

Secciones
Servicios
Destacamos
María Herrera Giménez
Psiquiatra
Sábado, 13 de julio 2024, 08:05
Yayoi Kusama (Matsumoto, Japón, 1929) empezó a pintar con 10 años, coincidiendo con el inicio de sus alucinaciones. Trabajaba de forma rápida y frenética para evitar que su madre le retirara los dibujos que hacía. Fue la hija menor de una fatria de cuatro hermanos de una próspera familia perteneciente a la clase alta, cuyos padres se encuentran en permanente disputa. La ausencia de deseo de la madre respecto a su existencia la deja muy marcada.
Diagnosticada de Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), ha llegado a convertirse en la artista viva más destacada de Japón y es una de las voces contemporáneas más importantes en la vanguardia del arte. Decidió por propia voluntad internarse en el hospital de Seiwa de Salud Mental, convertida en su residencia definitiva, donde sigue viviendo. «Mi trabajo se basa en plasmar mis problemas psicológicos en el arte». Sufre alucinaciones, ataques de pánico, por lo que vive en el hospital psiquiátrico por voluntad propia, así queda a salvo de sus impulsos suicidas. Esta es la historia de Yayoi Kusama, que hoy mostramos con ilustraciones de Ricardo Escavy a modo de homenaje a su figura y su obra.
La mayoría de recuerdos de Yayoi hacia su madre vienen del maltrato tanto físico como psicológico: la madre odiaba que ella pintara retirándole bruscamente los lápices y rompiéndole todo lo que hacía, con mucha agresividad y violencia, favoreciendo la inestabilidad emocional e inseguridad psíquica en Yayoi. En su niñez no hablaba bien; esto favoreció las alteraciones psíquicas, y aumentó sus incertidumbres. Era una niña con mala salud física, enfermaba con frecuencia, lo que la obligó a pasar tiempo en la cama aislada. Su biografía condiciona su creación artística de forma fundamental. Desde pequeña llevaba sus cuadernos de dibujo al terreno de siembra y se sentaba entre las flores. Un día sintió que las flores le hablaban: dibujaba lo que veía en su cuaderno, lo que le ayudaba a aliviar la conmoción. El trauma infantil de Kusama es fundamental en su trabajo artístico, no solo por la difícil situación familiar sino también por su contexto social y por el ambiente en plena Segunda Guerra Mundial. Esta infancia complicada la dirige hacia el arte, pues realiza una catarsis de sus traumas a través de los pinceles.
Sus pinturas tienen influencias surrealistas, un caso similar a Frida Kahlo; en ambas es común el dolor y la tristeza o melancolía sufridas. «Todos los días me invade la idea de suicidio. Pero al final puedo decir que nacer fue una agradable sorpresa», llega a decir. Su familia nunca vio con buenos ojos desde su inicio que fuera artista; tenían un negocio de producción de semillas y querían que se dedicara a ello.
Ya en su infancia reconoce sufrir alucinaciones y pensamientos obsesivos con tendencias suicidas. En estas alucinaciones un patrón se apodera de su visión; como forma de enfrentarse a ello pinta lo que ve. La artista explica de esta forma la influencia de los puntos, lunares y los patrones repetitivos en su obra, que se convierten en la marca personal de su trabajo: «Un día estaba mirando los dibujos de flores rojas del mantel de la mesa, y cuando miré hacia arriba vi el mismo dibujo cubriendo el techo, las ventanas y las paredes, y finalmente toda la habitación, mi cuerpo y el universo. Sentí como si hubiera empezado a autolesionarme, a girar en la infinidad del tiempo sin fin y la absolutez del espacio y a reducirme a la nada».
Estos vastos campos de lunares o redes infinitas, como ella los refiere, eran extraídos directamente de sus alucinaciones. Ya hace lunares en 1939 con 10 años: fue la imagen de una mujer japonesa vestida con un kimono, se cree que la madre de la artista, cubierta y oculta por manchas. Dibuja entonces con frecuencia motivos florales, que le provocaban las alucinaciones en las que ella misma desaparecía entre las flores. En las creaciones que realizó en la escuela primaria aparecen ya los diseños de redes y puntos con los que Kusama busca librarse de esa carga mental representando esas escenas.
Yayoi lleva haciendo frente a problemas de salud mental desde que era una niña y luchando contra la incomprensión y prejuicios de su entorno. Su instinto la llevó a utilizar el arte como forma de terapia, entendiéndolo como una forma de superar sus temores. La ansiedad es uno de los temas de su creación, y también se incluye el miedo al sexo, que, según su relato, se origina en los años de observación de su padre, que era un hombre muy seductor que falta mucho a casa.
