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Nico Munuera. Martínez Bueso
Nico Munuera, el pintor cazador de almas

Nico Munuera, el pintor cazador de almas

«Me queda mucho que decir con la pintura porque me queda mucho que sentir», dice el artista lorquino, de quien la Fundación Belondrade ha editado un libro que recoge dos décadas de sus creaciones

Sábado, 16 de marzo 2024, 07:41

A Nico Munuera (Lorca, 1974) le encanta leer 'El Sutra de las Montañas y Aguas', de Eihei Dōgen. Le atraen la profundidad y complejidad del pensamiento Zen, al que se aproxima desde el maximo respeto. Hay algunas frases de Dōgen que se sabe de memoria. Por ejemplo: «Uno no debe dudar de que las montañas caminen por el mero hecho de que aparentemente su paso no es como el de las personas». Y otra más: «El caminar adelante no obstruye el caminar atrás y el caminar atrás no obstruye el caminar adelante. Esa virtud se llama el fluir de la montaña y la montaña que fluye». Son las dos reflexiones que ha elegido para incluir en el libro de artista 'Nicomunuera, 03-23', que recoge una selección de sus creaciones, entre 2003 y 2023, y que ha editado con exquisito gusto la Fundación Belondrade, en colaboración con el Instituto de las Industrias Culturales y las Artes (ICA), dependiente de la Consejería de Cultura de la Región de Murcia.

La última vez que se pudo disfrutar en la Región de una obra expuesta de Munuera, afincado en Valencia, fue en 2022, con motivo de la exposición colectiva 'Mapa. Territorio. Región', que albergó la Iglesia de San Esteban. Su pieza, titulada 'Torii VII' (2021), resultaba imponente ubicada en el altar mayor del desacralizado templo. Se trata de un acrílico sobre lino que, en efecto, como recuerda el comisario de la muestra, Juan Francisco Rueda, «tenía una presencia rotunda».

Un libro editado por la Fundación Belondrade recoge 20 años de sus obras pictóricas

«Pinto para ver mejor la vida y no perderme esos pequeños detalles del día a día a los que, siendo realmente tan importantes, no les prestamos atención», cuenta Munuera, quien se reconoce en lucha permanente «con el paso del tiempo y con la pintura; una lucha que me mantiene en tensión, vivo, observando todo cuanto me rodea con mucha curiosidad».

1. 'Claude Color Chart I'. Acrílico sobre tela y aluminio. 2. 'Elegie 7. Debussy'. 2003. Acrílico sobre tela. 3. 'The Big Slam XIII'. Año 2006. Acrílico sobre tela.
Imagen principal - 1. 'Claude Color Chart I'. Acrílico sobre tela y aluminio. 2. 'Elegie 7. Debussy'. 2003. Acrílico sobre tela. 3. 'The Big Slam XIII'. Año 2006. Acrílico sobre tela.
Imagen secundaria 1 - 1. 'Claude Color Chart I'. Acrílico sobre tela y aluminio. 2. 'Elegie 7. Debussy'. 2003. Acrílico sobre tela. 3. 'The Big Slam XIII'. Año 2006. Acrílico sobre tela.
Imagen secundaria 2 - 1. 'Claude Color Chart I'. Acrílico sobre tela y aluminio. 2. 'Elegie 7. Debussy'. 2003. Acrílico sobre tela. 3. 'The Big Slam XIII'. Año 2006. Acrílico sobre tela.

Cuando repasa su obra, no puede dejar de fijarse en esa serie de grabados en los que predomina el color verde, «con el que reconozco que estoy obsesionado», apunta. «Ese color verde maravilloso de la hierba fresca», precisa, o el de las pinadas que le acompañan, como un saludable ejército de camaradas silenciosos, durante sus días de verano en Ibiza. Vive feliz. Sonríe con una facilidad envidiable, fruto en parte de la alegría que le contagian sus hijas, Luna e Iris.

