JOAQUÍN GÓMEZ GÓMEZ
Lunes, 4 de octubre 2021, 21:30
Tras mi estancia en Salzburgo para asistir al Festival a finales de agosto, me trasladé a Viena y estuve revisando el nuevo programa de la Staatsoper, quedando sorprendido por los cambios que se están produciendo en la calidad de sus intérpretes. Por ello, mientras paseaba ... con mi querida esposa por la famosa avenida de la Ringstrasse, que es como un anillo que circunda el centro antiguo de la bellísima capital del Imperio Austro-Húngaro, realicé una serie de reflexiones sobre la ópera en Austria.
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Austria es el país de la música, ya que cuenta con dos grandes genios, ambos oriundos e hijos predilectos de la ilustre y alegre ciudad de Salzburgo: Mozart, el mítico compositor que dio vida a 'Las bodas de Fígaro', valorada por el Dr. F. Vilardel, consultor clínico de San Juan Pablo II y nieto del gran tenor Francisco Viñas, como una de las grandes óperas universales. Herbert von Karajan, modélico director de orquesta y concertador de ópera. Kraus, decía que era gran conocedor de las voces y Plácido Domingo lo apreciaba mucho como gran maestro en todos los sentidos, participando con él hasta en su último trabajo en Salzburgo con 'Un Ballo in Maschera' de Verdi, que no pudo grabar al morir antes el eximio director, siendo sustituido por Sir George Solti.
Con estos protagonistas extraterrestres, casi angelicales, ¿ qué se puede esperar ahora?
Por el Festival han pasado los más grandes intérpretes de todas las óperas. Por ejemplo, Kraus cantó con Karajan 'Don Giovanni' en 1960. Despues, Corelli, Price, Simionato esculpieron un 'Il Trovatore' de tanta magia que es de absoluta referencia y, más tarde, lo realizó también de forma muy brillante con el genial y camaleónico Franco Bonisolli. Más tarde han participado Carreras, Domingo, Capucilli, Bruson, etc.
En la actualidad, lo más significativo son los conciertos de la Filarmónica de Viena, con buenos directores, pero sin el tronío de los clásicos. Solo destaca Ricardo Mutti, no dirigiendo una ópera de Verdi, que es su máxima especialización, sino lo han colocado con Beethoven con su 'Missa Solemnis', que no es moco de pavo, pero no es lo suyo. En ópera figura Netrebko como 'Tosca' y con el cartel de agotadas las localidades. Sin embargo, su interpretación ha tenido una crítica controvertida. Realmente, su voz es de mezzosoprano y no de soprano lírico-dramática, su zona central es muy buena con gran densidad, pero cuando asciende al agudo se nota algo calado, se queda un pelín por debajo de la nota y, en ocasiones, como en esta 'Tosca', chillado. Su 'Vissi d'arte' ha sido muy discutido.
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Asimismo, el programa de la Staatsoper de Viena también deja que desear, especialmente en los intérpretes, que siendo correctos, muy estándar, no son de «primo cartello». Fíjense, los entusiastas auténticos esperan que regrese en noviembre Plácido Domingo, que con su arte máximo sigue siendo la gran figura de siempre, erigiéndose como el paladín de la Ópera de Viena. En relación con las producciones escénicas, es algo terrible. Son tan modernas, como que Sanson muera en una bañera y Floria Tosca, en el último acto, aparece en escena con un vestido que parece un camisón de dormir blanco y algo transparente. Menos mal que el coro y, por supuesto, su gran orquesta tienen un alto nivel, especialmente los músicos de ésta, que pertenecen a la Filarmónica de Viena. Los directores de orquesta tienen un buen nivel, pero son auténticos concertadores; así, en muchas ocasiones se convierten en verdaderos protagonistas, ya que la potencia de la música está por encima de las voces de los cantantes. Por ello, tenemos que volver a decir que la protagonista fundamental de la ópera es la voz humana, no la orquesta ni la escenificación. La orquesta tiene que acompañar al canto y complementarlo, especialmente en los preludios, intermedios y finales.
La escena tiene que corresponder al espacio y el tiempo donde se desarrolla la acción, pudiendo introducir ornamentaciones de tipo barroco (Luchino Visconti, Franco Zefirelli) o de arquitectura (Nicola Benois, Luca Ronconi). Pero no cambiar de época o introducir elementos que pueden dañar la sensibilidad y estética, como bacanales, militares, coches, tráfico de drogas, etc. Todo ello, nada tiene que ver con la esencia y los requisitos indicados por el compositor de la ópera y el creador de la obra literaria.
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En resumen, queridos amigos, entusiastas y enamorados del genio operístico, la Covid-19, no solo está causando elevada tasa de mortalidad, sino que ha influido de forma negativa en el desarrollo normal de las bellas artes, consiguiendo un descenso significativo de la calidad de las representaciones operísticas, al estar condicionado por la grave situación económica de los teatros de todo el mundo.
En mi modesta opinión, tenemos que recobrar el espíritu de don Joan A. Pàmias , ilustre e inolvidable director del Liceo de Barcelona [por más de 30 años]. Con poco dinero, pero con gran conocimiento de la ópera, convencía a los grandes intérpretes al ofrecerles que iban a cantar en un teatro que tenía la mejor acústica para las voces y muy natural. La escenografía la resolvía con decorados de cartón, procedentes de la 'Bettega Veneciana', o alguna producción de la casa como la del Maestre Cabanes de 'Aida'. En cuanto a los trajes de época, alquilaba los más baratos y, en ocasiones puntuales, se esforzaba de acuerdo con los grandes intérpretes. Así, vinieron al Liceo y lo iluminaron, los eximios tenores Carlo Bergonzi, Giacomo Lauri-Volpi, Richard Tucker, Jaume Aragall, José María Carreras, Plácido Domingo, etc, sin hablar de la 'Dama del canto' del siglo XX, nuestra queridísima Monserrat Caballé, junto con Raina Kabaivanska, Virginia Zeani, Fiorenza Cossotto. Todos, con entrega total, dando la máxima calidad y supremacía en el canto, lograron verdaderas noches de magia artística, que hizo glorioso al gran coliseo de Las Ramblas de Barcelona.
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Como conclusiones, podemos decir que la vida es larga, con una actividad máxima limitada, pero el arte es etéreo e inmortal. Necesitamos voluntad para recuperarlo, entusiasmo para lograrlo, sinceridad para aceptar nuestra limitaciones, humildad para conquistarlo, mucha perseverancia en su perfeccionamiento y todo ello, siempre, con el apoyo que nos regala la naturaleza y bajo la inspiración divina.
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