MARÍA JOSÉ MORENO
Viernes, 17 de junio 2016, 07:50
La antropometría ha demostrado que la estatura es una variable muy efectiva para medir la evolución de la calidad de vida y el desarrollo a largo plazo
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La historia de la investigación está plagada de ejemplos de genios incomprendidos, personas que una vez plantearon una hipótesis, considerada absurda por sus coetáneos, y que posteriormente quedó demostrada.
Un ejemplo reciente es el caso del físico israelí Dan Shechtman, quien en 1982 encontró un material de estructura imposible, perseveró y se convenció de que era cierto lo que le mostraban sus datos. Su descubrimiento provocó que lo despidieran de su trabajo y lo mandaron a releer los libros de texto de su especialidad. Incluso el Premio Nobel de química Linus Pauling se burló de él. Pasaron los años y sus resultados acabaron imponiéndose. En 2011 Shechtman recibió el Premio Nobel de química por descubrir una clase de materiales hoy llamados cuasicristales.
Y si en las denominadas ciencias puras se dan estos casos, en las ciencias sociales, encargadas de estudiar la cultura y la sociedad, aún más. La nueva historia antropométrica podría ser un ejemplo. Desde sus inicios hace más de tres décadas no adquirió reconocimiento académico hasta bien entrada la década de los noventa. Impulsada por Robert Fogel y su equipo desde la Universidad de Chicago, tuvo su réplica muy temprana en España de la mano de José Miguel Martínez Carrión, ahora catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Murcia. En su tesina, ya en 1981, defendió el uso de la estatura humana como un parámetro para evaluar la evolución del bienestar y la desigualdad a lo largo del tiempo. Como él afirma, «la estatura es el espejo del nivel de vida de una sociedad».
La historia antropométrica es uno de los campos de investigación más fructíferos. Estudia los cambios en el bienestar humano a partir del crecimiento físico y las complejas interacciones que se establecen entre la nutrición, la salud y el crecimiento económico. En el caso de Martínez Carrión, sus investigaciones sobre la estatura exploran la transición nutricional y el impacto que los procesos socioeconómicos tuvieron en los niveles de vida, la salud y el bienestar biológico de las poblaciones en los últimos tres siglos, sobre todo, desde la extensión de la revolución industrial.
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Sus primeros trabajos «pretendían explicar las causas de la mortalidad infantil asociada a la malnutrición que se mantuvo elevada hasta finales del siglo XIX y principios del XX, y los factores que hicieron posible su declive». Ello le condujo «al estudio de las principales causas de muerte y analizar los cambios producidos en la alimentación y la salud nutricional de la época a partir de las estaturas». Aunque su primer estudio se centró en la Sierra del Segura, pronto extendió el campo de análisis a la Región de Murcia y España, «siendo clave el estado nutricional en diferentes ambientes y grupos sociales y sus cambio», asaegura.
«Cambios que fueron asociados a la evolución de los sistemas de producción agraria, a las mejoras en los transportes, en la refrigeración de alimentos y de abastecimiento; en definitiva a un proceso de cambio económico y tecnológico que hizo posible aumentar la producción y la calidad de los alimentos para erradicar el hambre, decisivo en el caso infantil y, desafiar las carencias alimentarias de finales del siglo XIX», añade.
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Los principales cambios se producen en el curso el siglo XX, como demuestran los importantes avances de la talla, relacionados con la mejora de la calidad de vida, el PIB, la renta per cápita y los salarios Pero también destaca el papel de las políticas y de las instituciones preocupadas por la higiene y la salud pública.
Señala, además, que la talla no solo refleja bienestar económico: «Se ha demostrado que tener un mejor salario o una renta per cápita más alta no es sinónimo de mejor calidad de vida, ya que ese incremento puede estar asociado a más horas de trabajo que reducen el tiempo de descanso y predisponen a la enfermedad». Así por ejemplo, si bien en las ciudades y en las fábricas de hace un siglo había mejores salarios que en el campo y motivaron la emigración rural al mundo urbano, las condiciones de higiene y hacinamiento en las viviendas y lugares de trabajo propagaron la enfermedad, mermaron la salud y retrasaron la estatura». A lo largo de la historia, hay notorios casos en que «el incremento del bienestar económico fue acompañado de un deterioro del bienestar biológico», añade el investigador.
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Por otro lado, Martínez Carrión comprobó que la difusión del trabajo infantil, muy extendido hasta principios del siglo XX, suponía un retardo importante para el crecimiento. «La infancia y la adolescencia son dos momentos clave en el desarrollo físico y se ha visto que adultos más bajos han sido la expresión de una mayor exposición a las enfermedades y al trabajo infantil, que merman las potencialidades de crecimiento, además de impulsar el abandono escolar». De ahí la importancia de la educación: «El acceso a la información permite discriminar lo que es bueno y lo que no, por lo que ayuda a cuidar de uno mismo», según el investigador. Se ha mostrado que los individuos mejor preparados y formados desde la infancia han logrado tallas más altas y que una mejor nutrición favorece un mayor desarrollo cognitivo.
Poder público
En definitiva, quedó demostrado que la altura servía como un indicador de la nutrición y que, además, funcionaba como indicador de salud no solo ligado a los alimentos sino al contexto ambiental y al contexto de las enfermedades, entre otros factores.
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Una de las conclusiones principales que se derivan de los estudios antropométricos fue que los gobiernos y las políticas públicas juegan un papel crucial en la erradicación de enfermedades y, por tanto, en la mejora del estado nutricional y de salud de los ciudadanos.
Destaca que «las vacunaciones obligatorias contra enfermedades infantiles, como la viruela, no se implantan en España hasta después de 1902. Hasta ese momento España en un país básicamente atrasado. Desde principios del siglo XX todo eso cambia y tiene lugar un mayor protagonismo institucional en el desarrollo del bienestar desde diferentes instancias: Estado, ayuntamientos, diputaciones, que atienden a las necesidades de la población y a los grupos menos favorecidos. En general, se creó un interés por la salud pública que en el siglo XIX solo existía por parte de médicos higienistas».
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Ese papel fundamental de las instituciones podría contemplarse hasta en el Estado de las autonomías. Un reciente trabajo compara la estatura por regiones entre España e Italia donde, como dice el investigador, «todavía a día de hoy las diferencias entre los habitantes del sur y los del Norte (regiones más avanzadas) son muy notorias. En términos antropométricos, los españoles no muestras diferencias significativas mientras que los italianos del norte sí son más altos que los del sur. La desigualdad regional de la riqueza aún se manifiesta en la desigualdad regional de las tallas».
Tras varias décadas de investigación, la antropometría es considerada una poderosa herramienta de análisis en las ciencias sociales, sobre todo en economía e historia económica. Ahora, José Miguel Martínez Carrión conduce a un amplio equipo de investigadores de siete universidades españolas que acumula más de medio centenar de publicaciones en revistas científicas de impacto. Costó que la estatura fuese reconocida como un parámetro relevante en términos de nutrición y salud, pero actualmente está considerado a nivel mundial y el trabajo del equipo del catedrático de la Universidad de Murcia es muy valorado.
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A lo largo de su trayectoria profesional ha estado relacionado con importantes científicos del campo, sobre todo con John Komlos, y ha publicado numerosos artículos y libros. Una de sus colaboraciones más recientes figura en el libro 'Health, Mortality and the Standard of Living in Europe and North American' y su contribución 'Stature, Welfare and Economic Growth in Nineteenth -century Spain' comparte espacio con otros autores tan destacados como los premios Nobel de Economía, Robert Fogel y Amartya Sen, entre otros.
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