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'Dama criolla'. Anónimo, siglo XVII. Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam). Fue descubierto bajo el retrato de una dama española.
Vicente Noguera, el coleccionista del difuminado

Vicente Noguera, el coleccionista del difuminado

«Seré el descubridor de tus tesoros», escribió el poeta y amante del arte, juez y personaje influyente en la política murciana durante el siglo XX. Lo fue. Como coleccionista dejó a la Región tesoros impagables -algunos aún almacenados-, que se pueden ver en el Mubam. Gastó con pasión en arte, influyó para que llegara agua de riego al Campo de Cartagena, legó una galería de arte a Torre Pacheco y, ya anciano, vivió su última y sorprendente aventura por el arte en Nueva York. Una voz unánime reclama reconocimiento para la figura difuminada de Vicente Noguera. Es el coleccionista postergado

Sábado, 8 de octubre 2022, 00:32

Como un dibujo difuminado, que pierde sus contornos, ha llegado hasta hoy la figura de Vicente Noguera (Valencia, 1883-Cartagena, 1966). Pocos saben que legó a la Región de Murcia una de las mayores colecciones de arte, reunida en una vida casi de obsesión por rodearse de bellos cuadros, esculturas, porcelanas y muebles, en ocasiones sin garantía, de modo que sufrió no pocas decepciones. Nunca decayó su pasión por reunir obras, incluso durante la Guerra Civil, de la que huyó por senderos de la serranía, guiado por un pastor hasta el domicilio de un pariente en Jerez de la Frontera.

Personaje con infinidad de prismas, peculiar y misterioso, sobre todo después del extravagante capítulo de Nueva York al final de su vida. Fue juez comarcal, banquero, influyente en las decisiones políticas de la época, periodista y escritor, elogiado poeta y, sobre todo, adorador del arte. Esta querencia sin cura le llevó en ocasiones al borde de la ruina. Gastó con arrebato en adquirir telas valiosas y también otras que, de oídas o consejos desatinados, llegó a creer mayores. «Presumía de tener siete Velázquez», cuenta el estudioso del arte Álvaro Daganzo.

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Resguardaba con una cortinilla de terciopelo una de esas supuestas joyas en la galería de arte que creó en Torre Pacheco, hasta que el director de Bellas Artes de los años cuarenta, el marqués de Lozoya, visitó la sala situada en la avenida de la Estación y, cuando Noguera le mostró su pintura atribuida al autor de 'Las Meninas', el político le sacó del limbo. «No puede ser de Velázquez, aunque es tan hermosa que sería digna de sus pinceles». Ante la mirada congelada de Noguera, el marqués argumentó que «la chalina o corbata se usaba en tiempo posterior a Velázquez, que no pudo inventarla», según contó Joaquín Ferrándiz en su libro 'Pachequeros'.

Cabe preguntarse si hubiera reunido una obra tan valiosa de haber logrado la plaza de maestro que tanto ansió, por la que habría andado y desandado cada día el camino a la escuela. La gran incógnita está sin embargo en la causa del olvido, cercano al desdén, que en la Región ha subestimado la generosidad de su legado y desdibujado su historia, como si una mano invisible hubiera frotado el difumino sobre su figura.

Por amor al arte

«Sin hijos ni hermanos, su recuerdo podría haberse extinguido con el paso de los años», advierte la archivera municipal de Torre Pacheco, Carmen María Alcaraz. El municipio del Campo de Cartagena le ha dedicado una exposición con carteles de las obras más emblemáticas de su colección -expuesta parcialmente en el Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam)-, que se puede ver en la plaza del Alcalde Pedro Jiménez.

«Fueron años de búsqueda y selección de obras, de pujas en subastas y dedicación constante recorriendo galerías de París o Bruselas», cuenta Alcaraz en el catálogo municipal, que pretende saldar esa deuda histórica con el coleccionista, quien se retiró a la paz de Torre Pacheco y creó la sala donde reunió todo su patrimonio artístico. El Ayuntamiento ha iniciado la rehabilitación de este edificio diseñado por el arquitecto pachequero modernista Pedro Cerdán -autor del Mubam, el Casino de Murcia, el mercado de Verónicas, el de La Unión, etc- con 106.298 euros de fondos europeos, para «exponer la obra que donó al municipio y recuperar su figura y su obra literaria», adelanta el concejal de Cultura, Raúl Lledó.

Imagen principal - Vicente Noguera, el coleccionista del difuminado
Imagen secundaria 1 - Vicente Noguera, el coleccionista del difuminado
Imagen secundaria 2 - Vicente Noguera, el coleccionista del difuminado

Para Nacho Ruiz, historiador del arte, comisario de exposiciones y cofundador de la galería T20, además de articulista de LA VERDAD, «alguien que dona su colección merece un reconocimiento que no ha tenido, y Noguera rindió un gran servicio a la Región». No solo se ignoró la única condición que puso el mecenas, dedicar una sala al legado con el nombre de su padre, José Noguera, de quien heredó afición y patrimonio artístico, sino que la obra cedida destaca y enriquece cada sala del museo, pero ni una línea aclaratoria la distingue del resto.

Ruiz deja una reclamación en el aire: «Queda mucha obra almacenada en malas condiciones, entre las que se encuentra el dibujo a carboncillo de una mujer firmado por Picasso, que está pendiente de estudio y podría ser el gran pelotazo artístico de la Región, la mayor obra del pintor que tuviera Murcia», defiende el experto. Para Daganzo, «el maltrato a la figura de Noguera desanima a cualquiera a tener gestos con la administración que debe, al menos respetar su voluntad».

