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José Luis Galindo, en su casa de Murcia, regresa a la actualidad tras varias décadas sin exponer, con una exposición individual, 'Distopías'. Javier Carrión / AGM
José Luis Galindo, el regreso de un pintor de gentes

José Luis Galindo, el regreso de un pintor de gentes

El Palacio Almudí de Murcia dedica al artista figurativo, amigo de Párraga, una muestra, 'Distopías', comisariada por Victoria Clemente Legaz, con obras realizadas entre los años 80 y 90. Dejó de exponer y se apartó de los círculos del arte para no distraerse de lo verdaderamente importante: «Estaba cansado de regalar cuadros, o malvenderlos»

Sábado, 25 de enero 2025, 08:34

José Luis Galindo (Albacete, 1944), el artista murciano que renunció a la rimbombancia del mundo del arte [para no distraerse de lo importante, para proteger su vocación pictórica y para cultivar el amor por el arte fuera de los circuitos], se deja querer estos días por la institución, en este caso por el Ayuntamiento de Murcia. Galindo y su obra de un periodo concreto, entre finales de los 80 y mediados de los 90, acaparan el protagonismo en el Centro de Arte Palacio Almudí de Murcia, que acoge a partir del próximo lunes 27 de enero la exposición 'Distopías', organizada por el área de Artes Plásticas del Ayuntamiento de Murcia y comisariada por Victoria Clemente Legaz, con supervisión y beneplácito de Pilar Moreno, esposa del artista y durante muchos años directora del colegio El Buen Pastor y profesora de Lengua y Literatura, y del pintor Alejandro Franco, que ha colaborado desinteresadamente.

Galindo comparte con los lectores de LA VERDAD algunos de los motivos que le llevaron a apartarse de todo, pero no de todos. De hecho, el número de admiradores y devotos de su producción artística, presumiblemente, irá en aumento a partir de esta propuesta que acogerá el Almudí, para la que se han catalogado 107 obras, aunque no se exponen todas. En total, se podrán ver en el montaje final una sesentena, además de 34 dibujos. En ellas, según la comisaria, «Galindo documenta la realidad, expresa emociones y experiencias, provoca reflexión y crítica social y, a la vez, celebra la belleza y la estética, y siempre, desde la búsqueda de esperanza».

1. José Luis Galindo, en su casa de Ronda Sur, con su esposa, la profesora Pilar Moreno (El Buen Pastor). 2. Escenas de muchedumbres. Las composiciones de José Luis Galindo no se olvidan, las figuras pueden parecer deformes o distorsionadas. 3. Los personajes del pintor José Luis Galindo tienen mucho del trajín de esta vida de ritmo imparable que llevamos. J. Carrión / AGM / V. Clemente Legaz
Imagen principal - 1. José Luis Galindo, en su casa de Ronda Sur, con su esposa, la profesora Pilar Moreno (El Buen Pastor). 2. Escenas de muchedumbres. Las composiciones de José Luis Galindo no se olvidan, las figuras pueden parecer deformes o distorsionadas. 3. Los personajes del pintor José Luis Galindo tienen mucho del trajín de esta vida de ritmo imparable que llevamos.
Imagen secundaria 1 - 1. José Luis Galindo, en su casa de Ronda Sur, con su esposa, la profesora Pilar Moreno (El Buen Pastor). 2. Escenas de muchedumbres. Las composiciones de José Luis Galindo no se olvidan, las figuras pueden parecer deformes o distorsionadas. 3. Los personajes del pintor José Luis Galindo tienen mucho del trajín de esta vida de ritmo imparable que llevamos.
Imagen secundaria 2 - 1. José Luis Galindo, en su casa de Ronda Sur, con su esposa, la profesora Pilar Moreno (El Buen Pastor). 2. Escenas de muchedumbres. Las composiciones de José Luis Galindo no se olvidan, las figuras pueden parecer deformes o distorsionadas. 3. Los personajes del pintor José Luis Galindo tienen mucho del trajín de esta vida de ritmo imparable que llevamos.

Piezas realizadas entre 1988 y 1997, concreta Galindo durante la entrevista. Anteriormente a esa etapa hizo exposiciones, sí, pero en un momento dado decidió romper con todo. «Ninguna de las obras que se verán en el Almudí se han expuesto antes», hace saber el creador. «En esos años tuve que compartir el arte con la enseñanza, porque había que alimentar una familia con dos hijos, y afortunadamente las clases las tenía por la mañana y podía dedicar las tardes a pintar. Estaba deseando que los fines de semana lloviera, ya en un plano muy egoísta, porque así no tenía que sacar a pasear a los chiquillos y se quedaban en casa con el Scalextric». [El hijo pequeño tiene ya 50 años y su hija 52]. Cumplidos los 80, en noviembre, la mirada de Galindo sigue siendo la de un chaval inocente. «Sí, tal vez sea la mirada de un hombre un poco pillín», asume con sentido del humor. «Y quizás la de alguien pillín que se escabulle, pero mi mirada no tiene trasfondo extraño». Sus padres, murcianos, tuvieron hijos en tres ciudades distintas. En Murcia nació su hermano mayor, en Albacete vino al mundo el pintor, y en Jaén su hermana pequeña. Pero a Murcia volvió la familia [su padre estuvo en varios destinos como funcionario del Instituto Nacional de Previsión, primera institución oficial de la Seguridad Social y de la asistencia sanitaria en España], y aquí desarrollaron el resto de sus vidas.

