Aurora incansable
Filosofía ·
Leer a la influyente pensadora malagueña María Zambrano, primera mujer que ganó el premio Cervantes, vuelve el alma inquebrantable y la hace más humana. «No vamos solos, el amor nos lleva», afirmóVictoria Clemente
Gestora cultural
Sábado, 24 de junio 2023, 07:55
Si el hogar puede estar en cualquier sitio, ¿cómo buscarlo, dónde encontrarlo? Cada vez que regreso a María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991) sucede ... el mismo milagro, comprendo el mundo de nuevo y me aproximo a mi lugar en ese mundo. Con seguridad, es la pensadora más destacable del siglo XX español. La mujer que supo estar entre hombres siendo femenina. Porque sin declararse feminista, nunca estuvo alejada de su condición de mujer. Situada en ella y desde algo muy propio, supo habitar su lugar señalando la necesidad de hacer las cosas de otra forma.
La filósofa sabía que por ser mujer la vida sería más complicada. Por eso deseaba la apertura a lo otro, la compatibilidad de los sexos. Era una niña cuando Blas José G. Zambrano, su padre, le advirtió: «Si estudias, tendrás que tratar con el hombre, y tienes que empezar ya, y tienes que saber hacerte respetar». Zambrano lo supo siendo joven, su carrera como pensadora no iba a ser justa. Ya en 1928, la filósofa lamenta la ausencia de lo femenino en la vida ciudadana impacientándose por asistir a la plena entrada de la mujer en el imperio de la dignidad. Tampoco encontró amabilidad en el exilio donde, desde la pérdida de lo propio, no fue bien acogida entre el gran colectivo de exiliados españoles en México. «Soy la única mujer intelectual que ha llegado», escribía a su amigo Waldo Frank, hispanista norteamericano.
Unida a lo vital
Sin que fuera asunto central en su pensamiento, la primera mujer galardonada con el Premio Cervantes, se mantuvo próxima al análisis de lo femenino. Su obra, tan unida siempre a lo vital, nos lleva a entender la situación de la mujer en el mundo. Aunque he de precisar que la pensadora considera que el nuevo orden debe acabar en un neutro situado «más allá y no más acá» de la diferencia existente entre hombre y mujer; entendiendo que solo será posible llegar a ese neutro una vez que el femenino se haya significado libremente saliendo de las vísceras de la historia. Para Zambrano, a la racionalizada historia de Europa le falta corazón.
Mujer fuera de su tiempo
Desde la autonomía y defensa de su visión de la mujer, entendió y valoró el feminismo como un movimiento de reivindicación de la igualdad, considerando que esa igualdad no puede hacerse construyendo una idea de mujer idéntica a la de hombre. Y es ahí dónde encuentro la base del feminismo. En una obra compuesta de razón y de corazón que alberga uno de los mensajes más importantes para el ser humano: la necesidad de ser, ante todo, personas. Porque María Zambrano, pensadora eterna, fue una mujer fuera de su tiempo, pero sobre todo, fue la persona que trascendió la vida dotándola de conciencia.
Su pensamiento podría ser testimonio de lo que pudo ser la historia, del fracaso. Y a la vez, un continuo empuje hacia la esperanza con el fin de que la vida sea nuevamente. De saber contar esa historia desde una razón que incluye al corazón. Cuando la leemos, encontramos una mirada oceánica al presente y esperanzadora mientras vislumbra el porvenir. Es la verdad que convierte a María Zambrano en un hogar al que volver, una posibilidad de mejora para la humanidad. De hacer práctico el pensamiento, de saber vivir en democracia. Es la razón que me hace insistir en ella mientras comprendo que hemos de llegar a su filosofía y poesía para dejar, de forma definitiva, de destacarla por mujer. Hoy lo pensé mientras escribía. Quizá, si ella fuera hombre, yo la hubiera estudiado en mis clases de filosofía, e incluso, puede que hoy no estuviera escribiendo de ella como mujer, y sí por ser uno de los pensamientos más importantes para ayudar a una sociedad que necesita aprender a sentir. Leer a Zambrano vuelve al alma inquebrantable haciéndola más humana. No es necesario dar más razones, tan sólo recordarla señalando que «no vamos solos (…) que el amor nos lleva».
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