VICENTE VICENTE GARCÍA,
Viernes, 17 de junio 2016, 07:50
Hace unos meses tuve la suerte de asistir a la conferencia de un «joven» científico mejicano de noventa años, de gran prestigio, el Profesor Ruy Pérez Tamayo. El tema del que habló era precisamente el título de este artículo. He de confesar que quedé maravillado por la fuerza y convicción de su presentación, motivo por el que no dudé en pedirle la conferencia. Este «decálogo» lo iniciaba una importante razón, «para no envejecer».
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Hace unos meses tuve la suerte de asistir a la conferencia de un «joven» científico mejicano de noventa años, de gran prestigio, el Profesor Ruy Pérez Tamayo. El tema del que habló era precisamente el título de este artículo. He de confesar que quedé maravillado por la fuerza y convicción de su presentación, motivo por el que no dudé en pedirle la conferencia.
Este «decálogo» lo iniciaba una importante razón, «para no envejecer». La contundencia con la que fue defendida por un «joven» de noventa años fue radical. Entre otras cosas dijo que la investigación científica es una actividad a través de la cual se puede conservar la «eterna juventud». La justificación está clara, el conocimiento y las ganas de conocer no tienen límite. La segunda razón era una razón más jocosa, «para no tener jefe». Es indudable que la disciplina y el trabajo en equipo es un elemento crucial en ciencia, pero la elección de cómo abordar la solución de los problemas tiene una buena parte de iniciativa personal. La ciencia es una actividad creativa y alejada de criterios rígidos establecidos por mayorías. Le seguían otras razones como «para no aburrirme en el trabajo» y «para no tener un horario rígido». El científico dispone de garantías para hacer lo que le gusta, pues la decisión de formarse para ser un buen científico tiene un importante componente vocacional. Lo comentado lleva de la mano a otra razón, «para hacer siempre lo que me gusta» que el Profesor Pérez Tamayo la complementaba con la de «para estar siempre contento», que en definitiva expresa el sentir del refrán de que «sarna con gusto no pica».
Continuaba el discurso con la razón «para usar mejor mi cerebro», que trasladado a mi medio, que es la medicina, es el de mejorar la capacidad y conocimiento para dar una mejor atención a los enfermos, y adquirir un sentido crítico que ayude a elegir la mejor la toma de decisiones.
Las tres últimas razones eran «para que no me tomen el pelo», «para poder hablar con otros científicos» y «para ayudar a mi país». No hay duda que el profesor Pérez Tamayo quiere trasmitir lo importante que es tener ideas sustentadas en un trabajo y experiencia personal sólidos, que disciernen entre lo que es hojarasca y humo. Concede el poder hablar con un respeto similar al que percibes cuando hablas, y finalmente estar convencido que la ciencia bien hecha es un camino sin retorno para el desarrollo de tu país.
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