El catálogo del Ayuntamiento de Torre Pacheco ha inventariado 202 obras, entre las que secuestra a la vista una que merece por sí sola una visita al Mubam, el 'Florero' del holandés Daniel Seghers. Una auténtica fiesta para la vista de granadas y peonías, jacintos y anémonas, prímulas y adormideras, malvas y gencianas bajo la que se desliza un monito tití que intenta hacerse con uno de los manjares. Te retiene en el museo el juego de luces de 'El festín de Baltasar', un anónimo que incita a explorar la vida en las sombras.

El visitante sale con la mirada clavada en la frente de la 'Dama criolla', uno de los misterios aportados de la mano de Noguera: en realidad él cedió el retrato de una joven a la moda española del siglo XVII, pero los restauradores descubrieron debajo a una dama de origen colonial, con grandes ojos oscuros e hipnóticos y envuelta en sedas rojas, como una Malinche adornada a lo francés.

Alegoría de la música. P. León. S. XIX Muram.

Un grabado de Rembrandt, una 'Adoración de los Reyes' de Orrente y Jumilla, unas aguadas de Pérez Villaamil e infinidad de obras religiosa enriquecen la colección del Mubam, ya que Noguera era un devoto creyente. «Era más bien un anticuario», opina el director del Mubam, Juan García Sandoval. «Compraba sin criterio definido, lo que pensaba que podía ser bueno, pero adquirió muchas copias», explica. Sobre la generosidad de Noguera, el director describe su colección como «desigual, pero con algunos cuadros maravillosos, como el de Seghers».

Nueva York, el último canto

Qué llevó al coleccionista a embarcarse hacia Nueva York, ya septuagenario, con la misión de exponer parte de sus cuadros que casi lo arruinó, es aún un misterio, como las circunstancias que rodearon aquella aventura. Ya con la donación realizada al Museo del Prado, que la derivó al Museo Provincial, Noguera pidió sacar alrededor de un centenar de obras para mostrarlas al otro lado del Atlántico. Una nebulosa rodea el fracaso de aquel último intento de encumbrar sus obras, «el último canto del cisne», según el historiador Laureano Buendía. Los gastos del proyecto frustrado le arruinaron y tuvo que dejar los cuadros en depósito e incluso desprenderse de algunos. Permanecieron más de un año en un contenedor en el puerto de Manhattan hasta que logró repatriarlos hasta Murcia. Un capítulo novelesco más en su vida.

Un renacentista de otro siglo

Con el borrado de sus huellas, como un manto de nieve sobre su vida, la investigación del historiador tuvo que comenzar casi de la nada, olfateando en hemerotecas digitales y testimonios locales. «Participó en la política, pero nunca en primera línea, influyó en la actividad cultural y socioeconómica como banquero, como agente de seguros y en el Ateneo de Cartagena. Era un personaje renacentista», cuenta el investigador. De periódicos ya amarillentos ha descubierto al Noguera que se movía en los fogones políticos, donde se cocía la reivindicación de agua de regadío para el Campo de Cartagena y otras infraestructuras. Este personaje influyente de la primera mitad del siglo XX en la Región «nunca dejó su pensamiento literario», explica Buendía. «No publica hasta los 50 años, pero seguro que siguió escribiendo, con ese estilo suyo recargado de epítetos, en prosa poética, carácter erótico a veces, y un tono modernista, novecentista, que puede evocar a Gabriel Miró».

Aquellas páginas ocres, con densas columnas de letra hormigueante de LA VERDAD, guardan elogiosas críticas a sus libros. Para el historiador, 'Cancionero silencioso' (1936) es «su salto cualitativo en la poesía», aunque destacan 'los tres yunques', es decir, 'Yunque de plata' (1933), 'Yunque de fuego' (1934) y 'Yunque de oro' (1934).

El coleccionismo, del óleo romántico a la videoinstalación

De la figura del coleccionista impulsivo y ecléctico que fue Noguera, hasta la tendencia actual del inversor del arte, dista un siglo de convulsiones en un sector hipersensible con el latido económico internacional.

El coleccionista busca hoy «no solo pintura, sino también videoinstalaciones que ves en Londres o Nueva York, mientras que a principios del siglo XX, en la época de Noguera, se veía pintura y dibujo», expone el galerista Nacho Ruiz. El mercado del arte no ahoga actualmente su pulso, a pesar de la inestabilidad económica, casi 'líquida', como describen pensadores como Zygmunt Bauman. El fundador de T20 observa un coleccionismo actual muy joven y, por otro lado, una tendencia a «proteger las figuras locales, que suelen alcanzar valoraciones por encima de lo normal».

La aparición de las primeras galerías en Murcia cambió la dinámica de la compra-venta de obras. «Cuando no existías las galerías, se exponían en los comercios más representativos a cambio de una comisión. A finales de los setenta apareció la galería Yerba, luego Espacio Mínimo en 1992 y T20 en el año 2000», enumera.

Para el galerista Emilio Morales, «hay desasosiego actualmente» y eso reduce el coleccionismo a apenas una decena de iniciativas en la Región, muy involucradas en el mundo del arte, pero que va a menos». Cree que se impone «la tendencia de adquirir pinturas de moda, y luego la vendes por diez veces menos o por diez veces por encima de su valor». Por eso no recomienda comprar piezas de menos de 25 años, porque «el tiempo es el que dice si una pieza mantiene su valor».

Para el estudioso del arte Álvaro Daganzo, hay otra medida pendiente y sin indicios de regulación: «Hay coleccionistas en Murcia, pero no hay una política que favorezca las donaciones ni los depósitos», asegura.

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