1. Rasgos exagerados. Un detalle del retrato que preside el salón de su casa. 2. Perros con cabezas de hombres. Dos mujeres pasean a sus masctoas. J. Carrión / AGM
Imagen secundaria 1 - 1. Rasgos exagerados. Un detalle del retrato que preside el salón de su casa. 2. Perros con cabezas de hombres. Dos mujeres pasean a sus masctoas.
Imagen secundaria 2 - 1. Rasgos exagerados. Un detalle del retrato que preside el salón de su casa. 2. Perros con cabezas de hombres. Dos mujeres pasean a sus masctoas.

«Mi padre pintaba sus cosicas, y luego lo regalaba todo a sus compañeros de trabajo». Una nieta de Galindo sí ha heredado sus dotes artísticas. Dice el artista que «de 0 a 5 años fui yo hombre, fui persona. Pero lo cierto es que cuando volvimos a Murcia con 5 años, conmigo vino también el caos».

Pasó por muchos colegios en poco tiempo, «demasiados, y todo eso me trastornó. Pienso que no me enseñaron a estudiar. Ni a lo que era la vida. Todo funcionaba a base de castigos y, claro, eso cansa». Según su mujer, «es el prototipo de lo que no hay que hacer nunca con un niño». Entró en el Seminario Menor de San José con 12 años («a ver qué hacía yo allí, con sotana y roquete»), aunque se salió «porque estaba hinchado de latín». Se preguntaba «¿qué hago si no sé hacer nada?». Y cerró los libros. Tomó la decisión, tajante, de no estudiar. «Ya me pueden matar que no lo haré», se decía. Y como tenía cierta habilidad para el dibujo, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios, «con 14 o 15 años», y con 17 años hizo en Valencia el ingreso en la Escuela Superior de Bellas Artes. «Me esforcé allí, y me fue bien. Encarrilé mi vida, quizás, por vocación, pero no religiosa». [Curiosa, y sorpresivamente, durante esta entrevista, llamaron a la puerta unos testigos de Jehová].

El único maestro, Ernesto Furió

Reconoce Galindo que ha sido «muy cuco también, porque he sido muy observador». Solo recuerda a un maestro bueno en su vida, el profesor de Grabado en la carrera, Ernesto Furió, pintor y grabador fallecido en 1995. «En la preparación para hacer Bellas Artes no me enseñaron la técnica, pero yo observaba a gente mayor que yo que tenía gran habilidad, me fijaba en cómo hacían los dibujos de estatua, por ejemplo, que era condición para hacer el examen de ingreso. A base de picaresca fui yo aprendiendo, y luego por deducción y por lógica caía». No se reconoce exactamente como autodidacta. «Yo creo que el dibujo no se puede enseñar, el dibujo se aprende. Yo te puedo decir que observes este plano con respecto a este otro, y la relación entre la zona luminosa y la zona oscura y sus zonas intermedias de grises, pero yo no puedo meterme en ti para hacerlo. Puedo abrirte un camino, pero el resto depende de ti, de tu habilidad, de tu sensibilidad... Yo a mis alumnos les insistía en eso».

Toda la obra anterior a 1988 la tiene «en el revoltijo del cuarto trastero» de su estudio, cerca de la plaza de Belluga. «Aisladamente hay cuadros que me interesan de los años 70, aunque solo aisladamente». La mirada de Galindo, sorpresivamente, no es la de sus personajes, que sí tienen mucho del trajín de esta vida de ritmo imparable que llevamos todos. Un pintor de gentes que logró fundirse con el óleo, «y no digo que llevara a dominarlo y a descubrir todos sus secretos, porque también he sido reacio a seguir a la Academia, aunque puedo decir que me desenvolví bien con él».