A los 13 años trabajó cosiendo paracaídas para Japón en la II Guerra Mundial. Aprender a coser fue muy valioso, ya que utilizó esta habilidad para crear sus esculturas blandas posteriormente. Con 18 años, tras el estudio de la pintura tradicional japonesa, inicia en la Escuela Municipal de Artes y Artesanía de Kioto sus estudios de Nihonga, un estilo que utiliza técnicas y materiales basados en tradiciones milenarias desarrollado durante la Era Meiji, un tipo de pintura de estilo tradicional formal japonés.
Despreciaba la rigidez del sistema maestro-discípulo donde los estudiantes debían empaparse de tradición a través del sensei: «Cuando pienso en mi vida en Kioto me dan ganas de vomitar». Sobre Japón diría más tarde: «Para un arte como el mío era demasiado pequeño, demasiado servil, demasiado feudal y despectivo con las mujeres. Mi arte necesitaba una libertad mas ilimitada y un mundo mas amplio».
En 1950 representaba formas naturales abstractas en acuarelas, gouache o tempura editando en papel principalmente; ya cubría superficies (paredes, suelos, lienzos, objetos del hogar y desnudos) con lunares, convirtiéndose estas en marca personal de su trabajo. Estas cuestiones están muy ligadas al concepto de autoobliteración, clave en su obra y filosofía de vida. La autoobliteración a través del arte es creer en la idea de que mediante la liberación del yo se puede generar una sanación grupal que conecta profundamente a las personas; ella intenta dejar el ego para relacionarse mejor con el mundo y ayudar a sanarlo.
Tenía claro que quería ser artista. Contacta con Georgia O'Keeffe, que la anima a dedicarse al arte, y se lanza a cruzar el Atlántico. Llega a Estados Unidos con 60 kimonos y dinero escondido en sus costuras. Tiene 27 años, y corre 1957. El primer año vive en Seattle y posteriormente se muda a Nueva York, donde tenía interés por unirse a los movimientos artísticos más novedosos de la gran ciudad. Allí pasa mucho tiempo en los márgenes. Finalmente expone en una galería en 1961.
Durante el tiempo que vive en Nueva York se convierte en una figura central de la escena artística neoyorquina: trabaja junto a otros artistas del arte pop, como Andy Warhol, George Segal y Claes Oldenburg. Está influenciado por el expresionismo abstracto que reina en el ambiente de la metrópoli. En esa época se asocia al movimiento del Pop Art. En Nueva York es maltratada por el mundo del arte, que no la toma en serio. Empieza a innovar y se da de bruces con una industria heteropatriarcal y racista, por su raza y por su género le dieron la espalda. Se refugia en el arte, de esta forma se pasa los días pintando. A su primera exposición en Manhattan no acude nadie.
En su primera serie incorpora obras de gran escala, que incluso alcanzan 10 metros de longitud llamadas 'Redes infinitas', completamente cubiertas por una secuencia de redes y lunares.
A principio de 1960 comienza a cubrir objetos (escaleras, zapatos, bolsos, sillas...) con protuberancias fálicas. En la serie 'Acumulación' toma objetos cotidianos y los sexualiza para convertirlos en piezas de arte únicas. Tenía fobia al sexo, lo que se refleja en las esculturas fálicas que realiza. Por ejemplo, 'Acumulación número 1', en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la primera de la serie. Toma una silla de peluche y la adorna con numerosas piezas fálicas. También las cubre con pasta seca ('Food obssesion'). Esta obra escandalizó a los críticos. Estos objetos siniestros de elementos casi idénticos comparten la seriación y la repetición que caracterizan el minimalismo y el arte pop, pero, al mismo tiempo, son expresiones auténticas de la compulsión de la artista por repetir sus obsesiones psicológicas. Sus obsesiones y alucinaciones son el origen de su arte, que la llevan a crear sin parar. «Mi trabajo se basa en plasmar mi salud mental en el arte». Como se puede apreciar en la vida de Yayoi Kusama la salud mental cobra gran importancia.
La obsesión de Kusama también se refleja en la repetición de calabazas y flores, pues ella creció viendo cosechas de ambas en el campo. Para multiplicar aquellos elementos que le obsesionaban instala varias 'infinity mirror rooms'. Estos cuartos , repletos de espejos en su interior, logran que el visitante vea la obra de Kusama reflejada hasta el infinito. 'Infinity Mirror Rooms' consiste en habitaciones llenas de espejos formas y luces: busca transmitir una serie de sensaciones, tanto de paz y color como de soledad y terror; todo lo que la mente de Yayoi Kusama genera a la artista.