Cuando el gran pintor Joan Hernández Pijuan -fallecido en Barcelona en 2005- y Nico Munuera coincidieron en el tiempo y establecieron un diálogo sobre los paisajes, el maestro le dijo al lorquino que para él la pintura es «una forma de conocimiento», y que su obra surgía «de un paisaje no literal, de un paisaje que nace de pasear por el campo, entre rastrojos y dorados; de un recorrido que es más sentimiento de paisaje que paisaje real y concreto». «La pintura», le argumentaba Hernández Pijuan, «es el primer ejercicio de autocrítica. Se pinta para conocerse a uno mismo y por ello hay que mantener una fidelidad interior». «Casi», le precisaba, «como el toreo: siempre es lo mismo, pero de repente ocurre el milagro». Nico Munuera ha titulado en ocasiones algunas de sus series con el nombre de 'Partituras para sordos' o 'Irrumpiendo suavemente'. «La pintura abstracta», indica, «al igual que la música clásica, carece de letra. No busca explicar nada, sólo provocar sentimientos y adentrarse en el silencio; un silencio que tiene ritmo y espesura». «Me queda mucho que decir con la pintura porque me queda mucho que sentir», reconoce, y sonríe.

«La pintura me hace crecer, me ayuda a entenderme»

«La pintura es algo más que imagen porque todavía aporta más pensamiento que comunicación. Se pinta para hacerse, para conocerse a uno mismo», son también palabras de Pijuan que Munuera no olvida.

La pintura del creador lorquino parece obra de un cazador de almas. Una obra exquisita y, al mismo tiempo, poseedora del aplomo de un fuerte en mitad de un batallón de salvajes indeseables. Su obra promete siempre un baño de calma, una invitación a la reflexión, y una apuesta por el enigma, los recuerdos y la contemplación pausada de la vida, que, es cierto, se nos escapa. Sus creaciones, extrañamente inquietantes y en apariencia muy sencillas, propician que el espectador sin prisas pueda adentrarse por territorios apenas esbozados de insinuada belleza y notable fuerza.

1. 'Shima'. Año 2020. Acrílico sobre lino. 2. 'Portinatx V'. Obra de 2008. Acrílico sobre papel japonés. 'In the mood for landscape XVIII'. Obra de 2011. Acrílico sobre tela.
Imagen principal - 1. 'Shima'. Año 2020. Acrílico sobre lino. 2. 'Portinatx V'. Obra de 2008. Acrílico sobre papel japonés. 'In the mood for landscape XVIII'. Obra de 2011. Acrílico sobre tela.
Imagen secundaria 1 - 1. 'Shima'. Año 2020. Acrílico sobre lino. 2. 'Portinatx V'. Obra de 2008. Acrílico sobre papel japonés. 'In the mood for landscape XVIII'. Obra de 2011. Acrílico sobre tela.
Imagen secundaria 2 - 1. 'Shima'. Año 2020. Acrílico sobre lino. 2. 'Portinatx V'. Obra de 2008. Acrílico sobre papel japonés. 'In the mood for landscape XVIII'. Obra de 2011. Acrílico sobre tela.

Interrogantes artísticos, laberintos para los sentidos, caminos de ida y vuelta en busca de un mayor conocimiento y una mirada más lúcida sobre las cosas -que te amenazan o abrazan, que te protegen o engañan...-.

Obras sin desmesura ni artificio, poéticas, como rescatadas del fondo del mar. Para él, hoy, gane la batalla la luz o las tinieblas, la pintura sigue siendo algo vital. Sus cuadros son confluencias de colores: «No son necesarios más recursos para crear espacios de calma. Un cuadro es un lugar de reflexión, pero también debe ser capaz de generar conocimiento y no solo sensaciones en el espectador». «Un cuadro», añade, «es una página de un diario personal, pero también una página de un ensayo sobre la vida y la experiencia. Pintar es una forma de desarrollo personal, una búsqueda de conocimiento».