Galindo fue profesor de Dibujo Artístico de la Escuela de Artes y Oficios, al principio, y luego Escuela de Arte, donde se implantó el bachiller artístico, y de la Escuela Superior de Diseño. Decidió adelantar su jubilación como docente, a los 60 años, por hartazgo, por la falta de respeto que detectaba en el sistema educativo. Recuerda a una alumna, tendría sobre los 20 años; muy tensa, plantó el caballete, puso el papel, y la observó de pie. Y lo cierto es que no podía más. «Le informé de que iba a hacer una cosa. Agarré el papel, lo arrugué y lo rompí. Y le dije: 'Mañana yo te traigo otro papel y comenzamos de nuevo, creo que no estás en condiciones de entender lo que te voy a decir'. Y dio resultado. Le expliqué que a veces el trabajo no encaja. Hay que ir poco a poco entrando en los alumnos. Y es porque el espacio en blanco a veces te domina, cuando empiezas a dibujar; la superficie blanca te absorbe negativamente». Galindo reconoce que ha roto unos cuantos papeles, «y que algún cuadro me ha dominado, pero pocas veces, porque mi pintura ha sido muy mental, yo he tenido que concebir el cuadro de principio a fin». Otros empiezan desde el caos a lo particular, «pero yo tengo que empezar por un ojo o por la nariz, y eso me va llevando al todo, yo tengo elaborado el cuadro mentalmente. A veces trato de ganar yo, otras veces me gana el cuadro porque a lo mejor me quedo más sorprendido positivamente, de modo que el cuadro gana respecto a las expectativas que yo podía tener».

1. Los tres hermanos retratados en Jaén. 2. Unas caricaturas de su hermano Antonio Galuindo -fallecido a los 15 años-. Javier Carrión / AGM
Imagen secundaria 1 - 1. Los tres hermanos retratados en Jaén. 2. Unas caricaturas de su hermano Antonio Galuindo -fallecido a los 15 años-.
Imagen secundaria 2 - 1. Los tres hermanos retratados en Jaén. 2. Unas caricaturas de su hermano Antonio Galuindo -fallecido a los 15 años-.

«Cuadros andando por la calle»

Son obras figurativas, la mayoría. La calle le ha enseñado mucho. Y cualquier movimiento de las personas, desde el cruce de piernas de una mujer hasta la manera en que conduce a su perro por la calle. No es la primera vez que ha pensado que hay hombres que parecen peleles manejados por sus parejas, por eso en una de las obras un grupo de señoras pasean a sus perritos con cabezas humanas. y parecen hasta obedientes. Las formas de José Luis Galindo no se olvidan, sus composiciones, cómo juega con sus personajes... escenas cotidianas en las que hay, en el fondo, una mirada analítica vestida de un humor distintivo. «Cómo será», descubre Pilar, durante la entrevista, «que muchas veces José Luis y yo hemos visto cuadros andando por la calle. Muchas veces son estereotipos, pero hay más allá de lo que se ve». A veces, Galindo tiende a desfigurar a los personajes y contempla posibilidades infinitas. Incluso podría rozar la caricatura. «Si bien tampoco he querido caricaturizar. Es, quizás, por aquello que decía antes que viví de pequeño, cuando lo pasé tan mal. Y seguramente he querido destrozar esa sociedad, no toda la sociedad, sino esas vivencias. Quizás yo las he querido destruir, rompiendo la realidad, distorsionándola diría yo». Ese mundo de la infancia influyó tanto que no ha podido desligarlo del resto de su vida. También anota un hecho fatídico que no ha olvidado: la muerte de su hermano Antonio, con 15 años. «Nació con una atrofia muscular irreversible, era con quien jugaba yo, y dibujaba muy bien, aunque casi no podía moverse». [En este momento de la entrevista sale a carrerilla a otro cuarto a buscar una carpeta que le dio su padre con dibujos de su hermano] «Este hermano mío se me quedó grabado», insiste. Considerando que él no podía levantar el brazo para ponerlo en la mesa, lo cierto es que dibujaba, y quién sabe si hubiera vivido de la caricatura. Galindo recuerda acercarle la goma de borrar mientras dibujaba. Despliega con suavidad una serie de papeles con los dibujos de Antonio, «una serie que hizo de ciudades inventadas por él, con una gran paciencia, despacico... Era horroroso ver con la dificultad que podía pintar escenas de tebeos y de indios y vaqueros. Yo recuerdo a mi madre que de vez en cuando se iba a otra habitación a llorar. Antonio era... en fin... increíble».

¿Por qué entonces se apartó del mundo del exhibicionismo artístico? «Rompí y me encerré», se sincera Galindo. «Estaba cansado de regalar cuadros, o de malvenderlos. Y decidí no vender más a nadie, ni regalar a nadie, y me puse a pintar y pintar, y a acumular obras».

¿Le ha ido mejor así? «Yo pienso que sí. Porque no he pintado para nadie». Muy amigo de José María Párraga, recuerda que llegó a trabajar con él en su estudio. Pero Galindo siguió por libre, pintando lo que le apetecía. Hoy, al propio Galindo le sorprende su inconformismo con la sociedad. «Ahora soy más sosegado, bueno es que hace más de 20 años que dejé de pintar. Pero todo lo que he pasado me ha hecho reconsiderar la vida y ahora solo quiero vivir en armonía conmigo mismo», dice este pillín de 80 años.

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