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MARÍA JOSÉ MORENO
Viernes, 17 de junio 2016, 08:27
Un proyecto financiado por la Fundación Séneca investiga el uso del patrimonio regional como recurso en técnicas de enseñanza en Secundaria
La necesidad del ser humano de interactuar con otros individuos lleva asociada la aparición de símbolos, creencias, valores y costumbres compartidos que componen lo que conocemos como identidad cultural.
Son esos elementos los que ayudan a los componentes de un colectivo a fundamentar su sentimiento de pertenencia al mismo, pues, en definitiva, les permiten identificar, caracterizar y mostrar qué tienen en común con el resto de miembros del grupo y qué les diferencia de otros. En ese sentido el patrimonio posee una relación directa con la identidad cultural ya que, al tratarse, en cierto modo, de los elementos que expresan las características de ésta, presupone la existencia y aplicación de unos claros criterios de selección para diferenciar qué elementos forman parte del patrimonio y cuáles no.
Si se considera patrimonio todo lo que es depositario el reconocimiento de un grupo y que ayuda a mantener su memoria, cabe en esa definición desde una catedral hasta una calle, pasando por un árbol, un vestido o una canción, entre otros ejemplos. En definitiva, se trata de un reconocimiento social que desemboca en una selección sobre aquello que muestra 'quién soy yo' y 'quiénes somos nosotros'. Una selección en la que suele haber una importante carga social, ideológica y política.
El patrimonio es un elemento más en la cohesión de las sociedades y las culturas, y como tal, el profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia Sebastián Molina Puche considera importante su uso para mejorar la enseñanza de las ciencias sociales en Secundaria. Algo para lo que cuenta con el apoyo de la Fundación Séneca y uno de sus proyectos del programa Jóvenes Líderes de Investigación.
Durante los dos años que dura el proyecto, explica, «se pretende detectar hasta qué punto el profesorado de secundaria (de geografía e historia) utiliza el patrimonio regional en sus clases. Porque hay un convencimiento generalizado de que se trata de una herramienta y un recurso fabuloso para tratar contenidos de ciencias sociales, sin embargo, cuando vas a los centros detectas que el uso realmente es muy bajo y ahí aparece esa dicotomía entre lo positivo que es su uso y lo poco que se utiliza».
Ante esa disyuntiva, en la primera fase del estudio se están llevando a cabo encuestas en distintos centros de la Región de Murcia para desarrollar un análisis sobre la opinión y la valoración que tiene el profesorado de Secundaria sobre el patrimonio como recurso didáctico, así como para detectar las posibles carencias y problemas para su uso.
Indica el investigador que «aunque se está viendo que los profesores son conscientes de la importancia que tiene, sobre todo, el patrimonio local, sufren problemas de diversa índole y dificultades para movilizar al alumnado y salir del aula, ya que supone disponer de una serie de recursos que en muchos casos no existen, tanto económicos como de tiempo, porque es difícil cuadrar horarios».
Otro gran problema es el aumento que se está produciendo de los contenidos que se imparten en secundaria. Como advierte, «cada reforma educativa va sumando contenidos y eso supone un problema porque las horas lectivas son las mismas y el temario es mayor».
En un proyecto en el que el punto central es el patrimonio local y regional, cabe preguntar: ¿es mejor dar prioridad a los contenidos locales frente a los nacionales e internacionales o al revés? A este respecto, según Molina Puche, «no se ha demostrado que ninguna de las dos fórmulas ayude al alumno a aprender más», así que en este caso lo que propone es que al menos se haga referencia y se intenten conjugar unos y otros. Pone como ejemplo el caso del sacerdote Yeclano, Roque Carpena Díaz, que a comienzos del siglo XIX, tras ser destinado a Filipinas, llega a ser obispo de Foken (China). «A partir de una figura local (o regional, según el contexto), se puede tratar en clase la evolución del imperio español, la expansión europea e incluso la Revolución Francesa si lo deseas; pero de igual manera, también se puede empezar hablando del descubrimiento de América y terminar haciéndolo de este sacerdote», dice.
En este sentido menciona aquí un nuevo concepto que se está incluyendo recientemente en las aulas: la 'glocalidad', un concepto que en el que se une lo global y lo local. «Se trata de algo que excede de la materia de ciencias sociales y se puede aplicar incluso en otras asignaturas, ya que es un modo de mostrar la relación directa que existe entre la vida cotidiana de cualquiera de nosotros y la globalidad».
La segunda parte del proyecto está destinada a preparar una batería de recursos para que el profesorado pueda acceder a ellos de forma sencilla y gratuita. Señala Sebastián Molina que «los recursos existen, pero hay que organizarlos y ubicarlos curricularmente, ya que hay ocasiones en las que es bastante sencillo determinar cuándo es adecuado tratar un aspecto específico, pero otras no tanto. Por ejemplo, cuando se trabaja el periodo de la Edad Moderna estaría bien visitar el castillo de Mula o hacer referencia al palacio de Guevara en Lorca, pero ¿en qué momento: en el tema de política, en el de economía...? Es por esto que hay que determinar claramente la ubicación curricular de la referencia a ese elemento patrimonial».
Ayuda al profesorado
Se da el caso, incluso, de periodos como la Edad Media, que abarca casi mil años, en los que son tantos y tan diversos los contenidos generales que hay que tratar en clase que es muy complicado para los docentes «sacar un hueco» para incluir referencias al patrimonio local. En definitiva, «se trata de facilitar al máximo el trabajo de los profesores, ayudarles a que dispongan tanto de ideas como de recursos que permitan la inclusión de contenidos patrimoniales que ayuden al aprendizaje de los alumnos, y en los que se relacionen aspectos internacionales y locales».
Del mismo modo, esta apuesta por dar a conocer en las aulas el rico patrimonio regional puede suponer una base fundamental para mejorar el sentimiento de identidad en torno al territorio de la Región de Murcia que, por muchas razones, sigue siendo muy débil.
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