En 1966 participa por primera vez en la Bienal de Venecia con el 'Jardín de Narciso'. Acudió sin invitación, con su crítica al narcisismo en la sociedad, donde el espectador compra su propia imagen. Vendía el arte muy económico, a 2 euros la bola. Causó mucho revuelo a nivel mediático. Esta performance fue todo un éxito. Vestida con un kimono dorado, colocó 1.500 bolas de acero inoxidable reflejadas en el césped donde se celebraba el evento. Acompañaba a la obra el cartel que decía: «¡Tu narcisismo en venta!». Kusama vendía a los visitantes las bolas como crítica a la comercialización en el mundo artístico.
Con performances en vivo y 'happenings' ganó notoriedad en la subcultura del 'downtown' neoyorquino. Llegó a escribir una carta pública a Richard Nixon ofreciéndole sexo a cambio de finalizar la guerra de Vietnam. Copa las portadas de los diarios. Protesta contra la rigidez de los museos.
Después del éxito del pabellón japonés en el Bienal de Venecia en 1993, donde es la primera mujer japonesa en representar en solitario a Japón, un cuarto brillante lleno de esculturas de pequeñas calabazas donde ella está presente vestida con un traje de mago del mismo color que el espacio, Kusama produjo una gran escultura de una calabaza amarilla cubierta con un patrón óptico de lunares negros. La calabaza representaba a la artista como su alter ego o autorretrato. Colabora en casas de ropa y moda como Louis Vuitton. Muy heterogénea en su producción artística y muy extensa, le gusta a todas las generaciones. Su obra artística es muy variada. Seis temas clave atraviesan su vida: los autorretratos, el infinito, la acumulación , la conectividad radica, lo biocósmico y la energía de la vida. Actualmente es una de las artistas vivas más codiciadas en casas de subastas a nivel mundial. El Museo Yayoi Kusama, abierto en 2017, es uno de los mas visitados de Tokio: un pequeño edificio cubierto de lunares alberga una colección de obras de la artista que incluye pinturas, esculturas, instalaciones y exposiciones. En 2006 fue la primera japonesa que recibió el Premio Imperial: uno de los mas prestigiosos de Japón para artistas reconocidos a nivel internacional. De 1998 a 1999 una gran retrospectiva de sus obras hizo un tour por Estados Unidos y Japón. Vive recluida en un psiquiátrico a sus 95 años.
Su única relación amorosa conocida fue una relación devota y platónica con el artista americano Joseph Cornell. Mantienen un idilio durante 10 años en el que no mantenían relaciones sexuales. La repentina muerte de Joseph Cornell y, a continuación, la muerte de su padre la hacen regresar a Japón, su país natal. En 1973 regresa al país del sol naciente con muy mala salud mental donde comienza a escribir novelas, historias cortas y poesía en un tono muy visceral y surrealista. El arte se convirtió en una forma de lidiar con sus alteraciones de salud mental. Ha explorado continuamente la enfermedad mental, la repetición, la obsesión, la creación, la destrucción, el sexo y el feminismo a través de la pintura, escultura, collage, dibujos, filmes, poesía y obras de moda y performance. «Cuando no estoy trabajando mi pensamiento puede volverse muy oscuro».
En 1993 representó a Japón en la 45 Bienal de Venecia. A sus 95 años, sus pelucas rojas y vestimenta llena de patrones similar a su singular obra se han convertido en todo un icono cultural.
Ricardo Escavy (Calasparra, 1979) definió su arte, en una reciente entrevista en LA VERDAD de Gema Escobar, como «vanguardia geométrica de pulsaciones vitales». Este «expansivo y parlanchín, creador e investigador sin ínfulas», decía Escobar, ha expuesto dos veces en Nueva York y este año 2024 ha sido el artista elegido para el cartel del festival de la tolerancia Murcia Tres Culturas. Es habitual su participación en la feria Estampa. Esta es su segunda colaboración en LA VERDAD tras ilustrar recientemente los cinco relatos finalistas del concurso de artes y creación joven de este diario, el Rendibú. Escavy es licenciado por la Facultad de Bellas Artes de San Carlos, adscrita a la Universidad Politécnica de Valencia, y realizó estudios becados en el Instituto Universitario de Artes Plásticas 'Armando Reverón' de Caracas (Venezuela), donde cambió su punto de vista con el descubrimiento del arte óptico y cinético. Es, como dice, un currante nato.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.