«Estoy obsesionado con ese color verde maravilloso de la hierba fresca»

Para él, «el arte es enemigo de la prisa. Personalmente, la pintura me hace crecer, me ayuda a entenderme y a reflexionar sobre el presente, me ayuda a disfrutar con las cosas mínimas, con lo más banal de lo cotidiano. Pintar es insistir y dudar».

«Mi pintura no es paisaje abstracto sino pintura concreta», expone Munuera, que afirma: «Yo habito en el paisaje. La pintura me ha llevado a la observación minuciosa del entorno y no al contrario. Podría decir sin equivocarme que la práctica y la visión de la pintura potencia mi experiencia en el paisaje. La pintura es la naturaleza y pintar no consiste en representarla sino en ser. La pintura es un acontecimiento, no un entretenimiento».

1. 'Deep Blue Suna'. Año 2023. Acrílico sobre lino. 2. 'Boneless XI'. Obra de 2016. Acrílico sobre lino.
Imagen secundaria 1 - 1. 'Deep Blue Suna'. Año 2023. Acrílico sobre lino. 2. 'Boneless XI'. Obra de 2016. Acrílico sobre lino.
Imagen secundaria 2 - 1. 'Deep Blue Suna'. Año 2023. Acrílico sobre lino. 2. 'Boneless XI'. Obra de 2016. Acrílico sobre lino.

Para explicar que «todo en la pintura de Nico Munuera es un intento de contar el tiempo», Bea Espejo, que escribe en 'Nicomunuera, 03.23' junto a Álvaro de los Ángeles, Juan de Nieves y el propio artista, recuerda que «el avance del tallo buscando el cielo, el brote de las ramas y el crecimiento de las hojas ocurren a un ritmo demasiado lento como para que podamos percibirlo con nuestros propios ojos». Porque, cierto, «el mundo vegetal lleva su propio paso, aunque en él también hay carreras. La mayoría de los vegetales presentan diferentes fases de crecimiento en las que la velocidad de desarrollo varía».

Espejo resalta que gran parte del trabajo de Munuera consiste «en buscar pequeñas cosas fuera del estudio, cosas mínimas y cotidianas: el filo de una concha, el color de los arrozales, una partícula suspendida en el aire». Luego, lo que hará es buscar «las particularidades dentro del detalle, lo que ocurre dentro de la pintura, y es entonces cuando empieza a separar el grano de la paja, hasta tener la paz entre las manos». Por eso, precisa, el artista «corta y selecciona lo pictórico en pequeños cuadros, como si fueran fotogramas de una historia mayor todavía por contar. Todo es procesual en su pintura, de ahí las series, meses de trabajo». Una reflexión, venga: «El tiempo como material», que dice Franz Erhard Walter. A lo que añade Espejo: «Pintar como una cuestión de actitud exige afrontar lo que tienes por delante, mantener el estado de alerta. La misma música siempre, casi como un rito. Atento como quien espera en la montaña el momento de encumbrar un pico. Hay días que, por más que lo intenta, no llega. Otros toca el cielo varias veces seguidas».

«A Nico Munuera no le gusta demasiado hablar de su pintura», recuerda Espejo con conocimiento de causa. «Pronto», añade, «aparece la autodefensa y la ironía vistiendo al artista con traje de escapista. Su pintura se caracteriza por evitar la interpretación. Él prefiere el silencio y el recogimiento, la intuición y la incertidumbre, porque la pintura es un medio de conocimiento, de reflexión, de introspección, una vía para detener el tiempo que se nos escapa». Algunos apuntes: «Le interesa el rastro que dejan las cosas, la huella del pincel, las marcas en la pared, las manchas en la mesa, salir a la calle a mirar, llegar a casa con algo, eso que no ve nadie pero que siempre está ahí, la vida que existe debajo de las cosas».

Algunas de las obras reproducidas en el libro 'Nicomunuera, 03-23' pertenecen a colecciones privadas, particulares e instituciones. La edición de la publicación ha corrido a cargo de Álvaro de los Ángeles y del propio artista, y la coordinación general ha estado al cuidado María Fernández.

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