluden los los científicos a nuestra exposición ambiental a lo largo de la vida, «y su impacto en la salud», en este caso «en la salud hepática, se basa en la existencia de una problemática creciente». La especialista se refiere al hecho de que, en la actualidad, «estamos viviendo en un entorno que nos es hostil biológicamente».

Más específicamente, añade, «el desarrollo tecnológico y la urbanización del medio natural nos hace vivir aislados de los estímulos naturales que nuestro cuerpo, incluida la mente, necesita». La luz artificial es uno de esos elementos que, paradójicamente, nos tapa como una sombra distintos estímulos para los que estamos diseñados, hasta el punto de que están desapareciendo. «Se está viendo que este exposoma cambiante y hostil está siendo un factor de riesgo de muchas enfermedades, incluido el cáncer, pero también de otras que están creciendo desmesuradamente, como las enfermedades neuronales», avisa la experta.

Volviendo al hígado, Tomás Loba explica que se trata de «un órgano tremendamente ecosistémico», en alusión a que «absorbe con facilidad los cambios a los que sometemos a nuestro cuerpo, incluida la exposición a la luz». Este punto, reconoce, constituye un fenómeno que «no se tenía tan claro», y que ahora precisamente es «lo que estamos viendo en el laboratorio».

Ciclos biológicos

El trabajo, titulado 'Ritmos biológicos y su interacción en las enfermedades hepáticas humanas y la tumorigénesis hepática' (financiado por la Consejería de Medio Ambiente, Universidades, Investigación y Mar Menor, a través de la Fundación Séneca) estudia qué papel puede tener en las enfermedades hepáticas crónicas el desajuste con los ciclos biológicos y ambientales, lo que los expertos denominan cronodisrupción, principalmente en el cáncer de hígado. Además, se trata de descubrir, añade la profesora, «cómo la microbiota», que es como se conoce al conjunto de microorganismos que residen en nuestro cuerpo, «puede estar jugando un papel fundamental», ya que, afirma, «estudios recientes demuestran el papel de la microbiota en la fisiología y fisiopatología del hígado».

En síntesis, concluye, «pretendemos encontrar un índice que integre la cronodisrupción, los cambios en la microbiota y la evolución de las enfermedades hepáticas para utilizarlo como futuro biomarcador». En otra frase, la doctora Antonia Tomás Loba ofrece un enfoque todavía más clarificador del calado de un trabajo como el que llevan entre manos y que está previsto que concluya este año: «Creemos que socialmente es relevante entender las claves moleculares de romper nuestro pacto con la naturaleza para poder enseñar y prevenir lo que se nos viene encima».

La doctora Antonia Tomás Loba

Los problemas de engañar al cuerpo con la hora

El Observatorio Global del Cáncer estima que el cáncer de hígado humano aumentará hasta el año 2040 un 58,6% en todo el mundo, y hasta un 35,1% en España. Una explicación para estas «dramáticas predicciones», en palabras de la doctora Antonia Tomás Loba, del área de investigación de enfermedades digestivas y endocrino-metabólicas del IMIB, «podría venir del hecho de que el cáncer de hígado es el resultado integrado de varios factores, fisiológicos, metabólicos, genéticos, epigenéticos, pero también de otros conductuales y externos, como el desajuste con los ciclos biológicos y ambientales, fenómeno denominado cronodisrupción». El hígado es un órgano crítico responsable de una serie de funciones que ayudan a apoyar el metabolismo, la inmunidad, la digestión, la desintoxicación y el almacenamiento de vitaminas, entre otras funciones, recuerda la investigadora. «Su fisiología está estrechamente regulada por el sistema circadiano», de modo que «está sujeta a la hora del día». De ahí la importancia de no desligarse, en el alto grado en que lo estamos haciendo, de un orden natural que dice que por el día hay luz y por la noche no la hay. Podemos haber logrado revertir esa realidad con la tecnología, pero nuestro cuerpo no lo sabe y parece revolverse en forma de enfermedad al engaño al que lo sometemos.

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